O: La parábola de Miguel de Unamuno José Ignacio G. Faus: "La Unión Europea tiene fiebre"

La fiebre de la UE
La fiebre de la UE

Resulta falsa la argumentación de quienes dicen que las extremas derechas pueden poner en cuestión los valores de la Unión Europea. Es la misma UE quien, con su conducta, ha ido poniendo en cuestión esos valores que ahora invoca.

En muchos ciudadanos europeos se repite la historia de Miguel de Unamuno: decepcionado por los fallos de una república con la que se había identificado, se echó en manos del franquismo naciente. Y a los dos meses ya quería salir de allí como fuera.

La fiebre es un síntoma pero no una solución. A las extremas derechas cabe recordarles aquello del refrán: que a veces "es peor el remedio que la enfermedad".

Dicen los medios que, en el debate organizado por la SER sobre las próximas elecciones europeas, todos los participantes manifestaron su temor de que las extremas derechas “pongan en cuestión los valores de la UE”.

Craso error en mi modesta opinión. Las extremas derechas (= ED) no han nacido para poner en cuestión esos valores, sino porque la conducta de la misma UE es la que ha venido poniéndolos en cuestión. Más que una amenaza las ED son simplemente un síntoma: por eso las comparo con la fiebre. Y sería un error quedarse tranquilos si, en el balance de estas elecciones del día 9, la fiebre no llega a cuarenta grados sino que es todavía soportable. Todos los actuales políticos europeos deberían saber que casi todos los votos cosechados por las ED en estas elecciones, no son votos dados a otro sino votos contra ellos: no expresan exactamente una amenaza sino una decepción y un enfado.

Sería muy largo (y muy bueno) un estudio lento de todas las traiciones cometidas por la UE a sus propios valores. Pero algunas sugerencias, o un breve “índice de materias”, sí que podemos hacer ahora.

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1.- En general, la UE está traicionando sus propios valores en la manera de enfocar el problema de las migraciones: un problema creado por nosotros mismos y por nuestras políticas económicas y que lo que pide es ser resuelto, no ser apartado.

La UE traiciona sus propios valores en la aceptación de un progreso construido, en buena parte, a costa y a base de víctimas toleradas tranquilamente porque son “el precio del progreso”. No son de hoy, pero sí que resultan como una premonición, aquellas palabras de W. Benjamin que calificaba a nuestro progreso como “un camino de regreso a la barbarie” (y que Simone Weil compartía).

Ha traicionado sus propios valores con una política expansiva, injusta e innecesaria de la OTAN (un poco parecida a la de los colonos judíos en territorio palestino); y con el trato dado a Rusia tras la caída de la URSS, parecido al que recibió Alemania tras la primera guerra mundial (y que fue el germen del posterior nazismo).

También con una expansión o crecimiento insano y precipitado, movido más por intereses económicos que por razones verdaderamente humanas y políticas.

Está traicionando sus propios valores con su política tibia y cobarde ante el genocidio que viene cometiendo Israel, o con su timidez y cobardía para plantar cara a Estados Unidos.

Y con su resistencia a una normativa fiscal común, lo cual favorece la insolidaria política de competencia desleal dentro mismo de la Unión: bajar impuestos a las empresas de fuera para animarlas e invertir en el propio territorio. Como hizo Luxemburgo durante un tiempo o como está haciendo hoy Madrid con el resto de España (y sugirió también Artur Mas como solución para asegurar la subsistencia de una hipotética Cataluña independiente)…

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Es muy posible que si examinamos algunas de estas conductas lleguemos a la conclusión de que se actuó como se actuó porque era la única forma de evitar desventajas económicas. Pero eso nos llevaría a la incoherencia raíz de todas las otras: la aceptación de un sistema económico calificado ya como un sistema “que mata”: que convierte a la economía en un auténtico poder absoluto al que están sujetos todas las decisiones presuntamente libres y democráticas de los políticos; un sistema que pone al Capital por encima del trabajo, a la publicidad por encima de la verdad y al máximo beneficio por delante de la máxima humanidad.

2- En casos particulares, podemos recoger ahora algunas referencias concretas.

En Alemania la temida AfD está sobre todo en la antigua Alemania “oriental” (DDR). Cuando la unificación de Alemania ya dijeron algunos que aquello no había sido una reunión (Wiedervereinigung) sino una absorción (Anschluss), por la manera como las empresas del Oeste trataron a las del Este. ¿Podemos pensar ahora que aquel maltrato interesado y cruel no tiene nada que ver con esta reacción, por loca y ciega que sea?

Sobre Francia puedo remitir a un larguísimo artículo sobre la pobreza, en el número de mayo de Le Monde Diplomatique; por supuesto Macron no hablará nunca de eso, pero a lo mejor están hablando los tractores…

España es, de todos los países de la UE, el que tiene un índice más alto de pobreza infantil (casi un 28%), mientras las viviendas se van convirtiendo en pisos “para turistas”, que son mucho más rentables que los alquileres para quien no tiene techo. Por no hablar de la España vaciada de la que ningún político habla, pero que irá generando una España desértica; o del fundamentalismo anticristiano de un PSOE y de los malos tratos y desprecios de que podrían dar testimonio muchos cristianos militantes de ese partido. Tampoco voy a hablar de la ley de memoria histórica porque no la conozco; pero ya creí necesario avisar una vez que ojalá sea una ley “de memoria” y no “de victoria histórica”. Pues la memoria une y la victoria divide. Y si hay algo común en derechas e izquierdas en este país es su incapacidad para reconocer y corregir los propios errores.

Pues sí: en la UE sigue habiendo hambre y miseria, y gente que duerme en la calle; en Europa hay unas desigualdades claramente obscenas y unas fortunas claramente inmorales. Se sigue mirando al adversario político como enemigo humano, se sigue arguyendo con insultos más que con argumentos, se sigue despreciando al de fuera, y seguimos enormemente tibios ante el cambio climático y la amenaza ecológica... No somos tan malos, por supuesto; pero tampoco tan buenos como nos creemos

3.-Aquellos polvos y estos lodos.- En este sentido, la historia de D. Miguel de Unamuno se convierte en símbolo del ciudadano actual: partidario de la república se apuntó a ella hasta que se vio decepcionado e irritado no solo por los errores de aquella república (que no por ir unidos a grandes virtudes dejaban de ser serios), sino por la negativa a reconocerlos. Se pasó entonces al franquismo que acababa de triunfar y a los dos meses ya quería salir de él corriendo y como fuera, para volver a lo que había dejado.

M. Unamuno
M. Unamuno

 Esta “parábola de Unamuno” me parece un buen retrato de buena parte de la actual ciudadanía europea. Que la actual UE no genere mucho entusiasmo sino algo de rabia no resulta nada extraño. A los votantes de la ED habría que decirles que se pregunten aquello del refrán: si no será peor el remedio que le enfermedad. Y si no, ya lo verán al poco tiempo, como ocurrió con Unamuno. A los políticos europeos les recomendaría a todos leer y estudiar el breve libro de cuatro sociólogos (tres alemanes y una norteamericana): Qué falla en la democracia (de Herder). Les aseguro que escuece un poco. Y no es de extrema derecha sino al revés.

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