El hombre propone y....

Cuántas veces ante un cambio imprevisto de planes decimos: “¡El hombre propone y Dios dispone!”

Bien, yo tenía mis planes y de golpe se cambiaron radicalmente: Un billete para Argentina el día 11 de noviembre se convirtió en una entrada al quirófano el día 13. No está del todo mal, al fin y al cabo, ¡experiencias diferentes!

Y con casi diez días de ausencia y mientras voy reincorporándome a la vida normal –que dicen tardará meses en serlo- he de reconocer que aunque uno se resista, no está mal eso de “parar” o que “te paren” para “dejar las cosas” y vivir el momento presente, "el instante", abiertos a lo que Dios quiera y a lo que las circunstancias manden. Y éstas, tanto si son de dolor como de gozo, son un cátedra de vida en la que aprendemos lo que “no tenemos tiempo” de aprender en el ajetreado vivir de cada día.

Tengo que reconocer que el dolor también nos humaniza, y esto sin romances ni palabras fáciles. Hay “Uno” que nos abrió camino y nos enseñó a vivir en este domicilio humano con todas sus virtudes y limitaciones y que no negó el dolor, pero tampoco lo deseó, como nos dicen lo deseaban algunos místicos: Él, Jesús, lo asumió, lo padeció, se sintió abandonado hasta de Dios -¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?- como tantos seres humanos, y en su angustia clamó con confianza y no quedó defraudado. Seguirle, no nos ahorra el sufrimiento, ni nos hace diferentes al resto de los mortales, tal vez nos ayuda a vivirlo con paciencia bebiendo gota a gota el cáliz que aunque amargo, sabemos que da la vida.

La experiencia de la vulnerabilidad personal nos afecta existencialmente en nuestra forma de vivir y relacionarnos con los otros, y sin duda nos sitúa en el plano de la realidad que nos permite “entender” cordial y vitalmente, sin dogmatismos a priori, a los que se encuentran en una situación de indefección.

El hombre propone, y sin duda, Dios dispone todo para bien de sus hijos, a los que quiere humanos, con entrañas de misericordia y capaces de sentir con sus hermanos y de compadecerse de los que sufren. Es el camino que escogió Jesús que nos dice, "el que quiera seguirme, que cargue con su cruz y me siga".

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