La Iglesia en Guatemala se apresta vivir su sexto Congreso Misionero: 14-16 de noviembre 2025 El aporte de la diócesis de Jutiapa al Comgua VI-Guatemala: Por la senda de la sinodalidad, el profetismo, la misión y el discipulado entre los pueblos

COMGUA-VI
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"El diagnóstico muestra un pueblo creyente que, a pesar de su fe viva, enfrenta graves desafíos estructurales, culturales y espirituales que afectan tanto la vida eclesial como el tejido social"

"El diagnóstico pastoral identifica resistencias internas: miedo al cambio, pereza, autosuficiencia, apego a lo material, fanatismo y desinterés"

"La fe cristiana, cuando se vive auténticamente, es profética. No solo anuncia el amor de Dios, sino que denuncia la injusticia"

"La sinodalidad es nuestro modo de ser Iglesia: caminar juntos, escucharnos, discernir, compartir y servir"

EL APORTE DE LA DIÓCESIS DE JUTIAPA AL COMGUA VI-GUATEMALA

Una Reflexión Teológico-pastoral

Introducción

“El aporte de la diócesis de Jutiapa al COMGUA VI. Una reflexión teológico-pastoral”, se ha desarrollado desde el tradicional método de la reflexión teológico-pastoral de nuestro continente latinoamericano: VER, JUZGAR Y ACTUAR. Por eso, comienzo esbozando un breve análisis de la realidad de nuestra Iglesia local y su entorno social, para luego proponer los principios teológico más sobresalientes, y concluyo con algunas orientaciones pastorales. 

Las fuentes para este análisis son los Grupos Sinodales de Reflexión, GSR, que se crearon en todas las parroquias de la diócesis de Jutiapa, utilizando el Instrumento de Trabajo, que entregó la Comisión Central del COMGUA VI, con los cinco ejes temáticos: sinodalidad, profetismo, misionariedad, discipulado y esperanza en los pueblos. Solo en la parroquia que yo acompaño creamos 50 Grupos Sinodales de Reflexión.  

Creemos. Crecemos. Contigo

Comgua VI

1. ANÁLISIS DE LA REALIDAD SOCIAL Y ECLESIAL

La realidad social y eclesial que se desprende de los cinco Informes de Síntesis de la Diócesis de Jutiapa, como aporte al COMGUA VI a celebrarse en la diócesis de Zacapa, del 14 al 16 de noviembre, 2025, refleja una profunda tensión entre el anhelo de renovación pastoral y las condiciones concretas que dificultan su realización. El diagnóstico muestra un pueblo creyente que, a pesar de su fe viva, enfrenta graves desafíos estructurales, culturales y espirituales que afectan tanto la vida eclesial como el tejido social.

Contexto social

Guatemala, y particularmente Jutiapa, vive una situación de desigualdad social persistente, marcada por la pobreza estructural, la corrupción en la esfera pública, la violencia generalizada y la migración forzada. La economía es de sobrevivencia y de consumo; además, centrada en la acumulación para unos pocos, que va generando para la mayoría de la población exclusión, desempleo y desnutrición infantil; también va provocando desintegración familiar y pérdida del sentido comunitario. Por otro lado, la presencia del crimen organizado, la inseguridad, el narcotráfico y la violencia doméstica erosionan los valores sociales y alimentan un clima de miedo e impotencia.

Los Informes de los cinco ejes temático destacan una creciente crisis de valores éticos y espirituales. El individualismo, la indiferencia ante los problemas sociopolíticos, la apatía ante las cuestiones sociales y la corrupción moral están debilitando los lazos sociales. La cultura dominante exalta el consumismo y el éxito individual, desplazando la solidaridad y la vida comunitaria. A nivel ambiental, se percibe una gran injusticia y un creciente deterioro de la “casa común”: contaminación, deforestación y proyectos extractivos que amenazan los territorios rurales.

A ello se suma un fenómeno migratorio de grandes proporciones: jóvenes y familias que abandonaron el país por falta de oportunidades. Este éxodo no solo empobrece la economía local, sino también la vida eclesial, dejando comunidades desarticuladas, sin líderes ni continuidad pastoral. En palabras de uno de los Informes, “vivimos en pueblos empobrecidos”, por eso se hace un llamado a superar la pobreza no solo material, sino también espiritual y moral.

Jutiapa

Realidad eclesial

La Iglesia en Jutiapa se reconoce en camino de conversión misionera desde las Santas Misiones Populares, SMP; también en proceso sinodal, aunque con cierta timidez, porque  aún sigue cargada por prácticas clericales, estructuras rígidas y poca participación laical, sobre todo masculina. A nivel parroquial constatamos la falta de formación sistemática, la rotación constante de líderes y la dependencia excesiva del sacerdote dificultan la continuidad de los procesos pastorales. Los fieles muestran entusiasmo, pero carecen de acompañamiento y oportunidades de formación integral.

El diagnóstico pastoral identifica resistencias internas: miedo al cambio, pereza, autosuficiencia, apego a lo material, fanatismo y desinterés. También limitaciones externas: pobreza, falta de transporte, escasa educación y métodos formativos poco participativos. Estas carencias provocan comunidades fragmentadas y una pastoral marcada por el activismo sacramental más que por procesos de madurez en la fe.

Sin embargo, también hay signos de esperanza: la revitalización de las Pequeñas Comunidades Eclesiales Misioneras (PCEM), la apertura al camino de la sinodalidad, el surgimiento de nuevos liderazgos laicales, y la creciente conciencia de que todos los bautizados son corresponsables de la misión. En varias parroquias se percibe una búsqueda genuina de espiritualidad, oración, solidaridad y acompañamiento comunitario.

Tensión fe–justicia y pobreza estructural

El análisis eclesial no puede separarse del análisis social. Los Informes de Síntesis de las 18 parroquias señalan una profunda conexión entre el empobrecimiento material y la pobreza espiritual. La Iglesia reconoce que la opción preferencial por los pobres no siempre ha sido asumida con entusiasmo y coherencia. A menudo se han limitado las acciones pastorales al ámbito religioso, sin asumir un compromiso transformador con la realidad social. Esta autocrítica es valiente y necesaria: el Evangelio exige una fe que se exprese en justicia, una esperanza que transforme estructuras y una caridad que denuncie las causas del sufrimiento humano.

Catedral de Jutiapa

La pobreza en Jutiapa no se entiende solo como falta de recursos, sino como exclusión sistémica. Las élites económicas y políticas mantienen estructuras injustas que perpetúan la desigualdad. En este contexto, la Iglesia está llamada a ser voz profética, acompañar a los movimientos populares, defender los derechos humanos y cuidar la casa común.

Desafíos culturales y pastorales

A nivel cultural, los Informes de Síntesis revelan una sociedad fragmentada y una división entre lo rural y lo urbano, donde persisten prejuicios, racismo, discriminación de género y desvalorización de la cultura indígena xinca. En el ámbito eclesial, falta inculturar el Evangelio en estas realidades y reconocer la riqueza de los pueblos originarios.

A nivel pastoral, los desafíos son múltiples: carencia de agentes formados, pastoral juvenil débil, poca integración de la mujer en espacios de liderazgo, escasa articulación entre movimientos laicales y parroquias. El clericalismo y la falta de diálogo entre sacerdotes y laicos generan desmotivación y distancia. Los Informes de Síntesis denuncian estas situaciones con lucidez, proponiendo una Iglesia más sinodal, participativa y comunitaria.

Signos de esperanza

A pesar de las dificultades, los Informes de Síntesis destacan varios signos de renovación:

Mayor conciencia de la misión como responsabilidad compartida.
Formación de líderes laicos con espíritu misionero.
Revalorización de la oración, la Eucaristía y la fraternidad comunitaria.
Procesos de discernimiento sinodal que fortalecen la comunión.
Experiencias de pastoral social y compromiso con los pobres.

En síntesis, la realidad social y eclesial de Jutiapa muestra una Iglesia viva, aunque herida, que busca recomponer su tejido comunitario desde la fe, la esperanza y la caridad. Es un pueblo que lucha contra la resignación y la indiferencia, que anhela formarse y participar, que necesita una Iglesia cercana, dialogante y profética. La gran tarea es convertir esta fe sufriente en esperanza activa, y esta esperanza en acción transformadora.

COMGUA VI

2. PRINCIPIOS TEOLÓGICOS MÁS IMPORTANTES

Los cinco ejes temáticos del COMGUA VI reflexionados desde la Diócesis de Jutiapa contienen una rica teología pastoral que articula fe, misión, comunión y esperanza. Los principios teológicos que emergen son los pilares de una eclesiología encarnada, sinodal y misionera.

La Iglesia como Pueblo de Dios

El primer principio fundamental es la Iglesia como Pueblo de Dios (cf. Lumen Gentium, 9). Todos los bautizados, sin distinción de estado o ministerio, participan de la misión evangelizadora. Este principio implica superar el clericalismo y asumir la corresponsabilidad de laicos y laicas, religiosos y ministros ordenados. La Iglesia se concibe como una comunidad en camino, no como una institución cerrada. Caminar juntos —sinodalidad— es una expresión de la comunión trinitaria.

La sinodalidad como forma de ser Iglesia

La sinodalidad no es un método administrativo, sino una dimensión constitutiva de la Iglesia. Significa escuchar al Espíritu a través del pueblo fiel, discernir juntos los signos de los tiempos y decidir en comunión. Teológicamente, se fundamenta en la acción del Espíritu Santo, “maestro del discernimiento”, que guía a la Iglesia hacia la verdad plena (Jn 16,13). La sinodalidad expresa la comunión trinitaria: así como el Padre, el Hijo y el Espíritu viven en relación, la Iglesia está llamada a vivir en diálogo, participación y corresponsabilidad.

El discipulado misionero

Inspirado en Aparecida (2007), el discipulado misionero se presenta como el núcleo de la identidad cristiana. No basta ser creyente; es necesario ser discípulo que aprende y misionero que anuncia. La formación, por tanto, no es un proceso teórico, sino un itinerario espiritual que lleva a la conversión. La misión no es tarea de unos pocos, sino de todo el pueblo bautizado. Ser discípulo misionero implica “salir del salero” para dar sabor al mundo: encarnar el Evangelio en la vida social, económica y cultural.

El Reino de Dios como horizonte teológico

Toda acción pastoral está orientada hacia el Reino de Dios, que es justicia, amor, paz y vida plena (cf. Rm 14,17). El Reino no se reduce a lo espiritual; es un proyecto de transformación histórica. De allí deriva el compromiso social de la Iglesia: denunciar la injusticia, acompañar a los pobres y promover la dignidad humana. La teología del Reino inspira una espiritualidad de esperanza activa, que une la fe con la lucha por la justicia.

Opción preferencial

La opción preferencial por los pobres

Este principio, profundamente enraizado en la teología latinoamericana, se reafirma en los Informes de Síntesis como criterio evangélico de discernimiento. La Iglesia reconoce que el rostro de Cristo se revela en los pobres, los marginados y los descartados. Optar por los pobres no es una estrategia sociopolítica, sino una exigencia de fe. Significa asumir su causa, denunciar las estructuras de pecado y trabajar por una sociedad más justa. Esta opción está vinculada al testimonio de los mártires de Guatemala, signos de fidelidad al Evangelio hasta las últimas consecuencias.

La esperanza como virtud teologal y dinamismo histórico

Los Grupos Sinodales de Reflexión para el COMGUA VI elevan la esperanza al centro de la reflexión teológica. La esperanza no es evasión ni consuelo pasivo, sino fuerza transformadora que anima la misión. Es “virtud de los peregrinos”, que caminan en la historia confiando en las promesas de Dios. La esperanza cristiana une la fe con la acción, impulsa a reconstruir comunidades heridas y a creer que el Espíritu actúa incluso en medio de la crisis. En este sentido, formar discípulos misioneros significa formar testigos de esperanza.

Espiritualidad de comunión

La espiritualidad de comunión, según Novo Millennio Ineunte (43), es la base de toda renovación eclesial. Implica ver en el otro un don, no un rival; aprender a escuchar, compartir y servir. En Jutiapa, esta espiritualidad se concreta en el fortalecimiento de las Pequeñas Comunidades Eclesiales, donde se vive la fe de manera fraterna. La comunión no excluye la diversidad, sino que la integra en la unidad del Cuerpo de Cristo.

 La formación integral del laico

Teológicamente, la formación integral responde al principio de la vocación universal a la santidad (LG 40). El laico no es un colaborador secundario, sino un sujeto activo de la misión. Su formación debe ser espiritual, bíblica, moral y social, orientada a la transformación del mundo desde la fe. Una formación integral produce cristianos maduros, críticos, comprometidos y coherentes.

Dimensión profética y social de la fe

La fe cristiana, cuando se vive auténticamente, es profética. No solo anuncia el amor de Dios, sino que denuncia la injusticia. Esta dimensión profética implica hablar con verdad, defender a los débiles, cuidar la creación y promover la cultura del encuentro. La Iglesia no puede callar ante la corrupción, la exclusión o la violencia. La misión profética brota del Espíritu que unge a los fieles para “anunciar la buena noticia a los pobres” (Lc 4,18).

Iglesia-pueblo

La misión como encarnación del Evangelio

Finalmente, la misión no es expansión institucional, sino encarnación del Evangelio en las realidades humanas. Supone cercanía, escucha y acompañamiento. En el espíritu de las Santas Misiones Populares, la misión se realiza desde las comunidades, con métodos participativos, promoviendo la solidaridad y la justicia. La Iglesia es “en salida” cuando vive entre la gente, comparte sus sufrimientos y se hace signo del Reino.

3. ORIENTACIONES PASTORALES PARA LA MISIÓN DE LA IGLESIA

Los Informes de Síntesis de las parroquias ofrecen las siguientes orientaciones pastorales

Impulsar una formación integral y permanente: Las parroquias deben establecer itinerarios formativos que integren la dimensión espiritual, humana y social. Es urgente crear escuelas parroquiales y diocesanas de formación para laicos y formadores, con pedagogías activas y contextualizadas.

Fortalecer la sinodalidad: Implementar espacios de diálogo, discernimiento y corresponsabilidad. Los Consejos Pastorales deben ser órganos de participación real, no decorativos. La sinodalidad exige revisar estructuras clericales, promover la participación de mujeres y jóvenes, y fomentar la unidad en la diversidad.

Promover la esperanza como eje pastoral: La misión debe centrarse en generar esperanza concreta. Se recomienda realizar campañas de solidaridad, visitas a hogares, acompañamiento a enfermos y proyectos sociales comunitarios. La esperanza cristiana se testimonia con obras, no solo con palabras.

Desarrollar una pastoral social profética: La Iglesia debe denunciar las causas estructurales de la pobreza y acompañar a los movimientos sociales en la defensa de los derechos humanos, la ecología y la justicia. Es necesaria una pastoral que promueva la conciencia ciudadana y la ética pública.

Animar la misión permanente: Toda comunidad debe ser misionera. Se deben fortalecer las Pequeñas Comunidades Eclesiales Misioneras y los grupos de misión parroquial. La misión no se reduce a eventos, sino que debe impregnar toda la vida pastoral.

Cuidar la comunión y la fraternidad: Promover relaciones sanas entre sacerdotes y laicos, evitar rivalidades y fomentar la espiritualidad de comunión. La fraternidad pastoral es testimonio de credibilidad ante el mundo.

Priorizar la pastoral juvenil y familiar: Los jóvenes y las familias son el corazón del futuro eclesial. Es indispensable formarlos en liderazgo, compromiso social y acompañamiento espiritual.

Integrar la pastoral ecológica y del cuidado de la casa común: Promover proyectos de ecología integral, inspirados en Laudato Si’, que unan la fe con el compromiso ambiental.

Ser una Iglesia en salida: No esperar que la gente llegue, sino salir al encuentro. Evangelizar en los márgenes, en los espacios públicos, en la cultura digital. Testimoniar el Evangelio con alegría, cercanía y coherencia.

Iglesia en salida
Iglesia en salida

Conclusión

La Iglesia en la diócesis de Jutiapa, con su corta historia, un pueblo de fe sencilla y un corazón esperanzado, con motivo del COMGUA VI y después de haber vivido el proceso preparatorio en los Grupos Sinodales de Reflexión se sabe llamada a seguir caminando con paso firme por la senda de la sinodalidad, el profetismo, la misión y el discipulado entre los pueblos

Hoy más que nunca, esta iglesia con olor a Francisco por los misioneros que la evangelizaron en sus comienzos y por el Papa que la creó hace 9 años, necesita recuperar su voz profética para denunciar el pecado estructural que oprime a los pobres y anunciar con alegría la buena noticia del Reino. Ser discípulos misioneros de esperanza significa encarnar el Evangelio en medio de la historia, dejar que el Espíritu Santo renueve las comunidades y volver a creer que la fraternidad es posible.

El camino no está exento de cansancio ni de sombras, pero el ardor misionero que brota del encuentro con Cristo resucitado nos impulsa a seguir adelante con pasión, humildad y audacia incidiendo positivamente en la sociedad jutiapaneca. La sinodalidad es nuestro modo de ser Iglesia: caminar juntos, escucharnos, discernir, compartir y servir. Así, fortaleciendo los vínculos entre los pueblos y las comunidades, podremos construir una Iglesia viva, solidaria, profética y en salida.

Sigamos, pues, como peregrinos de esperanza, convencidos de que el Reino de Dios se abre paso allí donde la fe se hace compromiso, la comunión se hace servicio y la esperanza se vuelve historia.

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