La impunidad continúa

Soy de Tucumán, y a la entrada de mi provincia, en tiempo de la dictadura, cuando el general Bussi era gobernador, se puso un cartel que decía: “Bienvenidos a Tucumán: cuna de la independencia, Jardín de la República y sepulcro de la subversión”.
Este último “titulo” se debe a la desgracia y a la lacra de que en los cerros tucumanos fue donde más se cebó la dictadura y donde lucharon cuerpo a cuerpo los “llamados” guerrilleros –así los identificaban- y los militares.
Vivía en pleno centro, y más de una noche la viví aterrada por las explosiones que hacían volar telefónica, la casa de algún vecino, o por alguna contienda estudiantil. Viví muy de cerca el asesinato del General Viola y su hija, y el acribillamiento de jóvenes con ideales de justicia y revolución, -algunos de éstos salidos de las parroquias cercanas e hijos de amigos de mis padres-.
A los 11 años, jugando en una ladera de la montaña encontramos, en una cisterna, un arsenal de armas. Recuerdo que dimos aviso a la policía: aquella noche mataron a los hijos de una señora de la zona, porque parece que estaban relacionado con aquellas armas.
Digo todo esto para explicar que hoy, al leer que el cura Von Wernich ha sido condenado a cadena perpetúa por su complicidad con la dictadura militar, por homicidio, tortura y secuestro, han venido a mi cabeza un sinfín de sensaciones y recuerdos.
El cardenal Bergoglio, máxima autoridad de la Iglesia Argentina, ha lamentado que un cura haya cometido estos delitos, y ha dicho que era responsabilidad suya. No se ha lavado las manos y ha celebrado que se haga justicia, invitando además a la reconciliación de los argentinos. No estamos demasiado acostumbrado a que nuestros pastores se jueguen a este nivel. Pero más allá ha ido Monseñor Martín Elizalde OSB –monje tenía que ser y a mucha honra para los del gremio- que ha pedido perdón por los delitos cometidos por un sacerdote y ha manifestado que oportunamente se tendrá que responder a esta condena con una disposición canónica correspondiente, lo que no excluiría tal vez una suspensión ad-divinis o alguna medida disciplinaria.También pidió que se rece por él, para que viva este moemnto con serenidad y reconozca sus errores.
Hasta aquí la lectura parece normal y propia de cualquiera que mira a Argentina y reconoce la página negra de aquella dictadura infame. Pero no podemos quedarnos solamente mirando los crímenes del tiempo de la dictadura, porque correríamos el peligro de olvidarnos de otro tipo de crímenes que todavía hoy se cometen en Argentina y que me atrevería a calificar de lesa humanidad. También el Cardenal Bergoglio ha denunciado la corrupción de la clase política, que hace que miles de niños y ancianos hoy mueran en la miseria sin dignidad, y esto le ha ganado la enemistad del "progresista" Néstror Kirchner, presidente de una Argentina en la que el desempleo es el pan de cada día y la esperanza se esfuma como papel de tabaco.
Celebro que Von Wernich tenga una condena como la que tiene y que por el hecho de ser sacerdote no se haya impedido que se le juzgara por sus errores como a cualquier ciudadano. Deseo que no haya impunidad para los que hoy continúan de tantas maneras torturando al pueblo, con el hambre, secuestrando a las personas por la falta de seguridad, y matando a la gente, por la violencia que cada día crece en un País, que todavía no conoce lo que es vivir en democracia.
Deseo que la condena de Von Wernich, no sea una cortina de humo para distraer la atención de los escándalos que envuelven al Presidente y a su Señora que el 28 será elegida presidenta: ¿escándalo? Sí, la señora Cristina Kirchner ha mentido que es abogada, y hasta parece que hay un diploma falso. La universidad en la que presumiblemente se graduó, guarda silencio: ni desmiente ni afirma.
Von Wernich condenado, muy bien, pero que eso no nos despiste ni distraiga de la realidad: la impunidad continúa, la pobreza también.
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