Parábola del sembrador

Podemos cambiar los términos y pensar en el emisor de un mensaje, que sería el sembrador, el mensaje en sí, la palabra, y el receptor del mensaje, el fruto que dará. El emisor de un mensaje se preocupa de que pueda llegar a cuantos más mejor, sea cual sea su situación, su problemática. El mensaje llega pues a todos, pero no todos le dedicarán la misma atención, y por tanto no en todos dará el mismo fruto.
La experiencia nos dice que al recibir un mensaje, cada persona no sólo reacciona de diferente manera, sino que suele descubrir en él aspectos que a los demás pasan desapercibidos. Sólo algunos captan la totalidad, esos sabrán transformar el mensaje para su propio bien y el de los demás. Pero otros, una vez recibido el mensaje y asimilado, lo dejaran guardado, sin acordarse más de él, sin hacerlo fructificar, sin convertirlo en vida. Esos son como aquellos que recibieron la semilla en un terreno lleno de cardos, o demasiado árido y seco a causa del sol.
Todos somos un poco de cada, el mensaje de Jesús nos llega y nos llena y deseamos vivir de acuerdo con esa Palabra de salvación, pero no siempre le dedicamos suficiente atención y el fruto que podría lograrse se malogra, se pierde. El fruto no es siempre del “treinta, o sesenta o cien”. Texto: Hna. Carmen Solé.