La chica en que puso su corazón…
Enfermos y Debilidad
| José María Lorenzo Amelibia
La chica en que puso su corazón…

(Atardecer en un pueblo medieval)
En la década de lo sesenta me tocó ayudar a una adolescente de catorce años. Estaba desesperado: la chica en quien había puesto su corazón no quería saber nada de él. Le dije cuanto se me ocurrió: que el tiempo todo lo borra; que pronto pasaría su desventura… Los últimos días de sus vacaciones fueron una tormenta sin esperanza. Luego se marchó a Madrid y no supe más de él. ¿Será el amor una enfermedad, cuya curación solo se logra con el matrimonio? ¿Podremos de alguna manera calmar los dolores del amor rechazado?
El neurocirujano José María Izquierdo ha escrito un libro titulado “Neurobiología del amor”. Explica la atracción amorosa como el resultado de una secreción de hormonas capaces de remover los sentimientos. Llegará el día en que tomando unas medicinas podremos cortar de raíz cualquier pena relacionada con un desengaño amoroso.
Hoy muchos creen que el hecho de enamorarse es un proceso cerebral provocado por algunas hormonas que hacen cambiar la psicología del individuo. Yo estoy convencido de que pude tener razón, pero el amor no es un mero proceso hormonal. Hay algo mucho más espiritual y humano. No todo en el hombre es cuestión de impulsos, electricidad, hormonas o humores que dirían los antiguos.
No cabe duda de que el control médico del amor tendría muchas ventajas: se evitarían depresiones profundas, suicidios y crímenes pasionales, por desgracia muy frecuentes. Podría el angustiado por penas amorosas acudir al facultativo y decirle: “Por favor, recéteme la inyección del desengaño, porque estoy desesperado”. ¡Qué fácil va a ser curar los males amorosos!
No vamos a enfrentarnos contra quienes buscan paliar el dolor de la humanidad. El mismo Jesucristo lo intentó con sus curaciones carismáticas. Pero en estos casos es preciso siempre, y sin negar los buenos efectos de las medicinas, asimilar la situación; sufrir la tristeza como algo pasajero. Mirar hacia lo alto donde reside el Gran Amor que nadie nos podrá arrebatar. El sufrimiento bien soportado nos hace más humanos, compasivos y generosos. Nos enseña a saber comprender a los demás y a no causarles problemas y ayudarles a solucionar los suyos. Creo que estas enfermedades del amor, bien llevadas fortalecen nuestro ánimo y nos hacen mirar esta vida no como morada definitiva.
José María Lorenzo Amelibia
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