Visitas pastorales de obispos y sus vicarios XIII
Para los Obispos.
| Francisco Macaya
Visitas pastorales de obispos y sus vicarios XIII
Don Frqnciwco Macaya vicario episcopal
1.- Otro curso nuevo. Querido amigo:
Terminó el verano y las vacaciones. Creo que habrás recobrado las fuerzas para poder seguir en la brecha. ¡Un saludo cariñoso!
Mi impresión de las visitas que hice a cada uno es muy positiva.
Poco a poco nos vamos compenetrando más en lo verdaderamente necesario: Nuestro amor a Dios, a Jesucristo y de ahí nuestra exigencia de apostolado. A veces cuesta romper con esa especie de temor que nos suele dar para abrirnos en materia espiritual. Cuando lo superamos, hablamos muy a gusto.
Luego nos damos cuenta de la dificultad de la oración personal a causa de la aridez. Creo que, si durante el día hacemos varias cosas que nos cueste (dominar la curiosidad, las ganas de beber algo, de espectáculos, de programas de televisión... etc.), Dios nos premiará con una oración mucho más afectiva e incluso consoladora, hasta que llegue la noche oscura. Y se va a notar enseguida en nuestro apostolado.
No recuerdo si en alguna otra ocasión te he mencionado en mi carta lo de la mortificación voluntaria. Durante una parte de mi vida había llegado a olvidar este detalle del sacrificio voluntario. Tan sólo me contentaba con admitir los sacrificios que me deparaba la vida. Pero hace ya bastantes años, un amigo me dijo casi como sin querer: todos los días hago alguna pequeña mortificación para contrariarme: vencer curiosidad, privarme de algún capricho, contestar a una carta... Aquello me impresionó. Desde entonces he comenzado a practicar. Y lo voy comprobando: el Señor no se deja vencer en generosidad. Cuanto mayor es la renuncia a pequeños placeres, el desapego de adherencias, mayor es el fervor, el hambre de Dios, la afición a la oración, la tendencia a hacer el bien a las personas encomendadas.
Pienso que es imposible ser sacerdote santo si no se practica con asiduidad la oración y lectura espiritual. ¿Qué menos de una hora diaria? No sé qué pensarás, pero Santa Teresa de Jesús aconsejaba una hora diaria simplemente a personas normales que tenían interés por avanzar en perfección cristiana.
Mi veraneo por tierras navarras, como siempre: con menos calor, contacto con los amigos de antaño, y con ellos nuestro retiro espiritual en el Monasterio de Estíbaliz (Álava). Cada año termino más contento, porque resulta hermoso animarse mutuamente, constatar que no somos únicos en el enamoramiento entusiasmado de Jesús. Y comprobar que también las pruebas son parecidas. Resulta maravillosa la intercomunicación entre los amigos en la fe.
Sí, vuelvo a lo de antes: He comprobado una vez más que sin oración personal no podemos ser sacerdotes santos, ni fervorosos, ni atraer las almas hacia Cristo. Seremos unos buenos funcionarios, altruistas. Pero para eso no nos hicimos sacerdotes.
Es preciso ponernos a tiro para enamorarnos de Jesús. Y para conseguirlo, estar con Él mucho rato. El sagrario va a ser nuestro lugar de cita. Estoy seguro de que, si le dedicamos a esta audiencia una hora diaria, nuestra vida va a cambiar pronto. Y el fruto de nuestro apostolado, también. Por mucho que hablemos, se nota si nuestras palabras brotan del corazón o solamente las decimos de memoria.
Querido amigo, vamos a esperar con ilusión nuestra cita diaria con Jesús en el sagrario. Como hacía Julián Eymard, apóstol de la Eucaristía en el siglo pasado: "Faltan cuatro horas para mi cita con Jesús, faltan dos horas." -solía decir. Y al estar junto a Él, no echar mano enseguida del libro. Primero decirle lo que llevamos en el corazón en esos momentos. Con paz. Con paradas para escuchar un poco el eco interior de nuestra plegaria, sin prisa. Dedicar un rato a hablar de Él: de su amor, de su grandeza, de su entrega. Agradecerle. Adorarle. Hablarle desde el fondo de nuestra indigencia. Reconocer con humildad nuestra limitación. Él nos irá ayudando.
Estoy convencido que más que lamentarnos del estado actual de la sociedad debiéramos esforzarnos por ser más santos. Enseguida se notaría en el ambiente.
Y esta es mi primera carta del curso. De verdad que me gustaría recibir contestación. A ver si nos sentimos cada vez más fervorosos.
José María Lorenzo Amelibia
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