La gran aportación del monacato a la Iglesia (III) Discurso de Benedicto XVI en un convento que fue de Cistercienses

Benedicto XVI y San Bernardo
Benedicto XVI y San Bernardo

El caso del Papa Ratzinger --el último papa europeo-- es singular, pues desde el inicio de su Pontificado, comenzando con la elección del nombre papal, Benedicto, quiso ya vincularse al monacato y lo monástico

Existen referencias continuas en sus obras teológicas, discursos y alocuciones a la llamada “Teología monástica”, de alguna manera opuesta a la llamada “Teología Escolástica”

Lamentamos que en la Encíclica Laudatio si, de tanta palabra, apenas se mencione el gran trabajo “ecológico” desarrollado por el monacato

"San Bernardo de Clairvaux fue un hombre excepcional dotado de gran inteligencia, hombre de Dios enriquecido por gracias insignes que puso todos sus dones al servicio de una reflexión entregada al sujeto de la fe”. Dom Leclercq (1911-1993)

Está en la tradición que los papas recuerden la brillantez del monaquismo occidental desde San Benito de Nursia a mediados del siglo V y que agradezcan las aportaciones de mujeres y hombres, monjas y monjes, realizadas desde el Monacato a la vida cristiana y a su enraizamiento en lo que es ahora Europa. El caso del Papa Ratzinger --el último papa europeo-- es singular, pues desde el inicio de su Pontificado, comenzando con la elección del nombre papal, Benedicto, quiso ya vincularse al monacato y lo monástico. Al periodista Peter Seewald (Últimas conversaciones, Ediciones Mensajero 2016), sobre la elección del nombre, dijo: “Pensé en el Papa Benedicto XV –y a través de él, en el propio San Benito- que era la conexión adecuada (página 228).

Un papa Benedicto XV, también muy europeo y llamado “Papa de la Paz”, que, a pesar de sus varios intentos, no pudo detener Primera Guerra Civil europea, calificada de suicidio y de estupidez total; una Europa de ambivalencias, de excelsa cultura y de estupideces sanguinarias.

Benedicto en Bernardins

Un monje San Benito, fundador del Monacato, patrón de Europa y autor de la llamada Regla benedictina, fue la base de la vida de monasterios posteriormente, ajustándose la Regula a las circunstancias y/o restaurándose, caso del Cister –excelencia de las Reglas de San Benito que se aplican también a quienes no son benedictinos, caso de los cistercienses--.

Restauración, mayor radicalidad evangélica y una vuelta a la pureza de la regla benedictina por medio de un mayor ascetismo, un rigor litúrgico y del trabajo manual, están en la base de la fundación del Cister (Citeaux). Es de recordar que no fue San Bernardo el fundador del Cister; únicamente fue su maestro espiritual y sí el fundador del monasterio de Clairvaux. San Bernardo caminó a la entonces humilde Abadía de Citeaux; no a la pomposa Abadía de Cluny, con abad mítico en la persona de Pedro el Venerable, que introdujo la fiesta de La Transfiguración.

El papa Benedicto XVI, en su Discurso dirigido a la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, pronunciado el 28 de noviembre de 2008, hizo la siguiente confesión singular: “El tema del monaquismo me interesa mucho”. Por eso, por “lo de interesar mucho”, mencionó el 28 de noviembre Discurso que pronunció días atrás, en Paris (Collège de Benardins) el 12 de septiembre de ese mismo año (2008), y al que nos referiremos a continuación en detalle.

Cistercienses

Por eso, por “lo de interesar mucho”, existen referencias continuas en sus obras teológicas, discursos y alocuciones a la llamada “Teología monástica”, de alguna manera opuesta a la llamada “Teología Escolástica”: Mística versus Escolástica (por ejemplo en Reflexiones de 27 de junio de 1982 en la Academia Católica de Baviera). Y también “por eso”, Benedicto XVI dedicó varias Audiencias Generales a tratar temas monásticos: la de 21 de octubre de 2009 dedicada la figura de San Bernardo de Clairvaux, la de 28 de octubre de 2009 sobre la diferenciación de la Teología monástica y escolástica, la de 4 de noviembre de 2009 sobre San Bernardo y Abelardo, y la de 11 de noviembre de 2009 sobre la Reforma de Cluny.

En el anterior artículo El Monaquismo occidental y Benedicto XVI nos referimos a las circunstancias personales y de lugar (Collège) del llamado Discurso del Santo Padre Benedicto XVI, dentro del llamado Encuentro con el Mundo de la Cultura. Llamó la atención que eso mismo (Discurso y Encuentro) se indicara en el famoso discurso papal en la Universidad de Ratisbona el 12 de septiembre de 2006, y que se indicara, además, el título del Discurso, que fue Fe, razón y universidad. Recuerdos y reflexiones. Por el contrario, en el Discurso de Les Bernardins (París), no había título, algo llamativo. En consecuencia, no se sabía el objeto o tema del discurso o lección, aunque dado el lugar, “emblemático”, en que se iba a pronunciar --un antiguo Colegio de hijos de San Bernardo y escuela de monjes jóvenes de la Orden del Cister, para preparación de su futura vida monástica (“bernardinos”)-- permitiera deducir que iba a ser sobre la vida o cultura monástica. El Papa, a principio del Discurso dijo: “Nos encontramos en un lugar histórico edificado por los hijos de san Bernardo de Claraval” y a continuación añadió: “Quisiera hablaros esta tarde del origen de la teología occidental y de las raíces de la cultura europea.

Después de referirse a los monasterios como “lugares de sobrevivencia de los tesoros de la vieja cultura y en los que, a partir de ellos, se iba formando poco a poco una nueva cultura”, y ello en un contexto turbulento, estando muy cerca la Reforma de Gregorio VII, con importantes migraciones y el resurgir de un nuevo orden político (de ese tiempo data el trabajo del monje jurista Graciano), el Papa entró en la materia monástica. Citó dos veces al medievalista benedictino Dom Leclercq, al que siguió en su disertación, siendo éste autor de una edición crítica de las obras de San Bernardo y de un excepcional libro (1957) El amor a las letras y el deseo de Dios, editado en España por Sígueme, dividido en una Introducción general, sobre gramática y escatología, tres capítulos sobre cultura monástica (formación, fuentes y frutos) y un epílogo sobre literatura y vida monástica.

Libro de Leclercq
Libro de Leclercq

Dom Leclercq había distinguido entre una Teología contemplativa, en el interior de los monasterios, enseñada individualmente por monjes y abades, y una Teología escolástica, en escuelas y universidades, enseñada por maestros, como Abelardo, Gilberto de Poitiers y de Alain de Lille, con diferentes métodos, orígenes y finalidades de una y otra teología, aunque, naturalmente relacionadas, y siendo el siglo XIII el del apogeo de la Escolástica. También dos veces citó el Papa a San Bernardo de Clairvaux, cabeza visible de la Teología monástica, renovador de la Teología de los Padres y el último de los Padres, personaje excepcional al que nos referimos en anteriores artículos (Parte 1 y 2), siendo el siglo XII la edad de oro de esa Teología (la monástica o contemplativa) y muy de los monjes cistercienses que la practicaron en sus monasterios. Del amplio y complejo asunto de la Teología medieval, comenzando en el siglo VII, nos centraremos en la teología monástica.

Quaerere Deum o buscar a Dios, que fue el único objetivo de los monjes, lo verdadero de unos hombres, religiosos, seguidores con rigor de los mandatos evangélicos para conseguir la perfección y el estado apostólico. Una forma de vida dividida entre un Ora et labora. Un orar sin el cual no es posible la Teología, teniendo un carácter religioso el conocimiento de Dios. Diría san Bernardo que no se trata de resolver disputas dialécticas sino alcanzar la santidad.

Monjes

a).- Del Ora, cuyo camino es la PALABRA y estando en el rezar la base de la actividad de los monjes. Escribe Leclercq: “Para alcanzar la vida eterna, de la que tantas veces habla San Benito como único fin que importa, hay que entregarse, en el silencio y alejamiento del mundo, a la oración y la ascesis”.

“Letras” en primer lugar y “deseo de Dios” luego, tal como indicó Don Leclercq en su libro, que siguió Benedicto XVI. Amor a las letras, amor a la literatura y amor a Dios. Unas palabras, las de Dios, que son perfectas y que están en la Biblia (Sagradas Escrituras, el Antiguo y Nuevo Testamento), continuadas en los textos de los Padres (Patrística). Y palabras de los monjes que son alabanza de Dios (Opus Dei) y de lectura espiritual (Lectio Divina), con pretendida perfección literaria, resultante de la aplicación estricta de las reglas de la Grammatica o palabras sistematizadas en forma de Grammatica.

Es impresionante constatar, por ejemplo, la perfección gramatical y retórica de los textos (sermones como el del Cantar de los Cantares, cartas y tratados como el De Consideratione) de san Bernardo, redactados en un latín tan perfecto que recuerdan a Cicerón o Virgilio. A ese carácter literario se refirió el Papa Benedicto refiriéndose a la biblioteca y escuela, estancias dentro del monasterio, recordando Benedicto XVI que el monasterio se llamó dominici servitii schola. Y “deseo de Dios” que lleva a la contemplación y a la mística, a la unión con Dios, a través de su hijo Jesús y de la Virgen Madre. Y ahí está la raíz de esta teología (S.XII), que, como indicamos antes, va mucho más lejos que la Teología escolástica (S.XIII) a través de la lógica y la dialéctica.

San Bernardo

Benedicto XVI, después de referirse al aspecto comunitario de la oración (“Palabra que mira a la comunidad y que introduce en la comunión con cuantos caminan en la fe”), se refirió al acto de leer en cuanto necesario movimiento y acto corporal, tal como ocurre, de manera manifiesta, en las escuelas rabínicas; a las que debemos añadir las escuelas musulmanas de carácter ascético o místico. Y de la Palabra, que es oración, de la hablada, conjunta, comunitaria y litúrgica, surge el canto (Libro de los Salmos y del Cantar de los Cantares). Surgió en los monasterios, como dijo Benedicto XVI, la gran música occidental. Será posteriormente –también añadimos nosotros- con la Reforma de Lutero, cuando la música --Don de Dios y para su Gloria—según los luteranos, ocupe el primer plano en las ceremonias litúrgicas.

b).- Del labora. Benedicto XVI señala sobre los “trabajos manuales” una de las más características diferencias entre el pensamiento griego y el judío-cristiano… (Continuará).

En la 4ª y última parte, analizaremos el “labora” en el discurso pontificio y haremos referencias finales sobre el Vaticano II, al silencio, poesía y la mística, así como a las clases impartidas en el Collège des Bernardins por monjes benedictinos acerca de la aplicación presente de la Regla de San Benito al llamado management empresarial.

Concluiremos ahora lamentando que en la Encíclica Laudato si, de tanta palabra, apenas se mencione el gran trabajo “ecológico” desarrollado por el monacato. Consideramos muy insuficientes y tacañas las pocas líneas del parágrafo 126 de la Encíclica referido a ello: “Recojamos también ALGO de la tradición del monacato” –se dice en la Laudatio Si-. Hay textos antológicos, de procedencia monástica, sobre la Naturaleza y su cuidado.

No tenemos duda de que en el grupo de redactores del documento papal hubo muchos clérigos “urbanitas” y no monjas o monjes de procedencia monástica. Lo lamentamos profundamente. Pudiera ser que monjas y monjes, en sus claustros monásticos, piensen, que ellos, a diferencia de otros, no precisan de propaganda, publicidad o que les reiteren, por su inseguridad, que son los mejores.

Concurso-cuentos6
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