Derroche de dinero a costa del pueblo

Editorial Desde la Fe / 02 de febrero.- El próximo 7 de junio los mexicanos ejerceremos nuestro derecho al voto para renovar la Cámara de Diputados, nueve gubernaturas, 993 alcaldías, 641 diputaciones locales y 16 delegaciones políticas en el DF. Desde ahora, ningún ciudadano puede quedar al margen de este acontecimiento tan importante en la vida del país.
Según los partidos políticos en el Congreso de la Unión, la Reforma Electoral 2014 servirá en la práctica para favorecer la inclusión, la transparencia, la equidad y la justicia en el proceso electoral, y ayudará a legitimar el sistema democrático-electoral.
Sin embargo, uno de los aspectos que sigue lastimando cruelmente a la ciudadanía es el escandaloso financiamiento y la descomunal asignación de recursos a los diez partidos políticos nacionales, viejos o de nueva creación, lo que causa la justa indignación de la mayoría de los electores, quienes día tras día luchan por sobrevivir con míseros salarios.
El proceso electoral 2015 no será la excepción, pues los partidos políticos contarán con sumas inconcebibles, e incluso superiores a algunos de los ramos del Presupuesto de Egresos de la Federación, como son salud y programas de asistencia social. El Instituto Nacional Electoral autorizó en enero un monto global de más de cinco mil 300 millones de pesos para el desarrollo de actividades ordinarias y gastos de campaña de los institutos políticos. A esto se suman las autorizaciones en topes de gastos de campaña para competir por una curul en San Lázaro, ascendiendo a un millón 260 mil 038.34 pesos. Es decir, un derroche de recursos inadmisible frente a la situación de pobreza extrema que viven millones de mexicanos.
Y efectivamente, ya comenzaron. Con la finalidad de promover su imagen y encauzar el voto ciudadano, hemos visto a los partidos y candidatos usando artimañas. Desde el inicio del 2015, al primer minuto, las audiencias se han visto forzadas a escuchar y observar los inverosímiles y nada ingeniosos spots de los partidos en los tiempos oficiales del Estado, tratando de justificar lo injustificable. Y mientras más se acerque la jornada electoral, candidatos se valdrán de más argucias y mañas para la promoción de la imagen, tirando groseramente millones de pesos en propaganda electoral inútil e inservible, cosas y utensilios caseros que, en lugar de ser benéficos para los electores, son pura basura.
Es evidente el descrédito de los partidos políticos, especialmente por las graves crisis y escándalos que atraviesan algunos de ellos, afectando y destruyendo la vida de familias enteras, como fue el frustrado empoderamiento de funcionarios que serían candidatos respaldados por dirigencias y capos. La crisis es tal que los partidos políticos son los peores enemigos de la equidad y justicia de nuestro vapuleado sistema democrático. Si la reforma intentó dar un giro drástico en el trabajo de los árbitros y el juego electoral, ahora es imperativo luchar contra la corrupción, la descomposición y las inaceptables sumas de dinero que se entregan a los partidos.
Las novedosas reformas electorales garantizaron al pueblo de México la escrupulosa fiscalización y la transparencia; sin embargo, la falta de credibilidad de los partidos ya debería merecer una disminución en los dineros que se les han asignado por fracasar como institutos eficaces de la democracia, y ser propiciadores de la división, la crisis, la deconstrucción de la ciudadanía y la imposibilidad de una convivencia pacífica.
Ojalá que la reforma político-electoral no devenga en traición al pueblo bajo la justificación de que “en arca abierta hasta el más santo peca”, y al final en el infortunado “usté disculpe”.