El templo

El salmo 25 nos habla de un fiel que acude al templo para evocar su inocencia ante Yahvé. “Hazme justicia Señor. Soy inocente (v. 1). Amo la casa donde habitas, el lugar donde reside tu gloria” (v. 8).

Templo

El templo de Jerusalén, en el cual los judíos ponían su gloria, lo quiso construir el rey David para guardar el arca de la alianza, pero el Señor le dijo: “Tu no me vas a construir un templo porque has derramado mucha sangre. Será tu hijo quien me va a construir un templo”. El rey David hizo grandes preparativos para que su hijo Salomón construyera el templo. Toneladas de oro, gran cantidad de plata, bronce, hierro, madera, piedra, especialistas de toda clase, etc. (cfr. 1 Crónicas 22).

Con todo el Señor en otra ocasión había dicho a David que él jamás se había quejado de estar en una tienda. Creo que al Señor no le preocupa tanto la grandeza de un templo y sus riquezas como la intención con la que se quiere construir.

En la historia se han construido muchos templos. Algunos con mucho esfuerzo y generosidad por parte de los creyentes. Es algo que me viene al pensamiento cuando entro en alguno y me pregunto: ¿Qué sería de los que trabajaron para su construcción, su esfuerzo su cansancio, que retribución tenían sus obreros en aquellos tiempos, su salario les daba para poder vivir dignamente, o solamente sobrevivir?

Los templos son expresión de la fe de un pueblo. Pero no debemos olvidar que el hombre es templo de Dios, ha sido creado a su imagen y semejanza. ¿Lo tenemos siempre presente? No olvidemos que muchos hijos de Dios mueren a diario por el olvido de sus hermanos. No podemos escudarnos como Caín diciendo:“¿Acaso soy guardián de mi hermano?”.Texto: Hna. María Nuria Gaza.
Volver arriba