El alto clero va perdiendo poder
Para los obispos
| José María Lorenzo Amelibia
El alto clero va perdiendo poder
Alto clero
Los jerarcas, de obispo para arriba, son poderosos. No con el poder del dinero, ni de la influencia para regir destinos temporales. Aquellos tiempos ya pasaron por fortuna, pero se sienten fuertes y potentes, sobre todo ante un clero castrado y ante unos fieles timoratos, buenos y humildes. Nunca es mi intención generalizar ni atribuir estas miserias a todos los componentes de la jerarquía. Solamente hablo de un peligro, de una tendencia que se da con relativa frecuencia.
Todavía se mantiene en mi memoria un abrazo entre Cañizares, el cardenal español, y el Rey de España. No dudo de que hubo buena voluntad, ¡cómo no! Pero mi vista se nubló, porque me pareció claro: cardenal y rey; trato entre poder y poder. No me gusta. No era así Jesús el del Evangelio. Pero todavía no hemos aprendido sus enseñanzas.
Vidal José Manuel, eximio periodista y católico de pro, nos recordaba en una de sus críticas: “Nido de víboras" llamaba Jesús a los fariseos. Hoy, se lo diría al Vaticano. Y es que, como también advirtió Cristo, el poder es la gran tentación del ser humano. Y la curia vaticana, maquinaria del poder eclesiástico por excelencia, reúne, como en todas las cúpulas, gente con vocación de servicio y gente que sólo se busca a si misma a través del poder. Un poder, en este caso revestido de carácter sagrado, que es todavía más poder, la cumbre del poder. Es la gran tentación del clero y algunos de sus miembros sucumben continuamente en ella”.
Por ventura el alto clero no tiene ningún poder humano hoy día, pero se agarran al poder espiritual; lo interpretan en su favor, como dominio incluso de las conciencias de fieles y sacerdotes. Y esto no pude ser. Lo considero aún más indigno que el dominar por la fuerza física a las personas.
A poco que pensemos en la mentalidad de Jesús, no vemos nada tan ajeno a esta pretensión nociva de dominar. Jesús predica la buena nueva, la salvación, el perdón, la pureza de corazón, el amor. Habla del Cielo, de Reino, reprende a los fariseos por imponer cargas demasiado pesadas. Pero un número más o menos considerable de nuestra jerarquia continúa en sus trece de querer tener siempre la última palabra, la razón, la norma. Y estamos cayendo en los mismos vicios de los dirigentes de la antigua ley, denunciados por Jesucristo. Se repite la historia.
Y afirmamos también con Vidal: “no nos sirve de consuelo que siempre haya sido así.Si la estructura de mando eclesiástica está podrida, no puede dar buenos frutos. Huele mal y de lejos. "Roma veduta, fede perduta", se dice desde tiempos inmemoriales. Y así seguimos. Con escándalos continuos, filtraciones interesadas, complots, rencillas, cordadas, rumores, chismes” ...
¿Cuándo van a llegar a la madurez evangélica un número considerable de jerarcas que se agarran al poder?
José María Lorenzo Amelibia
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