Francisco promueve una conversión que origine una nueva cultura del encuentro La dinamo social de la esperanza

Los movimientos populares, con el papa Francisco
Los movimientos populares, con el papa Francisco Vía Campesina

El magisterio social del papa Francisco no espera conclusiones; inicia procesos. Es muy importante entender esto para hacer carne la sinodalidad. No debemos esperar, al final del sínodo de la sinodalidad, una conclusión, sino una puesta en marcha de la prédica evangélica

(Crónica de la Solidaridad). Francisco es el pontífice de la esperanza. Su pontificado está movido por la virtud teologal de la esperanza. Ante una crisis civilizatoria sin precedentes, a causa de un sistema económico que mata (EG 54), el Papa de origen la-tinoamericano invoca la gracia del Espíritu Santo, la esperanza, para hacer realidad efec- tiva la reforma de la Iglesia. Un cambio que no es de orden institucional sino personal. Se trata de una conversión que origine una nueva cultura del encuentro. Para eso, invita a los pueblos de la tierra a caminar juntos como un solo pueblo, como Pueblo fiel de Dios, sin aniquilar las diferencias constitutivas de cada cultura situada. La esperanza es la dinamo que impulsa ese movimiento hacia adelante de los pueblos y de la Iglesia como Pueblo de Dios. Y eso es un sueño posible porque, donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia (Rm 5,20).

El magisterio social del papa Francisco no espera conclusiones; inicia procesos. Es muy importante entender esto para hacer carne la sinodalidad. No debemos esperar, al final del sínodo de la sinodalidad, una conclusión, sino una puesta en marcha de la prédica evangélica. Los documentos conclusivos son propios de las instituciones humanas, no de la Iglesia como cuerpo místico de Jesucristo. Las conclusiones son modos de fijar el momento del acuerdo, de frenar los estadíos e inmovilizar las posiciones aventajadas como Estado. Finalmente, los documentos institucionalizados son modos de estabilizar una convivencia marcada por luchas. Eso, en el plano de lo social y secular, es bueno, tranquiliza, da seguridad; pero la Iglesia de Cristo no es Estado sino un movimiento: una buena aventura, una bienaventuranza. Es un camino hacia el Padre. Es un a-postolado, es decir, es avanzar juntos hacia adelante: sin miedo (Hb 10,39); con fe en Dios y confianza en la humanidad; con amor hecho justicia social; con esperanza como dínamo de un pueblo.

Los procesos abren camino

Las conclusiones dan por cerrado un período, un conflicto, una época. Los procesos abren un nuevo camino, un diálogo sinodal, tanto en el plano eclesial como social; abren la puerta a otra cultura. Iniciar procesos de conversión es la propuesta de Francisco. Pero todo proceso tiene un inicio, un punto de partida. Ese punto de partida es un momento: el momento de la unidad. Donde algunos, lejos de la fe, la esperanza y la caridad, ven caos, inseguridad, muerte, sienten miedo, se paralizan y se encierran, por el contrario, los cristianos, gracias a la dinamo de la esperanza, en relación con la fe y el amor (las otras dos virtudes teologales), se unen para salvarse y comienzan a caminar juntos.

Papa Francisco
Papa Francisco

La esperanza es la dinamo sobrenatural que, en el plano histórico, es decir, social, pone en movimiento los cuerpos. La esperanza dinamiza personas, comunidades y pueblos. La dinamo de la esperanza es otra cosa distinta a la conducción política iluminada desde arriba, externa a la comunidad, como saber de los otros. La esperanza es una dinamo interna que mueve a las personas, a las comunidades y a los pueblos desde adentro, y desde abajo, hacia adelante. La esperanza nace de la experiencia de sufrimiento comunitario como memoria constitutiva de un pueblo. La virtud teologal de la esperanza, hace: de las personas a-póstoles (ir siempre hacia adelante sin miedo), y de los pueblos synodos (caminar juntos sin estrategia).

La esperanza es el principio dinámico que hace de la creatividad humana una realidad concreta. Las personas, a imagen de Dios, tienen la capacidad de crear, la habilidad de la creatividad y la posibilidad de ser creativas, como Dios padre es creador. Cuando las per- sonas activan su potencial creativo, imitan a Dios; del mismo modo que cuando se unen, es decir, cuando se conforman como pueblo con otras personas, diferentes entre sí pero unidas por necesidades comunes y sueños compartidos, la común unidad aparece imi- tando las relaciones trinitarias.

La esperanza no es sinónimo de soñar que suceda lo imposible, sino el dinamismo que posibilita los sueños sociales, culturales, ecológicos y eclesiales

Con lo dicho, quisiera señalar dos cosas. En primer lugar, que la esperanza no es sinónimo de soñar que suceda lo imposible, sino el dinamismo que posibilita los sueños sociales, culturales, ecológicos y eclesiales, como señala Francisco en Querida Amazonia. La esperanza no es el último recurso que les queda a los pobres, excluidos y descartados. La esperanza es el principio constitutivo de un pueblo. Las personas se unen por un sueño, no por una necesidad. Los excluidos se unen para salvarse, no para hundirse. Son los sueños comunes los que dinamizan a las personas a unirse como un pueblo para salvarse. Por el contrario, las necesidades paralizan a las personas, y los pueblos comienzan a hundirse. Nótese que el papa Francisco, a diferencia de los líderes políticos, convoca a la unidad hablando de sueños, no de necesidades. El papa Francisco, para salvarse, llama a unirse, no a dividirse. Llama a la unidad en la diferencia, no a la identidad aniquiladora de toda diferencia. No dice que ante las amenazas sociales nos separemos, nos aislemos y nos refugiemos en la tradición. Por el contrario, condena el individualismo comunitario y el indietrismo (ir indietro, ir hacia atrás).

En segundo lugar, la esperanza es la dinamo que posibilita la dignidad humana como realización efectiva de la imago Dei: la creatividad. Dios nos crea a su imagen y semejan- za, y nos da un arma sobrenatural para poder imitar esa imagen. Esa arma sobrenatural es la virtud teologal de la esperanza. Los pueblos no se mueven por necesidades, sino por sueños. La concreción de un sueño es posible por el principio dinámico de la esperanza que mueve a la conversión. La virtud teologal de la esperanza es la dinamo sobrenatural que pone en movimiento al Pueblo de Dios. Dicho de otro modo, el Pueblo de Dios se constituye como tal por la gracia de la esperanza que lo pone en movimiento, iniciando el proceso de conversión eclesial, ecológico, cultural y social. Esa es la historia de la Iglesia como Pueblo de Dios que camina, teniendo la esperanza, no como fin, sino como principio operativo.

Tres virtudes en relación

La virtud teologal de la esperanza se relaciona directamente, como el resto de las virtudes teologales, con el fin último del ser humano, imitar a Dios hasta ser uno como Él y el Padre (Jn 17,21). Por eso, se debe estar atentos al modo en que se ponen en relación esas tres virtudes. Por ejemplo, hablar de esperanza a los descartados y luego traducir la virtud teologal del amor como simple caridad asistencialista, es no entender por dónde va la cosa. Veamos por qué.

En el II Discurso a los Movimientos Populares el papa Francisco les dice que, para salvarse, deben “convertir la pasión en acción comunitaria”. 1 Nótese que, ante la situación de descarte existencial (que hoy involucra a más de la mitad de la población mundial), el actual pontífice jesuita no habla de un cambio de estructuras sociales existentes sino de incluir a todo el Pueblo de Dios en el proceso de discernimiento social comunitario. Se trata de dar un paso jurídico primero de reconocimiento de todos como sujetos de discernimiento, para iniciar luego una conversión a la unidad dinámica. Ese paso es indispensable para luego poder activar la virtud teologal de la esperanza como principio de movimiento a la unidad.

Francisco y los Movimientos Populares
Francisco y los Movimientos Populares

Obsérvese que el papa Francisco no le habla a los de arriba, sino a los de los bordes, como Jesucristo, a las periferias. Y cuando les habla, no les dice qué hacer, sino que las escucha. Francisco no le habla a los que concentran la riqueza bajo la forma de renta para apelar luego a su limosna institucionalizada bajo la forma de fundaciones filantrópicas — rara avis con rostro de cáritas—. Por el contrario, habla a los descartados y les dice que «piensen, se organicen y hagan».2 No los trata como niños sino como adultos; los reconoce capaces de pensar, de organizarse y de hacer. Los acompaña en sus iniciativas. No dice que deben venir desde arriba los técnicos y profesionales a decirles qué, cómo, cuándo y para qué hacer las cosas. No les dice que deben ser una comunidad organizada desde arriba, por otros, sino una comunidad organizada desde abajo, por ellos mismos (Cf. FT 5). Eso es reconocer el sensus fidei en cada persona. Sin la convicción en cada ser humano de esa condición inalienable de sujeto ju-rídico, la esperanza queda desplazada por el asistencialismo. La fe en Dios y la confianza en la humanidad es el modo de constitución de la identidad de la conciencia católica en su actuar público.

El Papa dice a los descartados que sean creativos, que se organicen para crear y salvarse. No los manda a trabajar en condiciones indignas y por unas pocas monedas para sobrevivir

El Papa dice a los descartados que sean creativos, que se organicen para crear y salvarse. No los manda a trabajar en condiciones indignas y por unas pocas monedas para sobrevivir, ni piensa que la salvación pasa por garantizar un plato de comida. Salvación es sinónimo de desarrollo integral humano. Francisco intenta activar en los descartados la dinamo de la esperanza. Les dice que se unan, que se organicen y que sean creativos. ¿Por qué el llamado constante de Francisco a la creatividad como medio para la salvación? Porque reconoce que solo la actividad laboral creativa, a imitación del Padre creador, es la que permite la concreción de la dignidad humana. Sin trabajo creativo, de manera colaborativa, no hay salvación para nadie: ni para pobres, ni para ricos. Solo con-vertirse a imagen de Dios, salva. Somos como Dios si lo imitamos en su creatividad. Cuando nos impiden la creatividad, nos inmovilizan. Sin embargo, la esperanza, como don sobrenatural, es la dinamo que nos saca de esa inactividad.

Evangelio encarnado

En las catequesis sociales del papa Francisco de 2020, “Curar el Mundo”,3 se muestra la relación entre las virtudes teologales y los principios de la Doctrina Social de la Iglesia. Puede verse ahí que la relación entre virtudes y principios hace posible la prédica evangélica encarnada. La virtud teologal de fe en Dios, se convierte en con-fianza como virtud secular que garantiza el principio social católico de la dignidad humana. La con- fianza entre los seres humanos genera la fortaleza que, como virtud cardinal, permite el momento de unidad en la diferencia en tanto constitutivo de un pueblo. Por eso mismo, desconocer el sensus fidei de manera universal lleva, en consecuencia, a desconocer la dignidad humana y a desconfiar de las personas, impidiendo la fraternidad como amor social de la que habla Fratelli Tutti.

La virtud teologal del amor a Dios se convierte en organización comunitaria, solidaria y subsidiaria como principios sociales católicos, y torna legítimo el principio social de acceso universal a los bienes creados y desarrollado, dando fundamento teológico a la lucha por la justicia social como constitutiva de la prédica evangélica. De acuerdo con lo dicho, el asistencialismo institucionalizado bajo la forma de amor privatizado, no es cari- dad sino falta de respeto a la madurez de los pueblos. Cuando la virtud teologal de la esperanza activa el movimiento de un pueblo, se genera en la comunidad la templanza suficiente para no caer en la tentación de las falsas místicas de salvación comunitaria (FT 1).

Participantes en la Asamblea Sinodal
Participantes en la Asamblea Sinodal

La convocatoria pontificia al Sínodo de la Sinodalidad no es otra cosa que la invitación a la unidad. Finalmente, lo que pone en movimiento a las personas para que formen un cuerpo con una sola alma —como dijo Francisco en su carta a los Movimientos Populares en la Pascua del 2020—, es el llamado de Dios a la unidad: para que seamos uno como Él es uno con el Padre.

La esperanza, que como ya se ha dicho es la dinamo constitutiva de los pueblos, es la única garantía: de la dignidad humana en el trabajo creativo; del acceso universal a los bienes creados y desarrollados colaborativamente; de la solidaridad institucionalizada bajo la forma de leyes que hacen de las necesidades derechos; y de la comunidad organizada de manera subsidiaria como garantía de un Estado democrático en todos los niveles de participación.

Sin ese don sobrenatural que es la esperanza, la unidad en la diferencia que hace de los individuos personas relacionadas como un pueblo, ninguno de los principios de la doctrina social de la Iglesia podrá concretarse. ¿Por qué? Porque no es la ayuda ONGista, con pretensiones de instituir comunidad y organizarla a su imagen y semejanza, el modo respetuoso de tratar a los seres humanos, sino las formas democráticas de organización como modo de generar y sostener las condiciones para que cada ser humano, creativa y comunitariamente, a imagen de su creador, pueda proveerse a sí mismo y a su familia lo necesario para tener una vida buena y en abundancia (Jn 10,10). Sin esperanza, los pueblos no se movilizan para hacer de sus necesidades derechos. Pero gracias a la esperanza, en tanto virtud teologal, se movilizan para hacer realidad sus sueños.

Una buena noticia: la virtud de la esperanza no requiere del hábito de la conciencia para adquirirse, nos la regala Dios y la tenemos todos, por eso la humanidad avanza, siempre hacia adelante, sin miedo, cuidando la creación y orando. La humanidad como Iglesia de Cristo avanza porque, aunque no lo veamos, Dios está haciendo algo nuevo (Is 43,19).

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1 Cf. Francisco, Papa: “Discurso del Santo Padre en el II Encuentro Mundial de los Movimientos Populares”, Santa Cruz de la Sierra, 9/07/2015. Disponible en https:// www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2015/ july/documents/papa-francesco_20150709_bolivia- movimenti-popolari.html

2 Ibidem

3 Cf. Francisco, Papa, Sanar el mundo. Catequesis sobre la pandemia, Città del Vaticano, Libreria EditriceVaticana,2020.

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