Superar siempre las pruebas; Dios nos ayuda

Enfermos y Debilidad

Superar siempre las pruebas; Dios nos ayuda

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Superar las pruebas y la soledad

             Ahora te encuentras sin fuerzas. La debilidad se ha apoderado de todo tu ser. Recuerdas con añoranza los días felices de tu primera conversión. Dios Padre colmaba tu espíritu de un gozo envolvente, como fragante aroma de la flor del azahar en naranjal levantino. Todo resultaba entonces ágil y transformante: aun la lucha contra las pasiones más violentas. Hoy se te antoja todo lejano, como un sueño de juventud. Te sientes sin ganas, sin ilusión, sin ánimo.

Con frecuencia has leído en los libros del espíritu sobre personas aventajadas: ellos dieron en poco tiempo pasos de gigante en los caminos de la oración.

 Tu realidad ha sido muy otra, después de una plena dedicación a la fatigosa tarea de escalar modestas cumbres de perfección. Y asoma a tu semblante la tristeza; y un murmullo de queja brota de tu interior. ¡Cuántas horas de cultivo generoso en el jardín de tu alma, y todo ha resultado una continua lucha contra la cizaña de las distracciones! Como el labrador que agota sus jornadas en quitar semillas de mala hierba.

 ¿Para eso mi decisión? - decías por lo bajo.

Y es normal, hermano, que sufras con la ausencia. Por algo el gran Maestro de la oración, San Juan de la Cruz, clamaba:” Mira que el mal de amor sólo se cura, sino con la presencia y la figura”. Y es justo que tu alma brinque de gozo con la grata presencia del amado. Y dices al Señor: “Mirad que soy muy débil, poderoso ampao de los flacos y caigo a cada paso y necesito apoyarme en Vos para no desfallecer.

            Pero no te desanimes: Cristo llegó a exclamar en lo más triste de su oración: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Y en Getsemaní oró así al Padre: “No se haga, Señor, mi voluntad, sino la tuya.”

Vamos juntos a decirle a Dios, nuestro Padre, con el Kempis: “Si quieres que esté en tinieblas, bendito seas Tú, y si quieres que esté en la luz, también seas bendito.”

            Así llegarás a comprender a tus hermanos que gimen ante tribulaciones muy superiores a la tuya; así tu corazón amará a su dueño con corazón puro y no egoísta; así ayudarás a otros a caminar con su cruz de trabajos y desvelos. Que este valle es de paso, y debemos añorar con frecuencia nuestra Patria común y eterna.”

José María Lorenzo Amelibia

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