PEDRO, CÓMO SE ELIGIÓ AL PRIMER PAPA

San Pedro
JOSE MANUEL VIDAL.-El primer cónclave de la Historia se celebró en Cesarea de Felipe. A cielo abierto. En presencia de todo el colegio apostólico, pero con un único elector: Jesús de Nazaret. Antes de nombrar al primer Papa, Jesucristo les plantea a sus discípulos dos preguntas.La primera: «¿Quién dice la gente que soy yo?». La segunda: «¿Y vosotros, quién decís que soy?». A la primera contestan todos.A la segunda, sólo Pedro: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo».
Ante esta confesión, Jesús le elige: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella». Le da el después llamado poder de las llaves: «Lo que atares en la tierra quedará atado en el cielo y lo que desatares en la tierra quedará desatado en el cielo» (Mateo 16, 18-19).
Las llaves dadas simbólicamente a Pedro se convirtieron en el siglo XV en el escudo oficial de la Santa Sede: dos grandes llaves cruzadas. Una de oro, que simboliza el poder del reino de los cielos. Y otra de plata, que indica la autoridad papal en la tierra. Los dientes de las llaves están arriba y las cabezas abajo, es decir, en manos del vicario de Cristo. El cordón rojo que une las empuñaduras simboliza la unión de ambos poderes en el Papa.
En Cesarea quedó, pues, establecido el papado. Un papado sui generis. Porque, como aseguran muchos de los más prestigiosos teólogos, «Cristo vino a predicar el Reino de Dios, no a fundar una Iglesia con la estructura con la que hoy la conocemos». Y, además, porque si Pedro alcanzó alguna primacía en el colegio apostólico (remedo del actual colegio cardenalicio) fue sólo la primacía de un primus inter pares (primero entre los iguales).Una primacía que, además, le fue disputada al primer Papa. Primero por Santiago el Mayor, que, por ser de la familia de Jesús, consideraba tener ciertos derechos sucesorios y, además, gozaba de evidente prestigio entre las autoridades judías de su tiempo.
Además, a Pedro le hacen sombra otros dos apóstoles. Uno, Juan Evangelista. El otro, Pablo de Tarso, derribado del caballo cuando iba camino de Damasco y convertido de perseguidor en «apóstol de los gentiles». El conflicto se enconó entre Santiago y Pablo por sus divergencias en torno a la identidad de la naciente religión cristiana. El primero, abogaba por una religión sólo para los judíos o para los gentiles (no judíos) que se convirtiesen, de alguna manera, al judaísmo y aceptasen el símbolo de la circuncisión.
Pablo, abierto a la universalidad, optaba claramente por predicar la buena noticia del Evangelio a todos los pueblos sin necesidad de que se sometiesen a los ritos judíos. Pedro estaba en el medio.La situación llegó a tensarse tanto que tuvo que reunirse el primer concilio de la historia de la Iglesia. Se celebró en Jerusalén en torno al año 50 y en él se acordó que el Evangelio era para todos los hombres, según el mandato del propio Cristo: «Id por todo el mundo».
Pablo y sus discípulos proclaman el nuevo credo por todo el Mediterráneo.Algunos dicen que llegan incluso a Tarragona. Pedro, por su parte, se traslada a Antioquía y, desde allí, a Roma, donde se establece y se convierte en su primer obispo. Y Roma es, desde entonces, la sede del obispo y del papado, la caput mundi (cabeza del mundo cristiano). En Roma, según la tradición, a Pedro le acompañaba su hija Petronila. Unos dicen que era su hija carnal (dado que el primer Papa estuvo casado y tuvo familia, según cuenta el Evangelio). Otros, sólo su hija espiritual. De hecho, su propio nombre es una clara alusión a Pedro. En cualquier caso, Petronila estaba dotada de una extraordinaria belleza.
Un día, un joven juez romano, Flacco, la vio por la calle, se enamoró de ella y la pidió en matrimonio. Pero ella quería seguir siendo virgen, pidió a su pretendiente tres días para pensárselo y a su padre que la hiciese enfermar. Y Petronila enfermó y a los tres días murió.
Flacco se quedó sin mujer y Pedro, solo. Y comenzó a tener problemas con las autoridades. Sobre todo, allá por el año 67, cuando arreciaba la primera persecución general contra los cristianos, desatada por Nerón, que echó la culpa del incendio de Roma a unos «judíos incitados por un tal Chrestus», según cuenta el historiador Suetonio.
El primer Papa habitaba entonces en casa del senador Pudens y seguramente pensó que, dadas las circunstancias, era mejor ocultarse por algún tiempo en alguna casa de campo de la via Apia. Allí, según una antigua tradición, tuvo lugar el encuentro entre Jesús y Pedro, inmortalizado por la novela de Henrik Sienkiewicz Quo vadis?, llevada al cine por Hollywood. Al ver a su maestro, Pedro le pregunta:
-Domine, quo vadis? (¿Adónde vas, Señor?)
-Voy a Roma para ser crucificado de nuevo, contestó el Señor.
Pedro entendió el mensaje, volvió a Roma. Detenido, fue condenado a morir como Cristo. Pero el primer Papa pidió ser crucificado cabeza abajo (no se consideraba digno de morir igual que su maestro).Antes de expirar, Pedro eligió a su sucesor, Lino, un toscano, que también murió mártir. Y así, por elección testamentaria, se siguieron eligiendo a todos los papas del siglo I: Anacleto, Clemente, Evaristo... Con el tiempo, la elección pasó a manos de los presbíteros, del pueblo e, incluso, del emperador. El cónclave tal y como se conoce en la actualidad data de 1271.Y así llegó hasta hoy con los oportunos retoques.
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