Daniel Luquero Gómez, sacerdote en Toledo

Cuando comenzaba el siglo XXI visité la ciudad imperial, Toledo. Permenecí allí varios días con unos sacerdotes amigos y por todos los rincones encontraba sorpresas muy agradables. Pero hubo sobre todo una que me llenó de alegría y emoción. Aquí va:


Entramos en una iglesia bella, una más de las muchas de Toledo, y no recuerdo ahora su nombre. En la parte trasera del templo, muy cerca del confesonario, había un sacerdote muy recogido, como haciendo oración. A su lado, en el banco, varios libros. Se veía de allí muy bien el Sagrario. Y no apreciamos en el recinto sagrado más personas. Durante tres o cuatro minutos me arrodillé para decir algo a Jesús Sacramentado. Me levanté y fui directo al sacerdote; a hablar con él:

Padre – le dije – me ha dado muy buena impresión al entrar aquí y ver un sacerdote. No es fácil encontrar hoy a un cura, junto al confesioanrio, haciendo oración. Me alegro mucho y doy gracias a Dios por ello.
Mire usted, – respondió – desde hace varios años mi lugar de permanencia está aquí. En este lugar me pueden encontrar todos cuantos lo deseen. Solo salgo cuando hay una necesidad: visitar enfermos, acudir a alguna demanda... o cuando, ya de noche he de marchar a casa a descansar. Y... poco más.
¿Y aquí también recibe a la gente? También. Muchos se confiesan; otros me consultan. Pero este es mi lugar de preferencia.

Seguimos hablando un rato más, siempre de temas espirituales. Al final nos entregó a cada uno de los tres compañeros un libro lleno pensamientos para orar y meditar. Se titula “Vosotros sois mis amigos”. Lo empleo con frecuencia para hablar con el Señor. Es muy bueno y sencillo. Y cuando lo abro, me acuerdo con cariño de aquel sacerdote ya mayor, que no sé si seguirá allí, o lo habrá llamado el Padre a la visión eterna.

Si vive, no creo que se entere de estas flores que le dedico, y si llegan a sus oidos, le ruego las reciba con humildad y gozo, porque el Señor se sirve de él para que nosotros nos estimulimos en nuestra fe y esperanza. Hermoso encontrar personas así en este mundo tan disipado.

El sacerdote que nos dio un buen ejemplo de vida es Daniel Luquero Gómez

Josemari Lorenzo Amelibia
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