María Victoria Atencia nació en Málaga en 1931. Realizó primeros estudios en colegios religiosos. Con 19 años conoce al poeta Rafael de León, casándose con él cinco años después. Nacerán cuatro hijos:Rafael, Victoria, Álvaro y Eugenia. Aunque ya había publicado su primer importante poemario ("Arte y parte", Adonáis 1961), enmudece líricamente durante quince años para dedicarse al hogar y por sentirse afectada por el fallecimiento, demasiado sucesivo, de sus padres... A la vista de esta fotografía, no resulta difícil comprender su fama de mujer hermosa.
"TRANCES DE NUESTRA SEÑORA"
Ha sido costumbre de María Victoria, devota tradición de algunos poetas, escribir por Navidad algunos versos, algún villancico, y darlo a conocer a los amigos. Así lo vino haciendo la escritora malagueña, hasta que, alcanzado cierto número de poemas, le imprimieron en Hiperión (1986) un cuadernillo casero que tituló "Trances de Nuestra Señora" (Trances = "raptos", "gozos", "arrobos"...). Lo fue enriqueciendo, año a año, hasta la publicación, en 1997, de un exquisito ejemplar de 38 cuadritos o viñetas líricas muy originales y respetuosas con el misterio. De ese florilegio escogeremos algún arrobo de la Madre de Dios y su piadosa amanuense.
La mejor descripción del poemario la ha realizado María Victoria entrevistada en "Conversaciones y poemas". Con esta emoción nos presentaba el poemario, luminosa vidriera de catedral:
"No es propiamente un libro de poesía religiosa. O no sólo eso. Está allí la Virgen, siempre tan venerada por mí, tan presente en mí. Pero también estoy yo, con mis perplejidades y mis sorpresas; yo como novia, como esposa, como embarazada, como madre. En los "Trances" estoy yo, trascendida pero siempre con suficientes testimonios de mi personal identidad."
El Espíritu acuna al árbol y al amoroso vientre. Ya llovieron las nubes al Deseado. Acaricia tú, madre, a tu sembrado vientre. Yo abrazaré a los dos. Arderemos en trío, llama encendida de amanecer... (Quien habla es la poetisa, dirigiéndose a María.)
NUESTRA SEÑORA ENCINTA
El aire te estremece con las hojas del chopo
y con un solo aliento a la par alentáis:
eres un agua viva que remansa el adviento.
Abrázate el regazo y déjame abrazarte
y sentir tu latido transfigurar tu cuerpo.
Prendamos una hoguera en tanto que amanece.
A punto de "alumbrar", se ofrece María al Señor, ensimismada en su Presencia. No echar en olvido que el buey y la mula "vigilan" y también esperan. Acaso, satisfecha de su embarazo, le venga a la madre de Dios la tentación, como a otras madres, de quedarse un poco más con el niño, antes de desprenderse de él, carne de su carne, fuego de su fuego, y entregáselo a la humanidad...
PLENITUD
Desde entonces me tienes, Señor, a tu servicio:
con llevarte conmigo lo demás se me olvida.
Una brizna de paja pone el oro en mi pelo
y, cerca de nosotros, buey y mula vigilan.
Y aunque ya me doblega el reproche del tiempo,
su completo solsticio de plenitud herida,
que sigan aguardando, por mí, que te retengo;
por mí, que en esta noche he de darte yo misma.
Aparecen en esta delicada viñeta la mula y el buey tradicionales, como en el "Romance del establo de Belén", de Gabriela Mistral, que convierte el portal en granja de animales que cantan a Dios; y así comienza: "Al llegar la medianoche / y romper en llanto el Niño / las cien bestias despertaron / y el establo se hizo vivo..." Aquí observan y participan en silencio.
LOS ANIMALES
Sabían, no sé cómo, mi secreto y miraban
mi detenido andar, mis manos sobre el vientre,
con sus ojos que hacía tan negros la ternura.
En blando acecho estaban y acallaban sus voces
en la jaula o el patio, el huerto o el corral,
y éramos como un reino de idéntica esperanza
en una luz no usada aún entre nosotros.