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El cardenal Osoro acompañó al padre Ángel en el desfile por las calles de Chueca
"Todos tenemos nuestros Via Crucis. Pero el que, tal vez, mejor representa a los Cristos de hoy, es el de los niños de Ucrania". Un emocionado padre Ángel vivió, a pie y sin rastro del bastón que durante meses (al igual que al Papa Francisco) le acompañó a todas partes, la procesión del Cristo de los Niños, que por segundo año consecutivo volvió a salir por las calles de Chueca, en una tradición que ha vuelto, doscientos años después.
Como el sufrimiento, pero también como la esperanza, que siempre llegan, aunque en ocasiones con algo de retraso. La parroquia '24 horas' de San Antón acogió este Viernes Santo un cortejo procesional presidido por la el Cristo de los Niños, una talla del siglo XVII que fue portada por los Bomberos de Madrid. Junto al padre Ángel, el cardenal de Madrid, Carlos Osoro, y Blanca Pinedo, en representación del alcalde Almeida. Presidiendo el paso, varios menores, hijos de colaboradores de Mensajeros de la Paz y, también, pequeños refugiados del horror de la guerra de Putin.
Acompañados por la Banda Municipal de Morata de Tajuña, el Cristo procesionó por las calles de Hortaleza, San Lorenzo, San Mateo, Fuencarral y Farmacia para regresar, casi una hora después, a San Antón. En el desfile tampoco faltaron las gaitas astúres y las tradicionales saetas, que volvieron a rasgar el cielo de la capital en la mañana en que se conmemora la muerte de Cristo. "El servicio a los demás es lo más grande que existe", recalcó el cardenal Osoro una vez dentro del templo, agradeciendo a los Bomberos su trabajo. Hoy y siempre.
En un claro gesto a la guerra de Ucrania, el padre y el resto de sacerdotes de san Antón portaban una casulla blanca con ribetes amarillos y azules. Y es que, un año después, el martirizado pueblo ucraniano continúa con su Via Crucis sin Resurrección a la vista. Aunque no será por falta de ganas, ni de manos trabajando, ni de campañas abiertas, como la que el padre Ángel y sor Lucía Caram llevan a cabo para tratar de construir un Hospital de Campaña en las zonas más afectadas por el dolor, el sufrimiento y la muerte.
"Sólo ante Dios, un niño y un anciano hay que ponerse de rodillas", suele decir el padre Ángel. Y hoy, ante el Crucificado, los niños pedían paz, un mundo en paz, que el Príncipe de la Paz pueda resucitar en los corazones de quienes ordenan y se benefician de las guerras. Y, también, por los otros niños que sufren en el mundo. En países lejanos, y en oscuridades cercanas, como la lamentable situación en La Cañada Real, 900 días después, sin luz. Para ellos, también, va este Via Crucis.
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