#sentipensares La Dimensión Misionera de los Pueblos Reciprocidad

La Dimensión Misionera de los Pueblos  Reciprocidad
La Dimensión Misionera de los Pueblos Reciprocidad

La misión en el entramado humano

Cuando me pidieron escribir estas líneas sobre la dimensión misionera de los pueblos, por haber acompañado, durante años, a pueblos originarios de nuestra Ameríndia, me quedé pensando: ¿Cómo podría enfocar esta reflexión? Mientras pensaba percibí que, al igual que como la persona, que más que estar formada por dimensiones es corporeidad, los Pueblos, desde la diversidad cultural, forman el entramado humano y desde ese tejido vital, se alimentan entre sí con los hilos de las relaciones. Uno de estos hilos es la misión de Dios: la “Buena Noticia” de liberación, justicia, paz y fraternidad, para toda la humanidad.

Esta Buena Noticia, desde mi experiencia, la puedo sintetizar en un saludo coloquial, lleno de dinamismo espiritual, escuchado frecuentemente de individuos y comunidades: ¡“Siquiera vino”! Esta sencilla frase, encierra para mí la dimensión misionera de las personas, familias, comunidades y pueblos con los que he caminado y camino en la cordillera y en la amazonia. Siquiera vino a estar con nosotros, a vivir con nosotros, a sentir con nosotros. Todo un programa de vida.

El reinado de Jesús hecho Camino

Un programa que lo podemos enmarcar en dos cuadros bíblicos conmovedores. Uno del Primer Testamento: “El Señor todopoderoso (prefiero decir Dios Madre Padre) ofrece a todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos añejados, manjares deliciosos, vinos generosos” (Isaías 25, 6). El otro del Segundo testamento: “Jesús se retiró a un monte y allí se sentó con sus discípulos. Levantando la vista y viendo el gentío que acudía a él, dice a Felipe: ¿dónde compraremos pan para darles de comer? Felipe le contestó: Doscientas monedas de pan no bastarían para que a cada uno le tocase un pedazo. Uno de los discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dice: aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados; pero, ¿qué es eso para tantos? Jesús dijo: Hagan que la gente se siente. Había hierba abundante en el lugar. Se sentaron. Entonces Jesús tomó los panes, dio gracias y los repartió a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados: Dándoles todo lo que quisieron. Cuando quedaron satisfechos, dice Jesús a los discípulos: Recojan las sobras para que no se desaproveche nada” (Juan 6, 3-12).

 Estas imágenes de fraternidad y sororidad universal han sido la respuesta a mi constante preguntar: ¿Qué es la misión? Simplemente, caminar el Reinado de Jesús de Nazaret, y, en esta caminada, contemplar no sólo las semillas del Verbo, como nos hemos acostumbrado a decir desde una mirada vertical y no exenta de prepotencia, sino el Reinado de Jesús hecho camino. En ese encuentro de relaciones he descubierto el banquete preparado para todos los Pueblos y culturas, en la riqueza de sus espiritualidades, en el misterio de su sacramentalidad, en la contemplación del pluriverso, no un mundo uno y único, sino uno en el que caben muchos mundos.

La misión de los pueblos originarios

Desde la caminada por las montañas y la navegada por los ríos, habla mi experiencia de vida: las comunidades en sus diversas culturas, me han evangelizado, en la charla sencilla y alegre alrededor del fogón, donde se conversa y se reciben los consejos de los abuelos y abuelas. Me han dado la Buena Noticia en el corro de sudor y risas, después de un día de trabajo comunitario en la chagra, saboreando el tazón de chicha de yuca, la planta sagrada del Pueblo Kichwa, como la celebración sacramental de la amistad y de la vida.

Los Pueblos originarios me han anunciado la “Buena Noticia” del mundo sin males, del otro mundo posible, del suma kawsai, en la minga, marchando bajo el sol o la lluvia, durmiendo en los cambuches, comiendo un plato de mote que repare las fuerza para seguir caminando, bailando y cantando al son de chirimías y tambores, exigiendo el derecho a la dignidad y el respeto a la vida de todos los Pueblos, hijos todos de la misma Madre Tierra, con la cultura humana de los pobres. Los pobres de todos los tiempos, que ofrecen sus cinco panes de cebada, para que en el mundo haya menos hambre.

El Pueblo Nasa, del Norte del Cuaca – Colombia, me ha donado la “Buena Noticia” en el espiral de la tulpa, palabreando la reflexión, leyendo la realidad, evaluando su camino, soñando su proyecto, mascando la hoja de coca, su materia sacramental; al igual que los Pueblos amazónicos, mambeando y danzando en la maloca, en la fiesta de la unidad y el fortalecimiento de sus tradiciones sagradas.

Me han anunciado la Buena Noticia las mujeres, como María de Nazaret a la prima Isabel, cuando en las cocinas formamos “círculo de Sara” y me cuentan sus historias tejidas muchas veces de dolor y lágrimas, pero también de esperanzas y sueños.

Me han evangelizado los Pueblos cuando al despedirme, después de unos días de caminada en sus comunidades, con la mano extendida y la sonrisa abierta, como Pedro Casaldáliga, me dicen: “¡Siquiera vino! Gracias por la visita”.

María Esperanza Córdoba Sosa es Misionera Laica de la Consolata, en medio de los Pueblos.

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