Saludo fraterno, ¡no fraticida!

Este libro de Cabodevilla se subtitula, “para un estudio cristiano sobre el humor”… Cosa muy buena, y de la que no siempre andamos sobrados los que “somos de misa”.
Bien, allí dice que con mucho cariño, Cabodevilla habla de que en la Iglesia hay algunos documentos episcopales que son de frenada y que estos están siempre introducidos por un “queridísimos hermanos” y que suelen terminar con una bendición. Y con sentido del humor dice riéndose, que éstos se asemejan a supositorios con gusto a frambuesa.
Ante el temor de ser malinterpretados, o que los fieles se “salgan de madre”, aprietan el freno, y se nota que chirrían ya en el saludo… no hay que olvidar que ¡ante todo somos hermanos…y no primos!
Debe ser eso un sello de familia en el que usamos como una coraza para defendernos lo más afectuoso que se nos ocurre y nos deseamos lo mejor, que sin duda, viene de Dios y no de nosotros, como es una bendición.
Y digo que debe ser un sello de familia, porque al leerlo me vino a la memoria algo que nos pasaba frecuentemente cuando íbamos al Colegio. Cada “X” tiempo nos daban una carta para nuestros padres en las que se anunciaba, o una nueva colecta, o una subida en la mensualidad, o un pedido de dinero “extra”. Estas cartas era famosas porque siempre comenzaban con un “Queridísimos padres”. Daban el garrotazo y acababan la misiva con un afectuoso: “Los saludamos en Cristo, la Comunidad educativa”. Y esto era tan escandalosamente cierto, que ya nos lo tomábamos a broma, y cuando nos daban una de estas cartas, ya al llegar a casa decíamos: “Hoy las monjas os saludan en Cristo”. A lo que ellos preguntaban como por instinto: “¿Cuánto cuesta el saludo?”
Saludos fraternos –no fraticidas- “queridísimos hermanos”, y una bendición, para conseguir frenar un impacto, que al fin y al cabo, acababa siendo como un “supositorio de frambuesa”.
Cabodevilla da una receta para los clérigos encumbrados, que no nos vendría mal a los religioso, obispos y fieles, que nos encumbramos en nuestra seriedad y llegamos a ignorar la realidad, confundimos seriedad con caras largas y ponemos cara de enfadados, para que al menos así “nos respeten” o tengan en cuenta. Propone reírse de uno mismo todas las mañanas, así, dice, se evitará el ridículo el resto del día. Su propuesta está en la misma linea que Gila que afirmaba que “el sentido del humor es el espejo donde se refleja la estupidez del ser humano” y como humanos noe stamos exentos.
Hagamos la prueba, y veamos si aguantamos cinco minutos frente al espejo, riéndonos de cómo creemos que nos estamos tomando en serio la vida, cuando en realidad, estamos tocando el violón. Khalil Gibran decía que “Únicamente quien tiene el sentido del humor cuenta con el sentido de la realidad”, y no le faltaba razón.
Alguién también dijo con humor, algo que sirve a esos “clérigos tan serios de los que se habla en el libro de la Jirafa de "ideas elevadas”:“No se deberían poner caras largas, por lo menos para no tener más superficie que afeitar.”