Carta a Don Mariano Rajoy

Escuché su encendido discurso en Pontevedra. Como allí no hay oportunidad para hacer preguntas, quisiera levantar la mano y pedir autorización para ponerle un par de cuestiones: porque muchos, a quienes la crisis nos ha empujado hacia las arenas movedizas de la economía, tenemos la sensación de que algunos economistas dicen digo donde antes habían dicho diego. Verá Usted.

1.- Su discurso arremetió contra todos los endeudamientos y antes habíamos oído muchas veces que endeudarse era un camino casi indispensable para crear riqueza, y que lo que impide el crecimiento no es la deuda sino la insolvencia. Japón, por ejemplo, dobla la proporción de deuda pública de la eurozona y, sin embargo, no le cuesta encontrar dinero prestado al 1%. También leí hace poco un Manifiesto de economistas aterrados, firmado primero por más de 600 y en la actualidad por más de 3000; y ellos denuncian como “falsa evidencia” que “el alza excesiva de la deuda pública sea consecuencia de un exceso de gasto”.

Nos habían dicho también que lo que nos vuelve insolventes es no poder devaluar nuestra moneda que era el recurso clásico porque así abaratamos nuestros productos, recibimos más moneda extranjera y, como lo que hemos de importar se nos vuelve más caro, pues eso nos impone una cierta austeridad.

Esto nos decían. Por eso quisiera preguntarle si es que Ud. piensa sacar a España del euro cuando llegue al gobierno o si es que las cosas han cambiado y no son como nos enseñaron y por qué han cambiado las cosas.

2.- También nos enseñaron que para crear riqueza es indispensable consumir, y lo más posible. Así es como funciona este sistema nuestro del que Ud. es tan entusiasta. Pero ahora nos hace Ud. un canto a la austeridad que, desde un punto de vista humano y ético, es precioso pero, desde el punto de vista de nuestra economía, parece contradictorio con todo lo que se nos había dicho siempre. Porque fíjese: en España llevamos dos años de bastante austeridad impuesta, y el resultado es un crecimiento raquítico en torno al 0’2%. Lo mismo pasa en toda la eurozona. Y todos dicen que, con esos crecimientos, no podemos crear puestos de trabajo como los que Ud. prometía: pensemos, por ejemplo, que si los turistas que nos han visitado este verano hubiesen seguido sus propuestas de austeridad aún hubiésemos tenido más paro en España durante este verano…
Por eso también, me gustaría que explicase Ud. más cómo piensa crear todos esos puestos de trabajo sin deuda y sin consumo.

3.- Quizá la clave de todo esté en otra palabra que también era importante en su discurso de Pontevedra: “lo superfluo”. Y aquí sí que adivino que hay bastantes cosas superfluas en nuestra vida pública, en administraciones duplicadas, coches oficiales, gastos de representación y, para los viajes, “dietas” que casi son “semanetas”. Pero veo otros muchos gastos igual o más superfluos que nadie toca y para los que no existe la crisis. Por ejemplo: todos los que tienen que ver con la Fórmula Uno que son inmensos para cada carrera, o con las carreras de motos o los fichajes futbolísticos y que la Roja se vaya nada menos que a Suiza para jugar un partido simplemente amistoso, hospedándose nuestros chicos en hoteles de lujo y pagando el viaje a los de Chile... ¿No cree Ud. que los españoles, en épocas de crisis, soportaríamos más no tener esas adormideras que tener que ir a Caritas a pedir alimentos?.

Veo también que un puñadito de españoles ganan más de 200.000 € al año (que, para la gente mayor que piensa a la antigua, se acercan a los 3 millones de pesetas al mes). Decir que eso es superfluo ¿le parece a Ud. verdad o le parece demagogia?. Porque encima leo que nuestra esbelta directora del FMI, que es quien impone a medio mundo políticas de salarios bajos y congelados y recortes en gastos sociales, ha comenzado su mandato subiéndose en un 11% el sueldo de 325.000 euros anuales (más otros 58000 de gastos de representación) y esto no parece considerarlo superfluo.

Me pregunto entonces qué es eso de lo superfluo y sin querer me viene a la memoria aquel verso tan célebre de Voltaire, padre de tantas cosas de nuestra modernidad: “lo superfluo, ¡tan necesario!”. Quisiera preguntarle entonces si cuando Ud. hablaba de lo superfluo lo entiende en ese sentido volteriano de que lo superfluo mío es absolutamente necesario, mientras que lo necesario de los demás es absolutamente superfluo, y eso es lo que habría que recortar.

Mucho le agradeceré si me aclara estos pequeños detalles porque la verdad es que me gustaría aprender aunque sé que soy duro de entendederas. Y se me complican las cosas cuando, luego de oírle a Ud, leo un largo artículo de Marshall Auerback que pasa por ser uno de los analistas más serios de EE UU en el campo económico, y este señor ve el panorama mucho más negro que Ud. aunque, a lo mejor, eso se debe a que no se presenta a las elecciones, claro. Pero dice que Europa está aplicando, para resolver su crisis, unas herramientas “hooverianas” (aludiendo, como Ud. adivinará, al presidente Hoover cuyas políticas hundieron todavía más a EEUU cuando la crisis del 29).

Luego le dedica al presidente de nuestro Banco Central Europeo Sr. Trichet, unas lindezas que superan todas las cosas duras y desautorizadoras que Ud. haya podido decir de Zapatero en esta legislatura; que ya es decir. Y viene a sugerir que sólo hay dos salidas para la zona euro. O los “paquetes de emergencia”: el Banco Central “aprestándose a crear y distribuir varios billones de euros por todas las naciones de la zona” según su renta per capita (que podrían retirarse a los países no eficientes, pero que no molestarían a nadie porque Alemania podría ser el mayor receptor). Esto parece que redundaría en una devaluación tácita del euro que es lo que ahora no podemos hacer. Y la otra salida mucho más dramática es que Alemania abandone la zona euro: porque en seguida el marco alemán sería más fuerte que el euro y éste se devaluaría etc.

No sé si yo se lo explico bien pero, si quiere, puedo enviarle el artículo (que encontrará Ud. en New Economic Perspectives, 21 de agosto del 2011). No es demasiado breve pero creo que podría leerlo en uno de sus viajes en avión, tan necesarios para la campaña electoral.

Mucho le agradezco todo el interés que ha tenido en escucharme, de veras. Porque uno es de letras ¿sabe Ud.? Y estas cosas me resultan un poco duras de captar. Pero eso sí, como hombre de letras puedo decirle que siento gran admiración por la espléndida factura y el buen decir de sus discursos. Aunque a veces me acuerdo de aquel verso del mío Cid: “qué buen vasallo si oviera buen señor”, y se me ocurre pensar: ¡oh que buen discurso si tuviera contenido!
Eso es todo. Quisiera reiterarle una vez más mi gratitud por su atención.- J.I.G.F.

PD. Y ya que he abusado de su paciencia perdone otra pregunta: ésta va dirigida al señor ZP pero Ud. tiene a él un acceso mucho más fácil que este pobre diablo. Por eso le agradeceré si hace el favor de preguntarle qué hay de ese rumor que corre por ahí: que esta reforma atolondrada, unilateral y poco democrática de nuestra Constitución la hizo por imposición del Sr. Trichet, como condición para que el BCE comprara bonos de la deuda hispana. Los ciudadanos tenemos pleno derecho a saber eso para poder votar con responsabilidad. Nuestros medios, cuando violan intimidades, apelan para justificarse a nuestro derecho a la información. Pues creo que en este caso nuestro derecho clama mucho más. Clama al cielo, simplemente.
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