Dios no hace basura...

Dios te ama

Mons. Rodrigo Aguilar Jiménez / CEM. 21 de enero.- Dios te ama. No son simples palabras bonitas, dulzonas, tranquilizantes. Repito: Dios te ama.

Ordinariamente en mis reflexiones utilizo el “usted”. Ahora quiero atreverme a decir esto abierta y descaradamente: Dios te ama.

Puedo explicar de muchas maneras en qué me apoyo para sostener esta frase que he repetido. Menciono lo siguiente: Dios nos creó a su imagen y semejanza. Y Dios no hace basura. La basura la hacemos nosotros, porque también nos ha creado como seres libres y con frecuencia hemos hecho uso equivocado de nuestra libertad.

Sin embargo, a pesar de nuestra maldad, Dios no nos abandona, no nos deja a nuestra suerte. Para rescatarnos de nuestra situación, hace muchos siglos llamó a un hombre, Abrahám, y le dijo que lo haría padre de un gran pueblo. Abrahám tuvo a su hijo Isaac siendo ya anciano. Pero entonces Dios lo quiso probar en su fe y obediencia, pidiéndole que sacrificara a ese hijo amado. Parecería que Dios quería estrujar la fe de Abrahám, como se exprime un trapo. Abrahám no reniega, sino que se somete, se entrega; cuando está a punto de sacrificar a su hijo Isaac, Dios lo detiene, pues ha comprobado su fe obediente.

Lo sorprendente es que para rescatar a la humanidad, Dios no se ahorró el sacrificio de su propio Hijo, sino que nos lo dio para que muriera luego en la cruz. Todo esto es porque nos ama. Son hechos, no sólo promesas. Esto nos dignifica, porque somos amados y capaces de amar.


Dios nos da la libertad para reconocer y asumir responsablemente nuestra dignidad en toda nuestra vida.

Invito a usted a vivir a lo largo del día con esta convicción: Dios me ama; a su vez, me envía para que aquellos con quienes me relacione, se sepan amados por Dios. De esta manera, muchas cosas pueden cambiar si nos dejamos amar y damos amor: Recuperamos la esperanza de vivir, superamos la culpabilidad destructiva, disminuyen o desaparecen los resentimientos, rencores, odios; florece, en cambio, la paz, la comprensión, el perdón, la alegría.

Déjese amar por Dios y ame al estilo de Dios, pues somos su imagen y semejanza.

Una sugerencia más: al final del día dialogue con alguna persona, familiar o amiga, de lo vivido con esta mentalidad e intención. Los frutos serán muy palpables.


+ Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de Tehuacán
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