María, entre el desconcierto y la fe

En el Sínodo de Obispos sobre la Nueva Evangelización celebrado en octubre, monseñor Enrique Glennie, vicario general de la Archidiócesis de México, destacó el papel de María en el anuncio de la fe en el Nuevo Mundo. "El Acontecimiento de las apariciones de María de Guadalupe al indio san Juan Diego en 1531 tuvo una repercusión decisiva para la evangelización, con un influjo que va más allá de los confines de la nación mexicana, alcanzando a todo el continente" —afirmó—. "Inmediatamente después de las apariciones —añadió—, se verificó una impresionante conversión en masa, tanto de los indígenas como de los españoles. Una conversión a través de Ella, a Jesucristo que constatamos hasta nuestros días, con la presencia en el Santuario de más de veinte millones de personas cada año".

Con ocasión de la fiesta de la Inmaculada Concepción, he querido comenzar con este testimonio de un padre sinodal mejicano para adentrarnos en la importancia que tiene María en el descubrimiento de Cristo. Tenemos experiencia de que en la vida sucede así: las madres presentan sus hijos a otras personas, y lo hacen con esta mirada amorosa, que invita a la contemplación de la nueva criatura.

En nuestra sociedad, inmersa con frecuencia en un ambiente de paganismo práctico, todos hemos oído hablar de Jesucristo, pero muchos no han experimentado verle nacer en su interior. La Virgen fue la primera que tuvo esta experiencia, física y espiritual, a partir del momento en que recibió el mensaje del arcángel. Lo cual no quiere decir que captara de golpe toda la trascendencia y sus detalles. Como buena muchacha judía conocía la tradición y las enseñanzas de los profetas con respecto a un Mesías que debía llegar algún día, pero cómo sería esto, cuándo, y qué papel jugaría ella, lo fue descubriendo.

El Evangelio nos muestra en varias ocasiones a María desconcertada. La primera vez el desconcierto sólo duró el tiempo de un breve diálogo a partir de la pregunta: “¿Cómo será esto si no conozco varón?”. La segunda vez duró tres días, cuando José y María pierden a su hijo al regreso de un viaje a Jerusalén. “¿Por qué nos has hecho esto?”, pregunta entonces.

María pregunta, no se rebela y acepta las respuestas aún no comprendiéndolas del todo. Cuando el Evangelio nos dice “María guardaba todas estas cosas en su corazón”, es como si nos dijera que se quedó con aquellas respuestas y pensó: no las entiendo ahora, pero las comprenderé más tarde.

† Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado
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