Neonazis cristianos

“El nacionalsocialismo nunca fue contrario a Cristo, pues existía el ‘cristianismo positivo’ en el III Reich, lo único que pelea el nacionalsocialismo es la eliminación de la Idea Sionista, entre otras cosas”.
Esas palabras, publicadas esta semana por animalpolítico sobre un grupo de jóvenes neonazis en Jalisco, dicen mucho sobre la supina y crasa ignorancia de la historia, enarbolar la bandera del nacionalismo rancio y creer que, con disfraces paramilitares, poses adustas a la Goebbels y los cabellos relamidos, los camaradas han abrazado una causa santa por la redención nacional en la religión, nuevos cruzados que esconden odio y fanatismo bajo el camuflaje del nacionalhumanismo, el trabajo nacional y la defensa contra las aberraciones liberales para acabar con ideologías sionistas, anarquistas, comunistas, capitalistas, masónicas y judías, reivindicando el negacionismo y entronizando a los autores del nuevo nacionalsocialismo cuyos libros se adquieren en el Eje Central Lázaro Cárdenas rodeados de brazaletes, cruces gámadas, viejas casacas militares, de ejemplares de Mi Lucha y ediciones fantásticas del poder de las SS, esoterismo nazi y proclamas antisemitas.
La anécdota pudo haberse quedado en una de esas calenturas de juventud, pero la cosa no es tan fácil. Que uno de ellos esté ligado a un partido político, fundado en pilares humanistas, revela cómo se ha confundido oficio y devoción. Pero más allá de las filiaciones políticas en un Estado de arraigadas tradiciones religiosas donde todavía se puede respirar ese tufillo reaccionario y fanático, envolverse en la bandera de la pureza religiosa para interpretar los deseos de Dios en la persona del Cristo ario e instaurar la sociedad libre y perfecta, resulta interpelante.
En este ecléctico clan nacionalhumanista jalisciense, la parcialidad de la verdad aparece como algo absoluto. Decir que el nacionalsocialismo nunca fue contrario a Cristo gracias al cristianismo positivo es equivalente a decir que el Papa podría pertencer a una logia masónica para mejorar las relaciones ecuménicas. Quienes se hayan preciado de estudiar en lo mínimo la difícil etapa del nacionalisocialismo alemán puede concluir que ese cristianismo positivo de Rosenberg vació de su contenido los conceptos de revelación, de la fe en Dios y de la dignidad de la persona desde la ley natural; de la inmortalidad particular, del pecado original y la redención efectuada por Cristo; del significado de la cruz cristiana; de la herencia cristiana y de la elevación sobrenatural que permita al ser humano la relación con Dios por la filiación divina. El nazismo sometió al cristianismo en un positivismo pseudocientífico que fue denunciado duramente por Pío XI.
Quizá con estos argumentos podríamos pasar la hoja y olvidar al grupillo de Jalisco. Sin embargo, mientras escribo estas líneas, recuerdo un hecho personal y por demás increíble ligado a estos simpatizantes nostálgicos del nazismo y su parafernalia. Mientras concluía unos estudios sobre la Encíclica de Pío XI, la Mit Brenneder Sorge, me recomendaron la asesoría de un profesor respetable en una Universidad privada de la Ciudad de México. Al principio aceptó con cautela mi investigación, pero durante las sesiones destapó su filonazismo, su admiración por la disciplina del ejército alemán y el cuento del holocausto, amén de recomendaciones como El Judío Internacional de Henry Ford, Derrota Mundial de Salvador Borrego y Los Protocolos de los Sabios de Sión, adviertiéndome que los judíos eran una “caterva”, término usado por Ford, culpable de muchos males actuales. Claro que mis preguntas fueron a más, pero colmó nuestra relación cuando pregunté su opinión sobre Juan Pablo II, la Shoá y su condena. Recuerdo claramente su respuesta: “Respeto a Juan Pablo II, pero él también puede equivocarse”.
La siguiente sesión, un simple “ya no puedo seguir asesorándolo”, terminó con este encuentro sorprendente, especialmente por tratarse de un docente en una Universidad de inspiración cristiana.
Alzar el brazo, gritar Sieg Heil! y hacer la señal de la cruz en el pecho son como el agua y el aceite. Los nazis de Jalisco son una advertencia del radicalismo en grupos políticos o intelectuales pervirtiendo la convivencia y demeritando la capacidad de diálogo y escucha. Totalitarismos, arrobados en la religión, son un binomio peligroso padecido por miles de seres humanos ignorando, deliberadamente, la historia a pesar de que en este mes conmemoramos el centenario del inicio de la Gran Guerra a causa de los nacionalismos; sin embargo, en la Iglesia estas lecciones deben llevarnos a un análisis de nuestras actitudes para transformarlas. Y es que hay daños muy grandes cuando “en nombre del Espíritu Santo” se hacen cruzadas para acabar con quienes no son como nosotros; cuando en “nombre de la santa obediencia” se somete y denigra a los demás; cuando con “nuestra autoridad y potestad” se anatemiza al prójimo; cuando por “difundir y defender la fe” se llama al otro “protestonto” e ignorante, cuando “en nombre de Dios” se pervierte y destruye a los más pequeños.
Y perdonen mi parafraseo del Evangelio, pero sus palabras bien podrían ser para los neonazis cristianos y los cristianos que se portan como nazis en la Iglesia: Debemos “aprender qué significa aquello de misericordia quiero, no fanatismos…”