Esta tarde de domingo fue deliciosa. Me visitó
Maria Alba Sala Pelfort, una pianista manresana que vive, estudia y trabaja en París.Una artista de una sensibilidad exquisita.
El tiempo con ella y con su madre se hace corto. La vida fluye y la alegría y el entusiasmo dan ritmo a la calidez del encuentro. Hablando de lo humano y de lo divino, nada altera la paz y la normalidad de la vida.
Sin duda, la buena música cultivada diariamente, la disciplina del profesional, y la capacidad para disfrutar de lo que es bello, hace que la vida se viva de otra forma, y en Maria Alba esto es evidente.
Maria Alba, es una mujer creyente. Y no hace falta que explique nada para descubrirlo. Sus gestos, criterios, su sencillez, respiran una fe vivida que además se contagia.
Luego, de su visita pensaba: qué bien si cada uno de los creyentes supiéramos contagiar con naturalidad la alegría y la frescura del Evangelio, dando así música y armonía a la vida de los que se cruzan con nosotros por el camino….
“Sin que hablen, sin que pronuncien… sin que resuene su voz.. a toda la tierra alcanza su pregón, y hasta los límites del orbe su lenguaje”.
Que pasemos por la vida siendo nosotros mismos un canto de alabanza que nos lleve al Creador, a quien nos da la vida y nos sostiene en ella.