A mí me emociona especialmente el lugar escogido El papa Francisco descansa cerca de un pesebre

Su elección de ser sepultado en la capilla del Pesebre no es solo una señal de devoción, sino también de identidad: nuestro Papa es un peregrino, un emigrante venido del fin del mundo como le gustaba definirse. Y no solo por venir a Roma desde Argentina, sino por traer a Roma la voz de los últimos del mundo
Hoy, el lugar que acoge su cuerpo es más que un sepulcro: es un retorno. No tanto al polvo, sino al regazo. Francisco reposa allí donde vivió su fe con más ternura
La capilla del Pesebre en Santa María la Mayor, corazón devocional de Roma y eco pétreo de Belén, no es solo un espacio físico: es una encarnación de los misterios que se tejen entre la humildad y la eternidad. Aquí, donde una reliquia del pesebre guarda la memoria de la palabra hechacarne, San Ignacio de Loyola eligió en su camino peregrino celebrar su primera misa tras año y medio de ser ordenado. No lo escogió, por casualidad sino por coherencia, y deseo de identidad profunda y unión estrecha de su vida con el mismo Jesucristo: el altar del nacimiento fue también el altar de nacimiento sacerdotalde un peregrino que viviría para hacerlo conocer, amar y seguir. Un lugar sagrado que se convierte así para los jesuitas y para mucha gente , en una doble cuna: la del Hijo de Dios y la de Ignacio. Y ahí reposa Francisco.
En su decisión de esperar un año y medio para decir su primera Misa, tras el ferviente anhelo (no cumplido) de hacerlo en Belén, Ignacio revela una sensibilidad especial donde la celebración es algo más que un rito . Es reencuentro tangible con el misterio. No logrando llegar a Tierra Santa, elige esta capilla —llamada con ternura el “Belén romano”— como sustituta legítima de su deseo y señal de la geografía de la fe para el creyente. Experiencia de la presencia de Dios, humanizado en Cristo. Y este,pobre y humilde.
El Papa Francisco, hijo espiritual de Ignacio, quiso cerrar su peregrinaje en este mismo lugar. Su elección de ser sepultado en la capilla del Pesebre no es solo una señal de devoción, sino también de identidad: nuestro Papa es un peregrino, un emigrante venido del fin del mundo como le gustaba definirse. Y no solo por venir a Roma desde Argentina, sino por traer a Roma la voz de los últimos del mundo. La huella migrante la llevaba en el ADN y le brotaba por los poros, con un lenguaje directo y gestos profundamente simbólicos.

Su historia personal, con raíces en la Liguria italiana—de donde emigraron sus antepasados cercanos en el siglo XIX hacia la Argentina— se entrelaza con su última morada: su sepulcro está hecho con piedra traída de esa misma tierra. La piedra del su pueblo, cálida, versátil, usada también para trazar y señalar caminos, es ahora algo más que un homenaje a su linaje. Es un símbolo de los valores que Francisco defendió durante su pontificado: austeridad, sencillez, firmeza, servicio. Como un peregrino, un caminante entre los pueblos y entre la gente con quienes tan a gusto se encontraba
Eligió reposar bajo el amparo silencioso de una Madre: la Virgen María, Salus Populi Romani, la “Salvación del Pueblo Romano”. Esta antigua imagen bizantina, en la Iglesia que acoge su sepulcro , fue testigo no solo de los silencios del Papa, sino también sus clamores. Ante ella se inclinó en las madrugadas antes de cada peregrinaje apostólico, y a ella volvió, siempre, al regresar. Como quien no parte sin la bendición de su madre, ni llega sin decirle: "Ya estoy de vuelta". Flores, rosarios, pañuelos, juguetes de niños, exvotos de los sencillos... Francisco no traía trofeos del mundo, sino ofrendas de sus heridas y recuerdos de cariño . A sus pies ponía la vida de los pueblos visitados. Sus oraciones tenían forma de objetos humildes y entrañables.

Fue bajo esa misma imagen que, en la noche muda de una Roma confinada por la pandemia, presidió la histórica Statio Orbis del 27 de marzo de 2020. Allí, bajo la lluvia, con la plaza vacía y el corazón del mundo estremecido, Francisco alzó la voz por todos: enfermos, muertos, abandonados, migrantes, trabajadores exhaustos... Y lo hizo con la Virgen como testigo. No la invocó tanto como escudo, sino como compañía. No como Reina distante, sino como Madre presente.
Hoy, el lugar que acoge su cuerpo es más que un sepulcro: es un retorno. No tanto al polvo, sino al regazo. Francisco reposa allí donde vivió su fe con más ternura.
Este recordatorio del lugar de reposo del bendito Papa Francisco no podía terminar sin una referencia, tambiénfamiliar, a San Jose, (escribo el día de San José obrero) . Esta Basílica romana también custodia el que con mucha probabilidad es el Belén escultórico más antiguo de los que existen. Una obra de finales del siglo XIII. Está compuesta por las imágenes de la Virgen con el Niño en su regazo, y la de San José. Esta figura protectora fue siempre referencia de Francisco cuya imagen, en este caso un San Jose vencido por cansancio y por el sueño , teníatambién cerca de su despacho y debajo de la cual siempre dejaba papelitos con las peticiones concretas que le hacía.
Como si quisiera unir sus sueños con los de San José el protector de los sueños más nobles. A quien Francisco nombró Patrono de los emigrantes . Tantos caminantes, exiliados unos y buscadores de trabajo y/o dignidad otros. Aspirantes todos a los mejores sueños. Como los que San Jose velaba ante un niño nacido en un pesebre
Descanse en paz .
En tan buen lugar y en tan buena compañía que se multiplicará por miles de caminantes
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