El perdón evangélico

Con motivo de las beatificaciones en Roma de los mártires de España del siglo , XX y de la ley de la Memoria Histórica, se creó un ambiente enrarecido que abría heridas, reavivaba rencores y aumentaba la crispación, porque estábamos ante un diálogo de sordos en el que sólo valían las razones de unos y el dolor por sus muertos, sin escuchar las de los otros, que también tenían muertos en sus filas y/o familias.

Monseñor Blázquez puso una nota de paz en Roma el día previo a las beatificaciones, y muchos celebramos su gesto evangélico: legitimaba el derecho de los cristianos a honrar a sus mártires, y de la sociedad civil a recordar y también a honrar, a su manera, a sus muertos. El Gobierno hizo, en aquella ocasión, otro tanto con el envío de una representación y un acto en la embajada que aseguran fue realmente importante. En lugar de atizarse el fuego comenzamos a presentir cómo con motivo de la beatificación –o con la ayuda de los mártires- las relaciones comenzaban a encaminarse nuevamente.

No obstante confieso que sentía que aun faltaba “algo”. Pensaba una y otra vez que nuestra Iglesia no estaba dando el peso del todo, y me preguntaba una y otra vez ¿qué podíamos aportar los creyentes, los seguidores de Jesús, para que la paz fuera realmente estable? ¿no era este el momento oportuno para tener un gesto, como aquellos de Jesús, que por su “autoridad” conseguía mover los corazones y generar compromiso?

Reconocer los propios errores y los de los otros, pedir perdón por la parte que nos tocaba, y ofrecerlo generosamente a los otros como lo hizo Jesús –“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”- sería un buen gesto. Seguramente en la guerra in-civil española, ni los de un bando, ni los del otro “sabían lo que hacían” implicándose en una absurda guerra fraticida. Jesús justificaba a sus verdugos ante el Padre: ¿no debíamos hacer nosotros lo mismo? ¿no era éste el gesto que se repetía en los mártires de los que la Iglesia se gloriaba en estos días?

Seguir a Jesús es exigente, y no admite rebajas. Su dinámica es diferente, y esto desestabiliza y compromete.

Monseñor Blázquez, una vez más dio el tono al comienzo de la Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, y esto me dio mucha alegría.

Pedir perdón, es bueno, y pedirlo incluso por aquello que se podría haber hecho y no se hizo. Porque lo que realmente importa, es que ese perdón nos comprometa a no cometer los mismos errores en el futuro ¡y en el presente! No hacerlo es entrar en la dinámica del rencor y la descalificación que fomenta el odio y los enfrentamientos o la desconfianza y la crispación, que siempre engendran violencia y matan la vida.

Un buen amigo sacerdote escribía en la hoja parroquial de Navarcles el día 18 de noviembre: “Todavía nos falta aprender a perdonar sin esperar que los otros reconozcan su pecado y pedir perdón aunque la culpa sea repartida”

Es lo que hizo Jesús en la cruz, y seguramente lo que debemos hacer los que queremos seguirle cada día.

www.dominicos.org/manresa
Volver arriba