La Iglesia ante la violencia de ETA Monseñor Uriarte a los jóvenes: “os invito a adquirir una fiel memoria de lo ocurrido para que no se vuelva a repetir”

Todos valoran la importancia de conocer el contexto en el que ETA nació y actuó

El segundo día de las Jornadas de la Pastoral Universitaria celebradas en el Campus de Álava bajo el epígrafe “La Iglesia ante la violencia de ETA” tuvo una primera parte planteada desde el mundo académico, y una segunda, que suscitó la atención mediática, con la intervención de monseñor Juan María Uriarte obispo emérito de San Sebastián.

Jornadas Past Univ 2019 dia 2 sala RD

Monseñor Uriarte estructuró su discurso en tres partes, la primera en la que aborda que le correspondía hacer y decir a la Iglesia, la segunda para recordar lo que sí dijo e hizo la Iglesia, y en particular el episcopado vasco, y una tercera, en un acto de auto crítica, exponiendo, a su juicio, qué fue lo que no hizo y qué no dijo la Iglesia. Previamente ofreció a los medios unas palabras en euskera en las que daba este esquema de lo que sería su charla y añadía: “claro que hay claros y oscuros en esta historia. Los puntos brillantes fueron muchos más que los oscuros, aunque los oscuros son los que más se vean. Y con el tiempo las cosas se van clarificando aunque en aquellos tiempos hay que improvisar porque nadie nace sabido, así que se hablará también de lo que se ha ido aprendiendo por el camino.”

Partiendo de la base de que “ETA es un fenómeno sin causa justificada” Uriarte dijo que, como Iglesia, “teníamos que situarnos en el contexto en el que ETA nacio,  y tomar clara conciencia del mismo, no para justificar ni mucho menos su existencia y su actividad terrorista sino para explicar su fenomenología.” De ese conterxto histórico se había hablado precisamente a lo largo de la mañana.

Monseñor Uriarte señaló dentro de este capítulo como acciones que le correspondían a la Iglesia: “reprobar la violencia sin paliativos; censurar os delitos en la lucha antiterrorista, estar con las víctimas, con todas las víctimas; y promover la reconciliación.”

En el apartado de lo que sí dijo e hizo la Iglesia Uriarte recordó como desde el año 1968 el pronunciamiento de los obsipos vascos fue ganando en firmeza. El obsipo emérito de san Sebastián defenció que la Iglesia se adelantó a otros agentes sociales en la denuncia de la cviolencia de ETA llamando asesinatos a las muertes provocadas y terrorismo a sus acciones.

Uriarte recordó con dolor “el sambenito de la equidistancia” y “el descomunal malentendido” al acusarles de equiparar a las víctimas.

Una de las contribuciones de la Iglesia que Uriarte destacó fue la de “ofrecer una doctrina ética de la paz” a través de sus documentos, cartas pastorales y otras intervenciones.

Y el último aspecto que destacó fue la tarea de preocupación por la reconciliación que ha sido una constante en el posicionamiento de la Iglesia.

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En el apartado de la autocrítica comenzó señalando que la Iglesia no es la única institución que tenga que reconocer en su historia el no haber estado a la altura de las circunstancias.  Y respecto de la Iglesia señaló como primer “pecado” el “no haber sido nosotros mismos” el no haber sido la Iglesia testimonio que la sociedad necesitaba. Ello motivado “por las diferencias eclesiales internas y por la falta de una fe interpeladora”.

El obispo emérito de San Sebastián reconoció también que en algunos aspectos la reflexiones fueron incompletas e insuficientes. Aunque se constató en varias ocasiones lo pernicioso de un absolutismo de la idea nacional que proclamaba ETA. Citó un texto de 1986 en el que decían que “cuando la patria y el pueblo se convierte en un ídolo despierta tarde o temprano las energías destructivas, la patria no es un idolo al que hay que amar con fervor religioso.” (“Creer hoy en el Dios de Jesucristo.” Carta Pastoral obispos vascos Cuaresma-Pascua 1986)

 Uriarte cerró su intervención dirigiéndose a los destinatarios primeros de estas Jornadas, los jóvenes universitarios, a quienes les dijo: “os invito a adquirir una fiel memoria de lo ocurrido para que no se vuelva a repetir”.

La primera parte que se expuso bajo el epígrafe de “Miradas históricas sobre la Iglesia ante la violencvia de ETA.” Contó con la participación de Anabella Barroso, directora del Archivo Histórico Eclesiástico de Vizcaya, Galo Bilbao, profesor de ética en la Universidad de Deusto, José María Ortiz de Orruño profesor de Historia contemporánea en la UPV.

Anabella habló del contexto histórico en el que nació ETA caracterizado, en cuanto a la Iglesia se refiere, en un clero dividido entre quienes bendecían el régimen franquista y quienes se oponían al mismo. Así mismo recordó cómo el regimen franquista vivía con nerviosismo cualquier atisbo de separatismo que pusiese en duda su legitimidad. Es por ello que el apoyo de un aparte de la Iglesia era importantísmo y  las críticas de la otra parte de la Iglesia era peligrosísimo. Ello justificó la represión al clero que clandestinamente o públicamente manifestaba sus críticas, y en las provincias vascongadas esa crítica de un aparte del clero fue importante y sonada como la carta de los 339 sacerdotes que hicieron llegar a Roma. La persecución al clero vigilando y controlando las homilías y otras medidas adoptadas por parte de las autoridades del régimen franquista  provocan una radicalización de un sector de miembros de la Iglesia en las provincias vascas y  Navarra, miembros de grupos y movimientos cristianos y sacerdotes y religiosos.

Anabella hace un repaso a las diversas argumentaciones que social y eclesialmente se suceden y aparecen como justificación para la lucha por la “causa vasca”.

Galo Bilbao centro su intervención en las declaraciones de los obispos y las críticas de las víctimas. Críticas que, a juicio de Galo Bilbao, están justificadas en gran parte, y que podrían hacerse extensibles en las décadas del 68 a los 90 sobre la práctica totalidad de las instituciones. Bilbao ha recogido en su trabajo la certeza de una condena firme y continuada de los obispos vascos tanto del terrorismo de ETA como de las violaciones realizadas desde la lucha antiterrorista, algo que ninguna otra institución puede presentar. “el mandato del no mataras es el más repetido en todos los documentos de la Iglesia”.

¿Dónde se sustentan entonces las críticas legítimas de las víctimas? Hasta el año 2000 los documentos de los obispos no acertaron a adjetivar el sufrimiento de las víctimas de “injusto”.

Por otro lado “el esquema cristiano de la reconciliación en la que el perdón se otorga mutuamente tampoco encaja con la visión de las víctimas” señaló Galo Bilbao.

Bilbao hace una apreciación importante cuando dice que hay que distinguir entre los documentos conjuntos de los obispos vascos y las declaraciones particulares. Señala que hay mayor riqueza en las declaraciones particulares y pone como ejemplo que hasta 1984 conjuntamente los obispos no citan a ETA, y en 1969 sí se hace en una declaración particular.

José María Ortiz de Orruño se presentó a la hora de abordar el tema como un lector de periódicos y su aportación fue en gran parte un rescatar pronunciamientos y acontecimientos que fueron recogidos en los medios de comunicación, en las publicaciones internas de la Iglesia o en el boletin de la banda terrorista. El rastro que ha ido dejando la Iglesia de su posicionamiento ante la violencia de ETA en las diversas publicaciones es un material que permite ver los claroscuros que en estas jornadas se han ido poniendo sobre la mesa.

Uriarte y Elizalde  para el blog 00

Non solum sed etiam

Que la prensa era parte importante del archivo histórico del último ponente podía haberse deducido del reiterado uso del término “Iglesia Vasca”, un recurso periodístico justificado para encajar en la maquetación el titular y un término que ha sido absolutizado ideológicamente, aun a sabiendas de que es incorrecto, ya que no existe una Iglesia Vasca, sino La Iglesia EN el País Vasco. La Iglesia Católica solo ha de entenderse como una encarnada EN cada uno de los pueblos, pero sin perder su identidad. Por eso, y reconozco que es una obsesión personal, siempre he rechazado el término “Iglesia vasca”, aun a sabiendas de que la misma jerarquía vasca se ha dejado querer en ese término en muchas ocasiones. Pero al final creo que ha sido un error porque alentaba una iglesia nacionalista que es la antípoda de la Iglesia católica.

Hecho este paréntesis, quiero aportar la sensación personal que deja en mi estas Jornadas: Hemos escuchado testimonios que han visibilizado algo que ya sabíamos, que la Iglesia, en general y particularmente En el País Vasco y Navarra, es una Iglesia plural, diversa, dividida, que no habla un mismo lenguaje; Hemos escuchado también cómo desde el seno de la Iglesia no se tiene miedo a reconocer los pecados propios y, sobre todo, los del hermano, especialmente los del hermano que ocupa un cargo en la Iglesia; Hemos podido escuchar cómo, desde hace años, y desde la propia Iglesia (miembros de la Iglesia) se viene trabajando y publicando en tesis y publicaciones varias, la historia del contexto en el que surgió la banda terrorista ETA, sus consecuencias y las reacciones que fueron suscitando sus acciones que van desde el respaldo individual y social (yo también he cantado y festejado  hasta con mi madre el “voló, voló, Carrero voló” antes del “Paquito el chocolatero” en las verbenas y hoy me estremezco al recordarlo) hasta la condena más absoluta (que también recuerdo haberlas hecho en las editoriales de los programas de la radio que hice en Radio Vitoria y en la Cadena Cope y que un día descubrí llegaron a inquietar a mi familia por sus posibles consecuencias); Hemos oído la voz de militantes cristianas que no se conformaron con rezar por la paz, de sacerdotes que han sentido que su sitio estaba junto a las familias de quienes eran víctimas de sí mismos y de sus acciones; de historiadores que han recogido minuciosamente el rastro escrito para poder ofrecer un relato histórico ajustado a los hechos reales y no basado en entelequias ni opiniones personales; hemos escuchado con atención la voz de un obispo que intentó estar a la altura y tener la palabra precisa en cada momento, y que hoy, ya retirado, reconoce que ni él, ni sus compañeros, ni muchos otros sectores de la sociedad lo lograron.

¿Y ahora qué? ¿Qué podemos hacer con todo esto? ¿Cómo llegar a toda esa juventud que estuvo ausente en las jornadas y que monseñor Uriarte tuvo presente en su mensaje final?

En la Iglesia está surgiendo una nueva generación de cristianos, ojalá ellos sepan encontrar esa voz común, sustentada en el Evangelio y no en ideologías, que les permita ser un verdadero referente para la sociedad, y desde ahí sí podrán mediar, apaciguar, reunir, encontrar, pacificar, vivir en paz.

Los desgraciados sucesos en Nueva Zelanda de hoy mismo nos reafirman en el mensaje nunca suficientemente repetido: La violencia no es el camino para la Paz.

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