#8M2025 8 DE MARZO EN CLAVE DE SORORIDAD

“Dondequiera se reúnan las mujeres el fracaso es imposible” (Susan B. Anthony, 1820-1906, escritora, sufragista y defensora de los derechos de las mujeres)
| Luz Milena López Jiménez
“Dondequiera se reúnan las mujeres el fracaso es imposible”(Susan B. Anthony, 1820-1906, escritora, sufragista y defensora de los derechos de las mujeres)
El 8 de marzo se conmemora la lucha de las mujeres por la igualdad, la justicia, la libertad y el ejercicio pleno de sus derechos. No es una fecha mercantil y dulzona para chocolates, rosas y frases románticas que terminan por desviar la potencia subversiva y emancipadora de esta conmemoración.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) declara esta fecha un 8 de marzo de 1975, pero solo dos años después (1977) se viene a formalizar esta celebración en conmemoración de todas las mujeres que han luchado por la igualdad de derechos. Ahora bien, podría pensarse que es un logro de los últimos años, pero no podemos olvidar que es fruto de un arduo tejido femenino, que con su valentía, sororidad y audacia nos han antecedido en esta andadura de lucha y resistencia.
Podríamos hacer un recorrido histórico por las fechas más significativas que fueron abriendo surcos para lograr este reconocimiento. Sin embargo, este aspecto no es el objetivo de esta reflexión, lo que si queremos destacar es la sororidad, esa unión entre mujeres que las condujo a pactos solidarios entre ellas para hermanarse y luchar por sus derechos exigiendo el voto femenino, mejores condiciones de trabajo, salarios más justos y la igualdad de oportunidades a la par con los varones.
Ellas entendieron muy bien que solo podrían obtener logros considerables si se unían sororalmente desmontando la confrontación misógina que durante años nos ha configurado. El cambio no vendría de la decisión y compasión del patriarcado, ni en luchas solitarias, sino en comunidad, en colectivo. De hecho, la historia nos habla de grupos de mujeres que se juntaron para salir a las calles, realizar protestas, huelgas, crear sindicatos, reunirse en conferencias, elaborar manifiestos, producir academia y otras actividades en las que la alianza entre ellas fue clave para lograr transformaciones.
Es así como lo describe Marcela Lagarde (feminista, antropóloga, política e investigadora mexicana), precursora y principal referente del término sororidad, en Latinoamérica, quien en su escrito “Pacto entre mujeres, Sororidad”, expresa que “nos han precedido mujeres y movimientos que llegaron a acuerdos surgidos de una mirada especial, diferente, una mirada feminista sobre las mujeres y el mundo, cuyo principio ético es el respeto a la vida de las mujeres” (Lagarde, p. 3). En efecto, es desde aquí que surge la conciencia de la necesidad de unión entre las mujeres para poder adquirir mayor poder de incidencia y eliminar el imaginario colectivo de competencia entre mujeres.
En esta línea de la sororidad, pero desde una perspectiva bíblica, dirijamos la mirada sobre un pasaje bíblico del Nuevo Testamento en el que una madre, la mujer cananea, busca la curación para su hija, trascendiendo barreras geográficas, étnicas y religiosas (Mt 15, 21-28).
En el evangelio de Mateo encontramos la presencia de mujeres a lo largo de todas sus páginas, algunas con nombre propio, otras anónimas; unas activas que ejecutan algún movimiento, otras siendo receptoras pasivas; en grupo o en solitario. Lo que sorprende es que prácticamente todas están silenciadas, excepto la madre de los Zebedeos (Mt 20, 22-23) a quien se le pone forzadamente unas palabras que al parecer no le corresponden, se evidencia con claridad, por los verbos en plural presentes en la amonestación de Jesús dirigida a sus hijos y no a ella. Por lo tanto, queda la Cananea como la única mujer con voz en este evangelio. Lo grandioso de este pasaje es que esta mujer cuenta con voz propia y desarrolla su diálogo en un espacio público y abierto. Además, su intervención, su súplica, no será solo para ella y para su hija; su voz reclama la situación marginal de las mujeres y gentiles.
“Con el relato de la cananea lo que se está presentando no es únicamente una historia individual, sino la difícil situación, dentro de la comunidad mateana, de los dos colectivos que encarna esta fémina: el de las mujeres y el de los gentiles” (Guijarro, 2011, p. 57)
En las interpretaciones tradicionales que se han hecho de este pasaje bíblico, generalmente se ha enfatizado en la humildad y perseverancia de esta mujer para alcanzar lo que necesita. No obstante, en esta reflexión se busca destacar su sororidad, una solidaridad femenina que la lleva a actuar con determinación para buscar la salud de su hija y en la de ella, la salud y acogida de todas las mujeres. Precisamente, es ese dolor que le produce el sufrimiento de su hija “la que la hace ponerse en camino, ir al encuentro de Jesús, atravesar las fronteras, postrarse ante él, reconociéndole como el Señor y alzar la voz” (Guijarro, 2011, p. 23). En este punto, es fundamental destacar que la única mujer con voz en el primer evangelio, aprovecha esta posibilidad de pronunciarse y dialogar “para conseguir el bien de otras personas, pues tiene la capacidad de reconocer la necesidad del otro y conmoverse ante ella” (p. 66). De modo, que es un clamor subversivo ante la expresión mateana contenida tanto en la primera y segunda multiplicación de los panes: “sin contar mujeres y niños” (cf. Mt 14, 21 y 15, 38), que invisibilizaba totalmente el mundo femenino.
En ella, la profecía de la sororidad provoca, evoca y convoca. En cuanto a la provocación, es porque con su petición por su hija provoca el rechazo de los de los discípulos, varones incapaces de acoger al extranjero, incómodos por la resistencia de una mujer que no se deja atemorizar, ni por el rechazo de ellos y el silencio inicial de Jesús. Las palabras de la cananea son evocación, recordándole a Jesús su identidad de Hijo de Dios, salvador de todas las naciones y compasivo con todos los pueblos. Al mismo tiempo, su clamor es convocación porque le pide a Jesús y al final lo logra, que se incluya en la comunidad y se convoque en la mesa universal a los excluidos y marginados como lo eran las mujeres y gentiles.
En definitiva, la auténtica sororidad es aquella que clama por los derechos no solo de una persona sino de un colectivo marginado, en este caso el de las mujeres. La sororidad busca la liberación, la acogida como hijas de Dios y la compasión con todas sus realidades de sufrimiento. Esta mujer cananea es modelo de la solidaridad femenina que se entreteje a otras mujeres que aparecen en la genealogía de Mateo (Tamar, Rahab o Rut), “en cuyas historias se pone de manifiesto su valentía para hacer brotar la justicia donde esta había sido lacerada, para franquear barreras étnicas y de género, construyendo puentes de libertad (…) Su cadena de solidaridad llega hasta hoy, en tantas personas pertenecientes a grupos marginados de nuestra sociedad (mujeres, empobrecidos, enfermos) que reivindicamos sean escuchados y considerados en justicia e igualdad” (Guijarro, 2011, p. 69).
REFERENCIAS
*Guijarro, E. (2011). La cananea, modelo de mujer creyente para la comunidad (Mt 15, 21-28). En C. Bernabé (ed.), Con ellas tras Jesús. (pp. 23-75). Editorial Verbo Divino.
*Lagarde, M. (2006). Pacto entre mujeres, Sororidad.
Teóloga, Luz Milena López Jiménez. FMA