"Ubi Petrus, ibi ecclesia y hoy la Iglesia ha de mirar el Gemelli" Francisco, signo para la Cuaresma

Francisco y la ceniza
Francisco y la ceniza

Quizás más que nunca las palabras que inician el camino cuaresmal “conviértete y cree el evangelio” nos las recuerda el papa Francisco con su vida y su actitud ante la enfermedad. Su pontificado ha sido (y esperamos que siga siendo) una llamada a la conversión hacia el evangelio

Francisco ha sabido en lo pastoral poner a la persona por encima de la norma, como hacía Jesús. En las distancias cortas se ha tomado en serio a las personas que a él se han acercado, mirando a los ojos de cada uno de ellos, tal y como hacía Jesús

Hoy más que nunca, Francisco con su actitud paciente que abraza la propia cruz, sin hacer exhibiciones teatrales en fotos y portadas, nos recuerda lo esencial: conviértete, cambia tu forma de enfocar el mundo y vuélvete hacia el evangelio: primero de forma personal y luego comunitaria y sinodal (tal y como lo recuerda en su mensaje de Cuaresma para este año jubilar)

Este año el inicio de la Cuaresma para cualquier católico viene marcado por la situación del papa Francisco que se encuentra ingresado en el Gemelli de Roma, sostenido por la oración de la Iglesia que espera su recuperación. Ubi Petrus, ibi ecclesia y hoy la Iglesia ha de mirar el Gemelli.

Quizás más que nunca las palabras que inician el camino cuaresmal “conviértete y cree el evangelio” nos las recuerda el papa Francisco con su vida y su actitud ante la enfermedad. Su pontificado ha sido (y esperamos que siga siendo) una llamada a la conversión hacia el evangelio.

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La palabra conversión es la traducción de la palabra griega de los evangelios: μετανοεῖτε καὶ πιστεύετε ἐν τῷ εὐαγγελίῳ Mc 1, 15: convertíos y creed el evangelio. La palabra griega μετανοεῖτε, bien traducida, señala que la llamada “conversión” consiste en un cambio de mentalidad μετα (meta: desplazamiento) νοεῖτε (manera de pensar). La conversión apunta no tanto a lo moral (comportamientos relacionados con el cumplimiento de las normas y leyes establecidas), sino a la manera de enfocar la propia existencia: pasar de prescindir de Dios en nuestras vidas a contar de forma clara y decidida con él. Eso es lo que realmente inicia el auténtico proceso que acaba transformando progresivamente nuestra vida. En esa transformación hay un momento de vuelta al que es nuestra única fuente, Jesús, y el trato con él nos acaba trasformando y, al transformarnos, trasforma el mundo que nos rodea. De forma sencilla, desapercibida y discreta, como nos recomienda hoy el evangelio en relación a la oración, ayuno y limosna: “cuando ayunes… cuando vayas a orar… cuando hagas limosna”. Es una llamada a realizar estas tres prácticas cuaresmales que nos desprenden de nosotros mismos, nos acercan a Dios y a las necesidades de los demás… desde la discreción y autenticidad: tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.

Gemelli
Gemelli

Iniciamos la Cuaresma con el papa muy presente. Su llamada a la conversión a lo central y esencial de la fe: el evangelio, se hace hoy especialmente clara e incisiva. Desde el principio de su pontificado Francisco ha puesto a la Iglesia en estado permanente de conversión, de vuelta a lo esencial. Ha sabido, conservando su ministerio pretino de guardar la unidad, acercarse a las periferias existenciales de todo tipo y dar una palabra clara que ayudara a la conversión. Francisco ha sabido en lo pastoral poner a la persona por encima de la norma, como hacía Jesús. En las distancias cortas se ha tomado en serio a las personas que a él se han acercado, mirando a los ojos de cada uno de ellos, tal y como hacía Jesús. Y todo esto lo ha hecho no distinguiendo entre amigos y enemigos, entre justos e injustos, sabiendo perdonar las zancadillas de los que lo han rodeado.

Las persecuciones le han venido desde dentro. Su martirio está provocado por los propios hombres de Iglesia que lo han reinterpretado continuamente, se han sentido molestos con sus palabras y gestos y se han atrevido incluso a pautarle cómo debía gobernar

Las persecuciones le han venido desde dentro. Su martirio está provocado por los propios hombres de Iglesia que lo han reinterpretado continuamente, se han sentido molestos con sus palabras y gestos y se han atrevido incluso a pautarle cómo debía gobernar.

Ya, al principio de su pontificado en su Evangelii Gaudium nos recordó algo que ha cumplido hasta donde le han dejado: Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. Y, como era consciente de que para poder transformar la realidad eclesial debía empezar por su propio ministerio añadía: Dado que estoy llamado a vivir lo que pido a los demás, también debo pensar en una conversión del papado. Me corresponde, como Obispo de Roma, estar abierto a las sugerencias que se orienten a un ejercicio de mi ministerio que lo vuelva más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización.

Ceniza
Ceniza

Eso es lo que ha hecho Francisco hasta hoy, miércoles de ceniza, comenzar por él mismo, tomarse en serio que la conversión hacia el evangelio debía empezar por la conversión del ejercicio del propio papado. Esto, claramente, lo ha hecho controvertido para algunos y claramente profético para otros.

Conversión al Evangelio que no necesita de complicados planes pastorales que enrevesan una y otra vez lo esencial y postergan lo que es un acto sencillo de la voluntad y del corazón: volverse al Señor, que es el único capaz de cambiarnos la mentalidad para pensar no como el mundo, sino como Dios. Un cambio lento, pero firme. Tal y como Francisco ha reflejado una y otra vez: iniciar procesos que a la larga acaben transformando la realidad eclesial.

Hoy más que nunca, Francisco con su actitud paciente que abraza la propia cruz, sin hacer exhibiciones teatrales en fotos y portadas, nos recuerda lo esencial: conviértete, cambia tu forma de enfocar el mundo y vuélvete hacia el evangelio: primero de forma personal y luego comunitaria y sinodal (tal y como lo recuerda en su mensaje de Cuaresma para este año jubilar).

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