Muchas veces planeamos las cosas, las pensamos mucho y luego decidimos hacerlas pensando que nos van a salir bien y que será
un bien para los demás que por esto estamos.
Pero luego resulta lo que tan pensado y planificado, nos sale rana y muchas veces no por culpa nuestra sino porque la persona a la cual iba destinada nuestra acción, no lo entiende, o no puede realizarlo.
No tenemos una varita mágica para hacerle comprender. Entonces se nos viene el mundo encima,
todo se cae como un castillo de naipes.
Hay que buscar de nuevo, hay que volver a empezar de cero, hay que volver a intentar si queremos
sacar a la persona del atolladero. Y esto no es fácil, uno se cansa de tanto luchar y te vienen ganas de tirar la toalla.Pe ro cuando a lo mejor pensamos que todo está perdido
se abre un nuevo camino, que no es de rosas, que nos va a exigir un nuevo esfuerzo, un cansancio.
Pero uniendo las fuerzas de la comunidad podremos continuar a lograr el objetivo propuesto: Ayudar a aquella persona que lo necesita. Y ahí encontramos la varita mágica porque la unión hace la fuerza.
Seguro que la persona que hemos intentado ayudar, no sabrá jamás lo que nos ha costado pero
lo importante es que ella salga adelante y tenga un porvenir; esta será la mejor paga. Pero en realidad el mejor pagador es el Señor por quien trabajamos y nos desvivimos.
Texto: Hna. María Nuria Gaza.