Una anécdota para el Centenario Maura consultó con el P.Rubio la Consagración al Sdo. Corazón

Antonio Saura presidente del Consejo de Ministros en una España convulsa consultó al padre Rubio sobre el texto de la Consagración la Corazón de Jesús, cuyo centenario acabamos de celebrar

Rubio jamás mencionó estas consultas de alto nivel, pero consta que el propio rey le pidió consejo, através de sus ministros sobre la educación de los infantes.

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Antonio Maura

José María Rubio, SJ, hoy santo canonizado, era un hombre humilde y silencioso pero que ya tenía fama de santo por su trabajo con los marginados del "otro" Madrid y su labor como predicador, confesor y amigo de todos. Casi nadie supo entonces que Antonio Saura presidente del Consejo de Ministros en una España convulsa consultó al padre Rubio sobre el texto de la Consagración la Corazón de Jesús, cuyo centenario acabamos de celebrar.

Alfonso XIII, vestido capitán general y con el Toisón de oro, se adelantó. El viento
movía sus cuartillas. El sol ardía en la piedra blanca. Nadie diría que lo que estaba
ardiendo, como casi siempre, dividida, era España entera:
“Desde estas alturas que para vos hemos escogido como símbolo del deseo que nos
anima de que presidáis todas nuestras empresas, bendecid a los pobres, a los obreros, a los
proletarios todos, para que, en pacífica armonía de todas las clases sociales, encuentren
justicia y caridad que hagan más suave su vida, mas llevadero su trabajo”.
José María Gamazo ha revelado que el texto de la consagración lo escribió el
presidente del consejo Antonio Maura. Aprobado por el monarca la mañana de la víspera,
Maura, en presencia de su íntimo colaborador y secretario Rovira Pita, le dijo a Gamazo
sacando unos pliegos de su cartera:
--Después de comer te mandaré el coche. Te vas con estos papeles a ver al padre
Rubio para que los lea. Es la consagración de España al Sagrado Corazón, que ha de leer
mañana el rey en el Cerro de los Ángeles. Su Majestad la ha aprobado ya, pero nadie debe
conocerla por ahora.
Y tras una corta pausa añadió:
--Tanto el rey como yo estamos conformes con que el padre Rubio quite o ponga a
su arbitrio lo que desee, sin más consulta, díselo así, y en cuanto acabes llévamela a mi
despecho de Lealtad, porque esta tarde no vendré aquí.
“Hecha mi misión de correveidile –cuenta Gamazo-, en la que el padre Rubio no
movió ni una tilde, volví a entregar el borrador en Lealtad, en propia mano al presidente
del Consejo, que ordenó lo necesario para que al siguiente día pudiera leerla el rey en un
precioso pergamino que le entregó el duque del Infantado. Y yo salí admirado de la
humildad con las en aquel momento dos personalidades más relevantes de la política
española me había encargado dar carta blanca al padre Rubio para que fuera su criterio y
no el de ellos, el que en caso de alguna discrepancia prevaleciera”.Una prueba
documentada de hasta qué niveles había llegado el prestigio del padre Rubio. Él jamás
mencionó estas consultas de alto nivel, pero consta que el propio rey le pidió consejo, a
través de sus ministros sobre la educación de los infantes.

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