El sufrimiento puede hundir a algunas personas hasta extremos de que la vida les sea ya indiferente. A otras, por el contrario, les estimula y anima. Supone para ellas un reto, una dificultad que es necesario superar, porque la vida es lucha, como una carrera de obstáculos.
En enero del año 2000 diagnosticaron a Ana Palacio un tumor maligno. Un amigo le regaló un libro del ciclista Armstrong, el famoso hexacampeón del "tour" que venció el cáncer. Ella era ya una mujer fuerte que no se dejaba amilanar ante las dificultades. Después de haber leído el libro escribía: "Estoy convencida de que en cualquier enfermedad, y en el cáncer en especial, la cabeza es importantísima. Si para algo sirve, como a mí me sirvieron las memorias de Armstrong, que cuente mi experiencia". Para ella no era fácil enfrentarse con esta enfermedad: su madre murió de cáncer de pulmón. Ana empezó a luchar sin ningún apuro ni respeto humano: "Cuando me diagnosticaron un cáncer tomé tres decisiones: no ocultar la enfermedad, no ponerme peluca, y no dimitir de la vida, que me parece fantástica".
Ana - me dicen - es muy creyente. Por eso estaba convencida de que, a pesar de tantas circunstancias de signo negativo, Dios tiene para cada persona planes llenos de amor. Y era preciso entregarse del todo a ese amor. Su fe, su inteligencia, su capacidad de lucha, le han ayudado a vencer obstáculos y a triunfar en la vida.
Cuando tú sufras, has de descubrir que hay circunstancias que escapan a tu control. Has de aceptar lo irremediable, tomar un tiempo para reponerte, pero jamás perder, ni adoptar una postura derrotista. No siempre podrás evitar el dolor, pero depende de ti la actitud en la manera de afrontarlo. Eres una persona dotada de libertad y tu postura decidida puede conseguir dar un vuelco al curso de la enfermedad.
El dolor asumido con paz te hará más humano y compasivo con los demás. Tu corazón crecerá en sabiduría y bondad, y la gracia de Dios te irá guiando hacia una confianza total en Él. El sufrimiento es un semilla. Sembrada en un alma llena de fe y esperanza, se transforma en amor y generosidad. Las personas de corazón más tierno que he conocido, han sabido antes seguir a Jesús llevando su cruz con fe y paciencia.
José María Lorenzo Amelibia
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