Un gesto cotidiano

Con el vestido que me he puesto voy a encontrarme con aquellas personas que durante la jornada voy a contactar. Es conveniente que me presente de forma digna, que no quiere decir con lujo ni con trajes de marca. La elegancia no esta reñida con la sencillez sino todo lo contrario. Es mi porte interior el que da soporte a mi exterior.
Si continuo pensando durante el día en que quiero guardar limpio el vestido que Jesús me ha entregado al iniciar la jornada, mis palabras y mis actos estarán en consonancia con este deseo. Seguramente que no lograré devolverle el traje en el mismo estado de pureza que lo recibí porque se me escaparán unos cuantos desastres pero con humildad devolveré el vestido que he recibido por la mañana al levantarme, pediré perdón por las arrugas y las manchas con que se lo remito con la certeza de recibir la gracia de su misericordia y que al levantarme al día siguiente tendré la oportunidad de recibir de nuevo la vestidura blanca de su gracia para que el nuevo día sea mejor que el anterior. Texto: Hna. M. Nuria Gaza.