Mons Vitaly Krivitski, tras la reunión con el papa León XIV Obispo latino de Kiev: "El Papa nos invita a no perder la esperanza"

León XIV recibe a monseñor Krivitsky
León XIV recibe a monseñor Krivitsky

Monseñor Vitaly Krivitsky, obispo latino de Kiev-Zhithómir, se reunió esta mañana con el papa León XIV, a quien le transmitió el dolor y la fe del pueblo ucraniano tras más de tres años y ocho meses de guerra

Los ataques rusos contra ciudades e infraestructuras siguen intensificándose, pero el prelado asegura que el Pontífice los alienta a no rendirse

"Hoy, en Ucrania, enfrentamos desafíos comunes independientemente de nuestras tradiciones religiosas. Y cuando nos presentamos juntos en otros países, este hecho —hablar con una sola voz— tiene un gran impacto"

(Vatican News).- Gratitud por su apoyo al pueblo sufriente de Ucrania y por su aliento a no perder la esperanza en un tiempo muy difícil: esto es lo que expresó al Papa monseñor Vitalii Kryvytskyi, obispo latino de Kiev-Zhithómir, quien esta mañana tuvo la alegría de encontrarse por primera vez con León XIV.

-Excelencia, hoy ha tenido una audiencia con el Papa León. ¿Qué puede contarnos?

-He tenido la oportunidad de encontrarme con el Pontífice para agradecerle sus oraciones, su amor por Ucrania y sus palabras, que escuchamos durante las homilías o el Ángelus del domingo. Cada vez sentimos su apoyo a nuestro país en un momento tan difícil para nosotros.

Creemos. Crecemos. Contigo

Le di las gracias por sus mensajes tan claros y también por un apoyo cuya magnitud quizá nunca lleguemos a conocer plenamente. Agradecí todo lo que el Vaticano hace por nuestros refugiados, por los niños ucranianos hospitalizados en el Bambino Gesù y en todos los lugares donde es posible ayudar a nuestro país tan probado.

El Santo Padre recibió en audiencia, este sábado 25 de octubre, al obispo latino de Kyiv.

También le pregunté al Papa qué querría transmitir al pueblo ucraniano y a nuestra comunidad de obispos católicos. Y, naturalmente, volví a escuchar palabras de aliento. El Papa nos exhortó a no perder la esperanza, sobre todo ahora, en este Año Jubilar, incluso si la comunidad internacional —aunque busca diversos caminos para resolver esta guerra sangrienta— aún no encuentra una solución.

Sus palabras fueron para mí como las de un padre que sabe que podemos superar esta prueba. Durante el encuentro sentí una mano paterna, y por eso estoy profundamente agradecido al Santo Padre.

-Excelencia, usted es un obispo joven y reside en Kiev, una ciudad bajo el fuego constante de los bombardeos rusos. ¿Qué significado tuvo este encuentro para usted personalmente, como obispo, como sacerdote y como padre espiritual de sus fieles?

-Sí, Kyiv sufre mucho, y también hoy ha sido otra noche difícil: numerosos bombardeos y grandes incendios. Hay heridos y, en los últimos días, también muertos.

Para mí fue muy importante encontrarme con el Santo Padre, aunque fuera solo para darme cuenta personalmente de que está profundamente implicado en nuestra situación, a pesar de las muchas otras dificultades que debe afrontar. Solo puedo imaginar cuántas personas, como yo, se acercan a él para compartir sus problemas y pedir consejo.

Como obispo, fue muy valioso escucharlo hablar, para poder transmitir sus palabras a nuestros fieles.

-Usted formó parte de la delegación del Consejo Panucraniano de Iglesias y Organizaciones Religiosas que visitó Noruega del 20 al 22 de octubre. ¿Cuál era el propósito de este viaje? ¿Y qué importancia tuvo el hecho de que participaran representantes de distintas confesiones y religiones?

-El viaje a Noruega se organizó con el apoyo de la Sociedad Bíblica Noruega, y en esta ocasión los representantes del Consejo se centraron sobre todo en las Iglesias cristianas.

En otras visitas similares, nosotros —como representantes del Consejo y también de la comunidad religiosa ucraniana— llevamos a cabo lo que se llama actividad de advocacy (ndr, "incidencia"), o lo que algunos definen como “diplomacia suave”. Es una oportunidad para comunicar a la comunidad internacional cuál es la situación real en nuestro país.

Estos viajes también tienen como objetivo transmitir un mensaje de gratitud a quienes desean saber si su ayuda llega verdaderamente a la gente común.

Cuando viajamos juntos, mostramos unidad. Y entonces las personas comprenden que no se trata de la visión particular de una confesión —protestante, católica, ortodoxa, judía o musulmana—, sino de una voz común.

Cuando presentamos a Ucrania como una comunidad cristiana, hablamos de ecumenismo práctico, no solo teórico o teológico. No discutimos sobre dogmas, sino que trabajamos juntos, en cooperación y con un mismo espíritu, alcanzando objetivos comunes por nuestro pueblo en un momento tan difícil.

Las comunidades religiosas de Ucrania se reúnen con el Consejo Mundial de  Iglesias y llaman a poner fin a la guerra | World Council of Churches

-La próxima semana se cumple el 60º aniversario de la declaración del Concilio Vaticano II Nostra aetate, sobre el diálogo con otras religiones. ¿Cuán importante es que las diferentes confesiones y religiones de Ucrania colaboren en este momento tan difícil para el país?

-En tiempos difíciles, toda forma de colaboración es bienvenida. Sabemos que las divisiones dentro de nuestra sociedad siempre han dañado a nuestro pueblo.

Como creyentes, comprendemos que tenemos muchos instrumentos que nos ayudan a mantenernos unidos. Cuando hablamos de diálogo, debemos recordar que este solo puede nacer de dos partes abiertas y respetuosas, que no se rechazan con frases como “no tengo nada que hablar contigo”.

En cuanto al diálogo religioso, no se trata de un “mezclarse de religiones” o sincretismo que diluya las creencias y diga que todas son iguales. En absoluto.

Hoy, en Ucrania, enfrentamos desafíos comunes independientemente de nuestras tradiciones religiosas. Y cuando nos presentamos juntos en otros países, este hecho —hablar con una sola voz— tiene un gran impacto.

En nuestras reuniones con comunidades interreligiosas, las personas se impresionan al ver que hablamos al unísono, complementándonos unos a otros. Creo que Ucrania no es solo testigo de algo negativo, como la guerra —porque toda guerra lo es—, sino también testigo de algo positivo: el verdadero diálogo y el respeto mutuo.

La pluralidad religiosa es nuestra riqueza. Muchos nos dicen: “Podemos aprender de ustedes”. Damos gracias a Dios por ese espíritu de comprensión, por su Espíritu, que nos hace estar abiertos al otro, al diálogo, no al sincretismo, sino al encuentro.

Y vemos que, gracias a nuestra colaboración, podemos trabajar juntos por el bien común, ante todo por nuestro pueblo, pero también compartiendo esta experiencia con otros.

-Quisiera preguntarle por su diócesis de Kiev-Zhithomir. ¿Cómo se desarrolla su labor en estas circunstancias tan difíciles, con los bombardeos constantes? ¿Cuáles son las principales líneas de acción en esta fase de la guerra?

-El primer deber de la Iglesia, independientemente de la situación externa, es no perder de vista sus prioridades fundamentales: alimentar a los fieles con la Palabra de Dios y los sacramentos, acompañarlos y evangelizar.

Cuando hablamos de los bombardeos o de la continua ofensiva rusa en el este de Ucrania, enfrentamos un enorme desafío. Esa es hoy nuestra cruz.

Nuestro ministerio pastoral tiene ahora un rostro diferente. Estamos siempre listos para acoger a nuestros defensores, sabiendo que no volverán a ser los mismos que antes de la guerra. Debemos ayudarlos a readaptarse a la sociedad y acompañar a sus familias para aceptarlos tal como son hoy.

Las heridas que llevan las han recibido por nosotros, para salvarnos. Si no pudiéramos refugiarnos tras ellos, no podríamos estar aquí ahora. Tenemos el deber —subrayo, el deber— de ayudarlos a reintegrarse.

Continúa la ofensiva rusa en el este y el sur de Ucrania

Debemos también asistir a las familias de los soldados caídos y de los civiles muertos en la guerra. Viven situaciones extremadamente difíciles, porque nada ni nadie puede reemplazar a quien se ha perdido.

Por eso estamos llamados a llevarles a Dios, que es quien sana todas las heridas. También a decir las palabras justas, para ellos y para nosotros mismos, para resistir en este momento de prueba y poder luego ayudar a otros: madres, esposas, hijos.

La Iglesia busca muchas formas de ayuda. En las terapias y acompañamiento espiritual que ofrecen nuestros capellanes y colaboradores parroquiales participan no solo católicos. A través del boca a boca llegan muchos que, en su dolor, no encuentran salida. Necesitan escuchar: “No todo está perdido. Puedes levantarte y vivir plenamente”.

Estamos llamados a rogar sin cesar al Señor por una paz justa, porque solo Él puede concederla. Recordamos las palabras de los Papas: no se puede pactar con el mal; hay que llamarlo por su nombre y pedir a Dios que lo sane.

La Iglesia afronta grandes desafíos, pero también el deber de compartirlos con las demás Iglesias locales, para que hablemos con una sola voz, como dice el libro de los Hechos: “eran un solo corazón”, porque los unía el Espíritu Santo.

Pedimos hoy al Espíritu que nos ayude, en este tiempo de oscuridad, a ver la luz y los caminos que el Señor ha preparado para nosotros.

-¿Qué quisiera decir a los católicos de todo el mundo?

-A mis hermanos y hermanas en Cristo les pido, de todo corazón, que recen con fervor. Que intensifiquen esta oración que desde hace años sube al cielo, pero que quizá, por el cansancio, se ha vuelto menos visible.

Pido una oración especial ahora, a las puertas de otro invierno que se anuncia muy difícil para el pueblo ucraniano. También pido apoyo concreto para nuestros desplazados, que deberán sobrevivir a un invierno como los anteriores.

Solicito el respaldo internacional en los foros y encuentros donde se debate sobre Ucrania, sobre esta guerra y sobre las posibles soluciones. Estoy seguro de que, a través de nuestra comunión y unidad espiritual, Dios hará aún más.

PAZ EN UCRANIA – Pastoral Social e Innovación – Archidiócesis de Madrid

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