María, entre el desconcierto y la fe

Con ocasión de la fiesta de la Inmaculada Concepción, he querido comenzar con este testimonio de un padre sinodal mejicano para adentrarnos en la importancia que tiene María en el descubrimiento de Cristo. Tenemos experiencia de que en la vida sucede así: las madres presentan sus hijos a otras personas, y lo hacen con esta mirada amorosa, que invita a la contemplación de la nueva criatura.
En nuestra sociedad, inmersa con frecuencia en un ambiente de paganismo práctico, todos hemos oído hablar de Jesucristo, pero muchos no han experimentado verle nacer en su interior. La Virgen fue la primera que tuvo esta experiencia, física y espiritual, a partir del momento en que recibió el mensaje del arcángel. Lo cual no quiere decir que captara de golpe toda la trascendencia y sus detalles. Como buena muchacha judía conocía la tradición y las enseñanzas de los profetas con respecto a un Mesías que debía llegar algún día, pero cómo sería esto, cuándo, y qué papel jugaría ella, lo fue descubriendo.
El Evangelio nos muestra en varias ocasiones a María desconcertada. La primera vez el desconcierto sólo duró el tiempo de un breve diálogo a partir de la pregunta: “¿Cómo será esto si no conozco varón?”. La segunda vez duró tres días, cuando José y María pierden a su hijo al regreso de un viaje a Jerusalén. “¿Por qué nos has hecho esto?”, pregunta entonces.
María pregunta, no se rebela y acepta las respuestas aún no comprendiéndolas del todo. Cuando el Evangelio nos dice “María guardaba todas estas cosas en su corazón”, es como si nos dijera que se quedó con aquellas respuestas y pensó: no las entiendo ahora, pero las comprenderé más tarde.
† Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado