Lo leí en uno de los chistes de Ramón: - Buenos días; me llamo José, y soy voluntario. En frente de él aparece un pobre anciano tullido, sentado en una silla de ruedas que le responde: - Pues yo me llamo Mariano, y soy un enfermo completamente involuntario.
Mucho bien hacen a la Sociedad y a la Iglesia esos modernos voluntarios, pero no es menor el favor que puede hacer un ejército de "involuntarios" en el Cuerpo Místico de Cristo. Siempre han estado dentro del Reino de Dios estos dos grandes colectivos para bien del Pueblo. Antes, a ese enorme voluntariado de fieles que lo daba todo por los enfermos, se le llamaba monjas o frailes. Ahora, como quedan pocas personas con ánimo de entrega total con votos, ayudan los voluntarios de ambos sexos. ¡Todo es bueno para la causa!
Nadie en absoluto elige con gozo entrar en un hospital como sujeto paciente. Por eso resultan más vistosos los equipos de gente de buena voluntad que intentan ayudar. Pero sostenemos que ambos grupos son imprescindibles en el Reino de Dios.
Lo único que se exige a los "pacientes" es que, si bien han entrado en ese mundo contra su propio deseo, reflexionen con la ayuda de los esforzados colaboradores, y se conviertan en auténticos "voluntarios" de los designios del Señor. Porque nada de cuanto nos sucede a cada uno, nada, está fuera de la voluntad de beneplácito de Dios. Y la oración y el sufrimiento de tantos millones de impedidos, enfocados y ofrecidos con amor al Padre, contribuyen a la salvación del mundo, tanto o más que la generosidad de esta gente magnífica que por ellos se desvive. Así lo hemos estudiado en Teología en aquel tema de fe que se llama "El Cuerpo Místico de Cristo".
Dentro de unos años comprobaremos que la vuelta a la gracia santificante y a la práctica religiosa de ciertos voluntarios descreídos, se ha debido al sacrificio ofrecido al Señor por parte del otro colectivo, el de los sufridores.
José María Lorenzo Amelibia
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