Soledad y esperanza

Soledad
El salmo 41 y 42, erróneamente separados, comenta el cardenal Gianfranco Ravasi en su libro “El encuentro”, ejercicios espirituales predicados a Benedicto XVI el año 2013, es el grito del salmista, quizás de un sacerdote, enviado al exilio al norte de Tierra Santa.

Es un salmo lleno de preguntas, unas hechas por el propio autor: “Cuándo entraré a ver el rostro de Dios”. “¿Por qué te acongojas alma mía, por qué te me turbas?”. Este ¿por qué? lo encontramos repetido varias veces: “¿Por qué me rechazas? “, “¿Por qué voy andando sombrío, hostigado por mi enemigo?”.

Comenta también: “Las lagrimas son mi pan, noche y día”. Los enemigos al verlo con lagrimas en los ojos le preguntan en son de burla “¿Dónde está tu Dios?”. El ser humano puede ser muy cruel ya que al verlo triste en vez de compadecerse lo inquinan. Es lo que le ocurrió a Jesús en la cruz: “Los que pasaban le insultaban y meneaban la cabeza diciendo: ¡Tú que destruyes el templo en tres días, sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, baja de la cruz!”.

Pero el autor del salmo no cae en desánimo y exclama: “De día el Señor me hará misericordia, de noche cantaré la alabanza del Dios de mi vida” “Envía tu luz y tu verdad que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada. Que yo me acerque al altar de Dios, al Dios que es mi alegría”.

No permitas, Señor, que en los momentos de angustia perdamos la esperanza y danos el agua viva que brota de tu corazón.Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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