(José María Castillo).-El papa, precisamente por lo que representa ese cargo, tiene un enorme poder simbólico ante la opinión pública mundial. Y esto reviste una importancia extrema. Porque, en la vida, aprendemos más por lo que percibimos mediante símbolos que lo que nos llega mediante ideas o conceptos. Lo más decisivo, para nuestro bien o para nuestro mal, para nuestra felicidad o para nuestra desgracia, no llega a nosotros mediante teorías, sino mediante símbolos.
Baste tener en cuenta que un símbolo - dicho de la manera más sencilla posible - es la expresión de una experiencia. No es, por tanto, la mera transmisión de una idea, de un concepto, de un programa, etc. Insisto, hablar de símbolos es hablar de experiencias. Ahora bien, lo más determinante en nuestras vidas, no son las ideas, sino las experiencias. Por ejemplo, el amor o el odio, el sentimiento de respeto o el dolor de la humillación y el desprecio, la estima de los demás o la indiferencia que otros nos muestran, todo eso nos marca de forma decisiva.
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