(José Manuel Bernal).- Escribo esto al hilo del malestar que ha creado la nota de los obispos en relación a la teología de Andrés Torres Queiruga. No es mi intención romper una lanza para defender al prestigioso teólogo gallego. No lo necesita. Sólo voy a intentar expresar dos ideas que, en todo este cruce de críticas y descalificaciones, bien podría tener carácter de preámbulo. No voy a referirme, en concreto, a ninguno de los puntos controvertidos que la nota episcopal recrimina a Torres Queiruga. Lo que deseo expresar aquí apunta a imperativos hermenéuticos previos, metodológicamente inevitables.
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