Me viene con frecuencia a la memoria una procesión que presenciaba los terceros domingos de mes en los días de mi infancia y juventud, después del Rosario y función eucarística de mi Parroquia.
El Santísimo Sacramento, bajo palio, recorría las naves de la iglesia; mientras tanto los fieles cantaban melodías al Amor de los Amores. Todo era muy digno, y la vez sencillo: como un Corpus Christi en pequeño.
Han pasado muchos años y sigo recordando aquello como fuente de devoción. Algunas veces mi oración es un poco imaginativa: repito desde el fondo del alma los himnos eucarísticos de aquellas tardes de minerva de los años cincuenta: "Adorad al Augusto Sacramento; y en además de pleitesía, cantad: ¡Gloria a la Eucaristía, la obra maestra del Señor! ¡Gloria, triunfo y honor a Cristo Rey! Por el Amor de los Amores, jurad ser siempre adoradores del Sacramento del Amor!"
¡Qué bueno para nuestra vida interior rememorar canciones, frases, experiencias de infancia y juventud. Dios se sirve de ello para aumentar el fervor y dinamizar nuestra fe.
En aquellos tiempos, decenas de niños entrábamos en las iglesias con devoción infantil para visitar a Jesús, prisionero de amor en el Sagrario. Centenares de personas mayores nos animaban con su ejemplo. Los diez o quince bancos que se hallaban junto al Tabernáculo, se llenaban al atardecer de personas de toda edad que practicábamos esta adoración.
Minerva, Tarsicios, Cruzada Eucarística, Luises, Marías de los Sagrarios, Juanes, Congregaciones marianas... Es algo lejano ya en nuestra memoria, algo que añoramos y ¡Dios quiera que volvamos a ver! Contribuye hoy para aumentar nuestra amistad con Jesús. Y debe ayudarnos a todos a fomentar este amor al Sacramento.
¿Con qué se han sustituido estas prácticas para las generaciones que nos han seguido? ¿Cómo están nuestras iglesias después y antes de las funciones de culto? ¿Dónde, la consecuencia de fe de los sacerdotes y enamorados de Cristo? ¿Qué propósitos practicamos el día de la confesión o del retiro mensual? ¿Hablan como enamorados de la Eucaristía nuestros obispos? ¡Cuántas preguntas! Y en manos de todos está el procurar respuestas positivas. Todos podemos. No sólo quienes gobiernan la Iglesia.
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