La misericordia del Señor

Misericordia
Dar gracias al Señor y proclamar su misericordia es una expresión que arranca con frecuencia en los salmos. El salmo 137 es uno de ellos.

La acción de gracias inicia este poema:“Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañaré para ti” (v 1). La acción de gracias iba acompañada generalmente, con cánticos e instrumentos musicales.

Esta acción de gracias que al principio es personal: “Me postraré hacia tu santuario, daré gracias a tu nombre por tu misericordia y tu lealtad” (v 2), pasa luego a invitar a todos a alabar y dar gracias al Dios sublime: “Que te den gracias, Señor los reyes de la tierra” (v 5).

Es el Señor sublime que se fija siempre en los oprimidos, en los humildes y rechaza a los soberbios: “El Señor es sublime, se fija en el humilde, y de lejos conoce al soberbio” (v 6). Es lo que reconoció María de Nazaret en su cántico del Magníficat: “Porque se ha fijado en su humilde esclava…Derriba del trono a los poderosos y exalta a los humildes” (Cfr. Lu 1, 46-55).

Alaba también, el autor, al Señor porque está siempre a su lado:“Cuando camino entre peligros me conservas la vida” (v 7). Este versículo nos recuerda al salmo 22 en su versículo 4: “Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cañado me sosiegan”.

Tener la certeza de que Dios camina junto a nosotros nos infunde una gran confianza. Nuestra vida está entre las manos de Dios Padre.
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