Ya es el tiempo del laicado (y II)

Tiempo del laicado y del diálogo sincero y abierto a partir de lo que Jesus provilegió claramente: En palabras del teólogo Johann Baptist Metz, discípulo de Karl Rahner, recordemos lo esencial: “La primera mirada de de Jesús no se dirigía al pecado de los otros, sino a su sufrimiento”. Esta reflexión encuadra definitivamente la dirección de cualquier seguidor o seguidora de Cristo, da igual su carisma en el seno de la Iglesia.

Pero como somos humanos, no es suficiente, porque necesitamos sentirnos partícipes y las tensiones son parte de nuestra realidad. Los laicos y laicas todavía tenemos una responsabilidad subordinada. Por eso mismo, una auténtica promoción del laicado ha de lograr la meta de que lleguemos a ser todos Iglesia en condiciones de igualdad, acabando de una vez con el clericalismo estatutario e ideológico que impregna el Código de Derecho Canónico y la mentalidad no sólo de la mayoría del clero sino también, lamentablemente, de muchos seglares. Esto debería dar paso al objetivo teologal de constituirnos de verdad en una fraternidad afectiva y efectiva en el ser y en el hacer.

Propongo pues desde este modesto blog, llamado Punto de encuentro con toda intención, espacios de encuentro profundo y sincero entre las jerarquías eclesiásticas y el mundo seglar de la Iglesia, a base de diálogo y escucha sinceros que acerquen algunos de los abismos actuales:

Diálogo profundo y urgente que facilite un lenguaje de fe que entienda todo el mundo, con signos renovados de caridad y esperanza a partir del imperativo de buscar el Reino de Dios y su justicia.

Diálogo que ayude a asumir más comprometidamente todas las actitudes específicas de los laicos en la familia, en la empresa, en la vida, apoyados por los obispos y sacerdotes.

Diálogo sobre lo que esperan los laicos de los clérigos y de la jerarquía misma: anuncio y denuncia profética, ejemplo, sentirse escuchados y tenidos en cuenta, valorando su papel y actualizando el papel de la mujer, religiosa o laica; que la comunión no sea entendida como uniformidad, que los eclesiásticos sepan valorar los logros del mundo, sin encastillarse con criterios negativos y temerosos de perder poder terrenal. Diálogo para ser profetas de la alegría y de la vida, con amor y coherencia, por un mundo más fraterno, no por un derecho canónico protagonista.

Diálogo sobre lo que esperan los clérigos de los seglares: el compromiso creciente en su implicación en la comunidad cristiana, que se formen para poder asumir las responsabilidades que se necesitan.

Diálogo fraterno, en fin, en el siglo de la Inteligencia Emocional y la Inteligencia Espiritual, del trabajo en equipo, con propuestas de diálogo con el mundo, con los alejados; nuevos lenguajes y prácticas de evangelización, participación y responsabilidad en permanente conversión.

La Iglesia para ser creíble tiene que apoyarse en hechos, ser un signo que entre por los ojos, porque el hombre secularizado inmerso en la cultura de la imagen sólo entiende el lenguaje de los gestos coherentes. Tiene que tomar la decisión de salir de la imagen medieval en que vive instalada con signos de poder, para centrarse en Cristo y su mandato: el prójimo, el Otro.

A nuestra Iglesia le vendría muy bien escuchar: “¿Habéis pescado algo después de estar trabajando toda la noche?”. Porque lo que es trabajar, se trabaja, pero la pregunta es si se hace en la dirección adecuada. Si la respuesta es honesta, bastará ponerse a echar las redes, clérigos y seglares, de la mano, dónde el Maestro dice.
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