La antieuropa

Europa no habla griego, que habla gringo”. Este viejo verso de J. Bergamín viene hoy como anillo al dedo. Gringo es la palabra que sirvió para designar lo peor de EEUU, cuando se corrompió el primitivo e ilusionante “sueño americano” convirtiéndose en sueño imperialista.

Que Europa renunciara a explicitar sus “raíces cristianas” podía ser comprensible por respeto a la pluralidad. Lo terrible es que, con esa renuncia aparentemente laica, Europa ha abandonado sus raíces europeas. La “libertad-igualdad-fraternidad” se ha convertido en otra troika llena de “pes”: “Propiedad-Prisas-Pensamiento único.

La única libertad es la que da el dinero. Ese enriquecimiento buscado cuanto antes y a toda velocidad, es lógico que aniquile toda igualdad. Y, para defender esa doble meta, un pensamiento único económico que amordaza todas las diversidades asesinando cualquier atisbo de fraternidad. El mejor ejemplo de ello es la conducta de Europa con Grecia, que economistas de la talla de Vicenç Navarro califican de “terrorismo financiero”. La Antieuropa.

Grandes economistas del momento (Krugman, Stiglitz, Piketty o, en España, V. Navarro y Torres-López) sostienen que el problema de Grecia es más político que económico. Algo de eso sugiere este dato poco publicado: entre tantos recortes impuestos a Grecia, nunca se le pidió una reducción del gasto militar (excesivo además en aquel país). ¡Parecía elemental! Pero resulta que Alemania y Francia son los mayores vendedores de armas a Grecia… Syriza ha sido el primero en hacer esa propuesta, enemistándose así con los militares griegos. ¡Qué curioso!

El problema es político no económico. Y creo que se reduce a este dilema: por un lado, Europa no quiere que Grecia salga del euro: no por razones de solidaridad, sino porque eso daría la razón a quienes criticaron, como precipitada y economicista, la creación de la moneda única antes de tiempo. Por el otro lado, Europa no puede tolerar que posturas contrarias a esa política de “austeridad para los más pobres” y sin poder devaluar la propia moneda, acaben triunfando y dejen en evidencia todos estos años de dictadura financiera, donde otros gobiernos dóciles revestían su cobardía de obediencia (como en las peleas de niños en los colegios)…

Este es el problema europeo: político más que económico. Syriza no puede triunfar de ningún modo, porque eso sacaría los colores a ocho años de neoliberalismo cruel. Por tanto, es necesario desacreditarlo y humillarlo, negando incluso voz y espacio a tantos que piensan como ellos y sustituyendo toda argumentación por esos calificativos de “ligereza”, “irresponsabilidad”,… tan bien sonantes como mal aplicados. Por otro lado, si Grecia sale del euro, habrá de parecer que es puramente una absurda decisión suya, contraria a la voluntad europea. De ahí la bajeza moral del señor Junker proclamando que el referendum convocado por Syriza era para salir o quedarse en el euro. ¡Por favor!

Sin llegar a tanto, se objeta que los griegos no son capaces de decidir sobre algo tan complicado. ¡El mismo argumento que dieron los gobiernos europeos para la que constitución (o el tratado de Lisboa) no fuese votado por los pueblos sino por los parlamentos! El mismo argumento que, a comienzos del pasado siglo, se esgrimía para oponerse al sufragio popular y al voto de la mujer: “en democracia sólo pueden votar los que están capacitados”.

Y daba la casualidad de que esos “capacitados” eran sólo los poderes económicos. Aunque luego, esos tan entendidos se sorprendan al saber que EEUU les estaba espiando, y llamen a sus embajadores y todo. Sorpresa ¿por qué? Se trata de algo que era una evidencia para cualquiera que sepa lo que son los actuales EEUU, que ya no conocen socios ni amigos, sino sólo lacayos de sus intereses imperialistas.

Añadamos que lo expuesto es la visión de los moderados. Otros más radicales o inclinados a ver conspiraciones en todas partes sostienen (en la línea de Naomi Klein), que una vez Grecia esté fuera del euro, los especuladores financieros comenzarán a crear problema parecidos en Portugal, en Italia, España… hasta que vayan saliendo del euro todos los “cerdos” (PIGS: Portugal, Italy, Greece, Spain…) y quede por fin con un “euro ario” para todos los que son por naturaleza superiores. No sé si es así, pero así corre. Y “se non è vero, è ben trovato”.

Europa ha sabido siempre que la deuda de Grecia era impagable; más imposible resultaba entonces la imposición de pagar la deuda y, a la vez, reactivar la economía. Europa sabe también que la mayor parte de las “ayudas” dadas a Grecia, no se quedaban allí sino que eran para pagar a los bancos europeos, alemanes sobre todo. Era evidente que así nunca se resolvería el problema griego, ni aunque la economía despuntara. Quizá por eso no se permitió hacer una auditoría de la deuda que, en buena parte, es ilegítima e injusta, y situarla en sus justos límites como supo hacer Ecuador (ganándose las iras de todas las voces oficiales). Había que evitar que cundiera el ejemplo de Ecuador.

Estas líneas no buscan disculpar a Grecia que tiene también sus culpas ya suficientemente expiadas por los que menos culpables eran (niños, ancianos, enfermos…). Tampoco tratan de justificar todas las decisiones de Tsipras en una partida de ajedrez tan difícil, contra enemigos más fuertes. Sólo intento expresar mi vergüenza por la reacción de Europa ante esa Grecia culpable, muy distinta de cuando Alemania y Francia se saltaron el techo de déficit sin que pasara nada ni se apelara a eso de que “los compromisos hay que cumplirlos”.

Miguel Delibes terminó su discurso de entrada en la Academia, citando una canción: “paren la tierra, quiero apearme”. Yo quisiera decir: paren esta Europa que quiero bajarme.

P.S. Se ve así la dificultad del próximo referendum: Grecia se parece a la mujer que sólo tiene dos salidas: rendirse y entregarse aceptando ser abusada, o negarse al abuso abocándose a morir torturada. Conociendo la pasta humana, lo normal es que triunfe la primera hipótesis, por triste que sea.
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