SALVADOR DE MADARIAGA. Romance apasionado a sus 90 años


Hace unos días, curioseando por la sección de poesía de La Casa del Libro, me encontré, con prólogo de Dámaso Alonso, un curioso ejemplar de versos de Salvador de Madariaga (Poesía,Espasa Calpe 1989). Lo llevé a casa y descubrí, más allá del admirable ensayista, historiador, novelista, conferenciante, biógrafo, político..., al Madariaga lírico, con magníficos poemas en inglés, francés y castellano. Quisiera destacar hoy su lúcida vejez, escribiendo, con más de 90 años, apasionados versos de amor a su compañera Mimí. Mimí era su segunda esposa (Emilia Szekély). A ella dedicó sus últimos escritos: "Poemas a Mimí", editado en 1982, cuatro años después de su muerte. De estos póstumos versos, voy a destacar tres interesante poemas, en este año que celebramos el trigésimo aniversario de su fallecimiento.

"MEDIANOCHE", POEMA CENTRAL

Explica la viuda las circunstancias existenciales que dieron origen a "Medianoche". Refiriéndose al poeta, explica cómo "la presión interior que el poema naciente ejerció sobre él fue tal que, no pudiendo resistirla, se levantó a media noche para darle expresión. Es uno de los mayores tesoros que poseo..." La fecha que aparece al pie es "16/17 de agosto de 1973", es decir, a media noche, entre los días 16 y 17 de dicho mes. "Expresaba en el poema -comenta Dámaso Alonso- lo que es el máximo deseo suyo al abrir los ojos por la mañana, al cerrarlos para dormir por la noche; y su mayor deseo si, después de la muerte, hay otro despertar":


MEDIANOCHE

Esto le pido a la Suerte:
Al nacer de la jornada,
abrir los ojos y verte.

Y cuando está terminada
la labor,
con el alma descansada
por el amor,
cerrar los ojos y verte.

Y si, la vida pasada,
quiere el sino que despierte
de la nada,
abrir los ojos y verte.


Comenta conmovido el poeta de "Hijos de la ira": "¡Ternura de esos versos que parecen obra del amor más juvenil! ¡Y cómo nos revelan esa tierna infantilidad eterna, del poeta! Ternura del corazón de ochenta y siete años, de Madariaga -corazón español esta vez-, ¡y cómo nos emocionan esos versos y cómo aumentan nuestro amor hacia él!"

Hablando de Emilia y su padre, Nieves de Madariaga pondera el cariño de Salvador, a sus 92 años, hacia Mimí, y el de ella hacia él,"como no muchos saben amar a los veinte". Otro inocente cotilleo: invitado por la pareja, Juan María López Aguilar refiere que "en el transcurso de la comida, entre plato y plato, don Salvador disfrutaba cogiendo la mano de Mimí, sobre el mantel, y con qué dulzura y ternura estaban muy pendientes el uno del otro".

CUANDO EL CAMPO MUERE, CUANDO DESPIERTA Y VIVE

Todo se seca, todo agoniza en torno. En un lugar


escondido, secreto, arde un capullo, canta la vida:

OTOÑO

Mira. Ya caen las hojas; y los días
miden su andar con paso ya más breve.
Sobre la yerba ya, pisa más leve
la luz el sol; y ya las melodías
que en la lira del bosque el viento mueve
modulan añorantes elegías.
Sobre las cumbres yermas y baldías
blanquea ya la inmaculada nieve.
Corre más turbio y gris, más denso el río,
y vuelan por el aire alas de frío
que calan hasta el alma silenciosa.
Todo presagia ya el invierno yerto...
Pero en lo más oculto de mi huerto
has florecido tú como una rosa.



Preguntaba Fray Juan al soto, a la fuente, a las flores... si habían visto a su Amado..."¡Oh bosques y espesuras / plantadas por la mano del Amado!, / ¡oh prado de verduras / de flores esmaltado!, / decid si por vosotros ha pasado..."Salvador de Madariaga, transtornado de amor, como la enamorada del Cantar de los cantares, sale al campo, interroga a los pájaros, la retama, el manzano...:



MAÑANA NUEVA...

Mañana nueva.
Nueva mañana.
Sonrosada el alba.
Apenas si los pájaros
se despertaban.
Bajé a la pradera.
Pregunté al geranio:
¿La has visto, acaso?
Es tan temprana...
El geranio se puso
como la grana.
Pregunté a la nieve de rosas
que pesa sobre la verde enramada:
¿La has visto, acaso,
esta mañana?
Las rosas se pusieron
aún más blancas
como si la nieve en sus mejillas
de blanco se ruborizara.
Pregunté al tordo
que pía-piaba:
¿La has visto esta mañana?
Se echó a volar pía-piando
y pía-piando se posó en la rama.
Pregunté a la yerba
que verdeaba:
¿La has visto esta mañana?
Y por todo el prado
pasó una oleada
de color lozana.
Y al manzano pregunté
y al cerezo
y a la retama
y todos como que más fuerte
respiraban.
Volví la vista a la casa.
Estabas asomada
a la ventana.
Mañana nueva,
nueva mañana.


Pensando en la muerte -¿cómo no, a su edad?- divertidamente escribe una cuarteta para su lápida:
EPITAFIO

Aquí yace, junto a mí,
la que junto a mí vivió.
Yo sólo fui mi yo-yo
pero ella fue mi Mi-mí.



No necesitaron lápida funeraria. Cuando murió su fiel compañera y esposa, se juntaron las cenizas de Emilia y Salvador en una misma urna, y fueron sembradas en su mar de La Coruña, cumpliendo sus deseos de volver al seno de la naturaleza,haciendo realidad, como dijo su esposa, los versos de Jorge Manrique “Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar...”

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