La Iglesia de San Felipe en Nagasaki, un legado de México



Vladimir Alcántara / SIAME. 05 de febrero.- El conjunto arquitectónico del parque Nishizaka, en Nagasaki, Japón, conformado por la Iglesia de San Felipe de Jesús y el Museo de los 26 Mártires, es ya considerado un ejemplo importante de la arquitectura modernista en ese país. Fue construido entre 1958 y 1962, en el marco del centenario de la canonización de dichos mártires, gracias a donaciones enviadas principalmente de México.

En entrevista para Desde la fe, la doctora en Historia Rie Arimura nos habla acerca de dicha obra arquitectónica, de su proceso de edificación y de lo que en la actualidad representa para el mundo occidental.
Arimura comentó que en el año 2012 se celebró un doble festejo de gran importancia para las relaciones entre Japón y el mundo hispánico; por un lado, el 150 aniversario de la canonización de los 26 mártires ejecutados en Nagasaki en 1597 por orden de Toyotomi Hideyoshi, y por el otro, el 50 aniversario de la erección de la Iglesia de San Felipe de Jesús y del Museo de los 26 Mártires.

Señala que la hipótesis de Nishizaka como el verdadero lugar del martirio fue defendida por el historiador japonés Yakichi Kataoka, y que el plan de edificar un templo dedicado a San Felipe de Jesús en ese lugar se desarrolló por el año 1930, cuando el arzobispo de Guadalajara, Francisco Orozco y Jiménez, concibió esta idea al asistir a una función de cine en Los Ángeles, en la que se proyectó The 26 Martyrs of Japan, película realizada gracias al financiamiento de Dominic Masaju Hirayama, un potentado ganadero coreano, y el apoyo de varias instituciones católicas y de la compañía cinematográfica Nikkatsu, con un doble fin propagandístico: para el público nacional, eliminar los prejuicios hacia los cristianos, y para el público extranjero, mostrar el alto valor espiritual del pueblo japonés mediante la recreación del martirio de los cristianos japoneses.

La también profesora de la UNAM comenta que, de acuerdo con la documentación del Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Guadalajara, fue el propio Hirayama quien mostró esta película al Arzobispo, y que éste sintió tal entusiasmo que se comprometió con el primero a recaudar fondos para construir un templo en honor a San Felipe de Jesús en Nagasaki; Hirayama entonces le ofreció en donación un terreno suyo en Tateyama, un lugar contiguo al del martirio, y estimó el costo de la edificación en 10,000 dólares. Sin embargo, señala, en 1936 el obispo de Nagasaki, Mons. Hayasaka, dijo que para edificar la iglesia convenía un terreno grande, así que por cuestiones de dinero era mejor adquirir uno cercano a dicho sitio. Bajo este entendido, un norteamericano de nombre W.T. Moore prometió a Orozco y Jiménez la cantidad de 3,000 dólares, y entre 1935 y 1936, Jesús Minakata, presidente de Minakata y Cia., envió varios giros bancarios al obispo Hayasaka por donaciones que reunió, las cuales dieron un total de 562 dólares.

Comenta Arimura que sin embargo el proyecto quedó interrumpido por el fallecimiento de Orozco y Jiménez en 1936, hasta que su sucesor, José Garibi Rivera, llevó a cabo las gestiones necesarias con el arzobispo de Nagasaki, Mons. Paul Aijiro Yamaguchi, para dar seguimiento al plan. Para entonces, el costo de la edificación se calculaba en 25,000 o 50,000 dólares según se empleara madera o cemento armado en su construcción. Pese a los esfuerzos de la Iglesia mexicana y japonesa, así como los apoyos de Hirayama, Moore y Minakata, el proyecto no se concretó debido al estallido de la Segunda Guerra Mundial, por lo que se guardó el dinero en el banco. Una vez terminada la guerra, los fondos desaparecieron a causa de la devaluación de la moneda japonesa. En 1958, Tsutomu Tagawa, jefe de la ciudad de Nagasaki, pidió a la Iglesia que levantara un monumento conmemorativo en el parque Nishizaka. Mons. Aijiro Yamaguchi intentó entonces poner en marcha la empresa a través de distintas órdenes religiosas, mismas que no pudieron asumirla por falta de recursos.

Comenta la doctora en Historia que quien aceptó la petición fue el sacerdote español Pedro Arrupe, provincial de los jesuitas en Japón, y propuso edificar un conjunto arquitectónico que constara de una iglesia dedicada a San Felipe de Jesús y un museo de los 26 mártires. La Compañía de Jesús, indica, negoció entonces con las autoridades de la ciudad y obtuvo en préstamo una parte del parque Nishizaka, en el que se construyó el museo; mientras que para la edificación de la iglesia se tuvo que comprar un terreno adjunto. Arimura cuenta que con el fin de cubrir los gastos de construcción, Arrupe solicitó apoyo a la Iglesia mexicana para recaudar donaciones, y que, debido a que el proyecto emergió dentro del contexto de la Guerra Fría, ahora se vio favorecido por el aspecto político, ya que durante esta época la Iglesia Católica ocupó un lugar central al enfatizar la correspondencia entre libertad de religión y democracia.

Dice la Dra. Arimura que México costeó una gran parte la construcción del conjunto arquitectónico, y el resto del dinero surgió de donativos enviados desde distintos países. Así, el conjunto monumental de Nishizaka se distingue por su universalidad arquitectónica, política, social y religiosa.
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