Sobre las tres grandes tentaciones

En el camino de la vida hay multitud de dificultades y oportunidades, internas y externas. Pero Jesús dejó claras dos cosas para seguir en la buena dirección: una es abrirse a la fuerza del Espíritu para exclamar desde la alegría que no temo, Tú vas conmigo aunque transite por cañadas oscuras. Y la otra, las tres grandes tentaciones del ser humano a las que el propio Jesús tuvo que enfrentarse y luchar contra ellas para superarlas. Me refiero al relato evangélico de su retirada al desierto donde dicen los evangelistas Lucas y Mateo que fue tentado por el diablo de tres maneras muy tentadoras, valga la redundancia.

Es un pasaje que aparentemente nos coge de refilón a la sociedad occidental y posmoderna cuando lo cierto es que interpela directamente. Esas tres formas de presentar las posibilidades de mejorar la existencia por el camino equivocado que trataron de desestabilizar a Jesús, son tres grandes mazos que expanden dolor por el mundo cuando caemos en ellas: utilizar el poder en beneficio propio. que lo reconozcan como dios el ansia de gloria y forzar caprichosamente la voluntad divina tirándose desde el templo.

Fabrice Hadjadj hace una lectura interesante desde su puesto de director del Philanthropos, el Instituto Europeo de Estudios Antropológicos en Friburgo. Afirma que las tres tentaciones elegidas para intentar disuadir a Jesús de su misión tienen su base en tres peticiones del Padre Nuestro para corromperlas: Donde el tentador le propone a Jesús transformar las piedras en panes, la oración pide a Dios “nuestro pan de cada día”. Mientras le invita a forzar caprichosamente la voluntad divina tirándose desde el templo, la oración responde “Hágase tu voluntad”. Donde le ofrece todos los reinos de la tierra, la oración pide “Venga tu reino”. El reino de la Verdad y el Amor, libremente escogido, no el impuesto según nuestros criterios particulares; y, de paso, evitarse los padecimientos de la crucifixión, físicos y anímicos.

Jesús experimenta el vértigo humano de lo atrayente de las tentaciones la tentación, pero no permite ocultar con el ego lo negativo, más o menos oculto, que acaba saliendo a relucir. Pero las tres están muy relacionadas por convivir larvadas en el corazón humano ante las grandes decisiones y en las de todos los días. A nivel personal y cuando las personas atentan desde la Institución eclesial: poder, vanidad, imposición. Tres grifos que surten el amor al dinero, clericalismo, el poder del sacerdote que casi se llegó a endiosarle, la sacralización de la jerarquía, la coacción religiosa amenazando las penas del infierno, el paternalismo sobrecogedor, la casta resultante sobreprotectora ante abusos varios donde la pederastia es un signo de una manera pecadora de entender la Iglesia...

Juan es el único evangelista que no habla de las tentaciones pero sí tiene una referencia en su Primera Carta a modo de advertencia dirigida a no caer en las tres tentaciones: quien prioriza codiciosamente las bondades agradables del mundo no deja sitio para el amor del Padre. El mundo y sus codicias pasarán pero quien cumple la voluntad del Padre permanece para siempre (1Jn, 15-17). Y Juan es un especialista en resaltar la importancia de la escucha de la Palabra.
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