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La Iglesia estadounidense, por boca de los tres comités de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, se ha manifestado contra el lenguaje que promueve tragedias como la de El Paso a base de fomentar "los sentimientos antirrefugiados, antimusulmanes y antisemitas". Han pedido directamente a sus líderes políticos y a todos los estadounidenses que trabajen para comportarse como un pueblo diverso y acogedor. Y que  se deje de utilizar un lenguaje lleno de odio que degrada y divide. Han dado una lección como pastores del Evangelio, alejada de la idea jerárquica de superior y jefe tan arraigada en otras conferencias episcopales.

Me ha movido a la reflexión anhelando una Conferencia Episcopal nuestra que se manifieste en similares términos evangélicos de manera recurrente. Su función no puede centrarse en lo administrativo, en ser jerarcas y guardianes de la ortodoxia que presiden los grandes fastos litúrgicos. No pocos echamos en falta una pastoral de la alegría, es decir, de entender el día a día conforme a los fundamentos que nos enseñó Jesús con sus palabras y el ejemplo.

Mientras el Papa Francisco se esfuerza por vivir en la alegría cristiana a pesar de las grandes dificultades de cada día, demasiados obispos españoles se caracterizan por su clericalismo y lejanía de la realidad social en la que eles ha tocado vivir.

¿Cómo es posible que nuestros pastores no brillen en una de las principales señas de identidad cristiana, en medio de tanta anomía y tedio existencial? ¿No ven la clara referencia de su pastor Francisco?, ¿no han leído la bella reflexión de Friedrich Hölderlin cuando expresó que, donde hay peligro, crece lo que nos salva?

Es cierto que el mundo está lleno de amenazas, pero así ha sido siembre, y el Maestro nunca lo ocultó. Lo importante es lo mucho que Él incidió en el cómo actuar, en amor desde la fe y la hija de esta, la esperanza. Así es como la conversión se entiende no solo en clave de arrepentimiento, sino como un cambio de actitud en clave paulina,  cuando insistía a los tesalonicenses en el estar alegres; que todo el hacer y saber y actuar se realice desde la alegría que Jesús nos mostró cómo cultivarla.

Quizá les pase a nuestros obispos que esperaban un líder liberador de las adherencias eclesiales que impiden una institución gloriosa y vencedora del mundo. Y ese no es Cristo ni tampoco este Papa. Aquellos primeros discípulos también esperaban la liberación política de Israel; como lo esperaron los jerarcas religiosos que habían hecho una institución teocrática a su medida. Pero mientras los discípulos se convirtieron en evangelizadores para todos, especialmente los más pequeños, la jerarquía religiosa hizo de las normas un instrumento de excomunión para Jesús hasta su decisión de matarle en nombre de Dios.

Dios mismo es quien nos sale al encuentro en lo cotidiano y en los grandes acontecimientos, como este trágico de El Paso, llamando a nuestra puerta para ponernos del lado de los que más sufren. Todo este problemón de la inmigración, que tanto nos concierne, debería servir para ablandar tactismos y comodidades de poder. Solo así será posible influir sobre la palestra del dolor, nuestros obispos incluidos, dando igual lo que otros presionen desde sus intereses. Sois pastores, no funcionarios eclesiales, que debéis mostrar a Cristo saliendo al encuentro en la escucha, la palabra, la denuncia profética. Es la renovación pendiente cuando participamos de la Eucaristía en amor fraterno, con sus consecuencias, queridos obispos.

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