Cuando no se adelanta en la enfermedad

Enfermos y Debilidad

Cuando no se adelanta en la enfermedad

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Basta mirarse y ver. Semanas y meses en que nada se adelanta, señal de que algo no funciona. Muchos se amargan cuando aparece un mal irreversible; otros por el contrario miran la parte positiva de su dolencia o terminan por descubrir su misión providencial. Y se comienza por buscar algo propio; alguna dirección por donde reorientar la propia existencia. Como hay tiempo para pensar, no es difícil darse cuenta de posibles caminos. 

 Blanca Benjumea es una de esas personas que ha conseguido superarse en medio de tremendas dificultades. Iba para monja e incluso ingresó en una congregación. Le encantaban los niños, y el proyecto de su vida era enseñar, educar a sus alumnos. Vivía feliz en aquel ambiente religioso, hasta que un día le comunicaron que debía dejar la orden. Y lo explicaba en una carta: “La madre provincial me disuadió de continuar porque no me veían con salud suficiente para cumplir la regla. A los cinco años había una tuberculosis y hube de permanecer largas temporadas en clima de playa, donde me recuperé.  Pero la enfermedad me dejó una salud quebradiza; por eso no he conseguido perseverar en mi primera decisión”.

 Rodeada de doce hermanos y más de sesenta primos, entretenía a unos y a otros narrándoles mil aventuras, fruto de su imaginación. Y se casó. Y tuvo seis hijos, pero su salud fue cada vez peor hasta que degeneró en una fibromialgia reumática, una dolencia crónica y progresiva que la limitaba mucho. Pero no se desanimó. Pasaba largos ratos con sus hijos contándoles cuentos. Cada uno de los seis disfrutaba con la narración que para él su mamá había inventado. Aquellos niños se han hecho mayores y han impulsado a su madre para que saque a la luz las narraciones maravillosas que les contaba al calor del hogar.

Hoy están editadas con el título “Historias de una granja y otros cuentos…” Alfonso Usía decía de ella: “De pronto nos hemos topado con una buena escritora”. No pudo continuar de monja, pero está cumpliendo una misión distinta y muy bella en todos los aspectos.

 Dios a veces marca claramente una vocación. Aceptarla es lo bueno: nos da fuerza y paz para vivir día a día sin que nuestro problema nos amargue la existencia. Hay que confiar.

 José María Lorenzo Amelibia 

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