REDACCIÓN P+D
Esta frase del Quijote hace alusión al ladrido de los perros al paso de un jinete en la noche. Ladridos de quienes entienden que la tierra es suya, aunque esté más allá de sus fronteras y dominios. De quienes creen que el simple hecho de que alguien ose interrumpir con su paso el monótono discurso del silencio establecido, es un intruso que les desafía.
Ladridos que son sólo eso, aullidos de quienes están encarcelados en el recinto estrecho de su alma, y sueñan con asustar a quien galopa por el camino que es de todos los que saben adónde van.
Ladridos sin sentido, salvo la rabia del disgusto, de quienes se creen dueños del viento, y quieren esclavizar a los que se atreven a desafiar sus intereses y criterios, en vez de buscar sus propias monturas y sendas.
Puede leer aquí el editorial completo de la Dirección de Protestante Digital titulado Ladran, luego cabalgamos