Pablo VI y el progreso de los pueblos

Populorum_Progressio
En el año 1967, me encontraba en un barrio periférico de Barcelona carente de bienes materiales y espirituales. Cada mañana oía a mi vecino de arriba que salía a trabajar a las cuatro de la madrugada. El desplazamiento hasta el su trabajo le llevaba tres horas y otro tanto para regresar a su hogar. De tal manera que al salir de casa sus hijos dormían y cuando volvía a su casa también; los medios de comunicación no eran fáciles.

Cuando Pablo VI publicó la Populorum Progressio, (1967), solamente de leer el preámbulo se me ensalzó el corazón.

“El desarrollo de los pueblos y muy especialmente el de aquellos que se esfuerzan por escapar del hambre, de la miseria, de las enfermedades endémicas, de la ignorancia; que buscan una más amplia participación en los frutos de la civilización, una valoración más activa de sus cualidades humanas; que se orientan con decisión hacia el pleno desarrollo, es observado por la Iglesia con atención”.

No era necesario ir a la India ni a África ni a los cinco continentes que este gran Papa visitó para oír el clamor de tantas personas carentes de lo necesario.

En aquel barrio nos esforzábamos con nuestras posibilidades para paliar aquellas carencias: guardería para niños, escuela de la mujer para enseñar a coser, con charlas de puericultura, enseñar corte y confección y cocina a jovencitas, clases nocturnas de alfabetización, trabajo harto arduo para aquellas personas que estaban cansadas de trabajar todo el día, pero que al menos, especialmente las señoras, querían aprender para saber leer los nombres de las calles, las paradas de los metros y saber firmar para no verse humilladas a firmar con el dedo.

Preparación de los niños a la primera comunión y al mismo tiempo llegar a los padres. No resultaba fácil hablarles de Dios-Padre cuando uno de ellos comentaba en una reunión: “¿Dios es padre? Yo el único recuerdo que tengo de mi padre es que cuando llegaba a casa borracho, pegaba a mi madre y a mis hermanos si nos pillaba”.

Ahora que han pasado casi 50 años de aquella magnifica encíclica, continúa por desgracia, siendo una realidad lo que decía de que cada vez los ricos son más ricos y los pobres más pobres. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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