#compartires MONSEÑOR GERARDO VALENCIA CANO, UN PROFETA CONVENCIDO DEL VALOR E IMPORTANCIA DE LA MUJER EN LA IGLESIA

En su vida no escatimó manera alguna de hacer notar su preocupación por la formación, superación y abrir presencia en la Iglesia de la mujer

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Al hablar de Monseñor Gerardo Valencia Cano y el papel que jugaron en su vida la presencia de las mujeres, no puedo dejar de pensar en el texto bíblico de la Sirofenicia (Mateo 15:21-28. No olvidemos que la Sirofenicia era una mujer pagana, no era del grupo de los elegid@s, además era extranjera. Cuando Jesús le da por respuesta ante su petición: “¡He sido enviado solamente a las ovejas perdidas de la Casa de Israel[OL1] ¡”. Ella le insiste. Y Él le da aquella descortés respuesta: “No está bien quitar el pan de los hijos para echárselo a los perritos”. Ella, le respondió: “Es verdad, Señor; pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de los dueños”. Sabemos que por esta respuesta Jesús aprende de una mujer y cambia su actitud por lo que el milagro sucedió tal como la mujer lo pedía.

En el texto bien podemos observar que Jesús era celoso de seguir y conservar la Tradición y la Ley como buen judío.

En el caso de Monseñor sucedía lo mismo, su formación tradicional, recibida en el Seminario, le matriculaba es decir, lo incluía en la institución del sistema patriarcal misógino de la Iglesia, evocándonos hoy en día la misma figura de S. Oscar Arnulfo Romero, que tiempo después y desde su conservadurismo y en contacto con la realidad, terminó cambiando el mismo por una visión más evangélica de la misma, que lo llevó a convertirse en profeta y mártir.

Como misionero en su contacto con la Iglesia Pueblo de Dios, la Ruah lo fue transformando poco a poco.

Siendo Prefecto Apostólico (1953) en el Vaupés, tiene conocimiento de una mujer de origen alemán-americano, llamada Shopia Müller y que se dedica a evangelizar a los indígenas por esas tierras, sola, sin marido y sin hábitos. Lo que nos lleva a ubicarnos en el tiempo histórico de la época. Su metodología: la alfabetización en la mañana, lectura y estudio de la biblia en la tarde y oración en la noche. Le informan que no es católica, es protestante, que organiza las comunidades indígenas, educándoles y mejorando su salud, construyendo iglesias, dicen que en sus 40 años de estadía en la zona construyó 50 iglesias.

Esta noticia a Monseñor, le debió de impactar sobremanera, y cabe preguntarse si desde su perspectiva pudo llegar a percibirla como una competencia, o tal vez un desafío.

Él se preguntaba, ¿cómo es posible que en la Iglesia no podamos tener mujeres arriesgadas y atrevidas al estilo de Shopia Müller?  Y esta Inquietud que no le dejaba en paz. Empezó a invitar a jóvenes. Son las primeras misioneras Teresa Guevara, María Loaiza y Margarita Franco, mujeres sencillas, dispuestas a entregar sus vidas al servicio del Evangelio. Tuvieron la dolorosa experiencia de perder a Margarita Franco quien murió ahogada en el río Inírida.

Muchos interrogantes fueron apareciendo por el camino. Con la pérdida de Margarita, ¿quedaría afectada la experiencia de las mujeres seglares misioneras? ¿Las familias se opondrían en el futuro a que sus hijas decidieran ser misioneras, pues no se desconocen los peligros y riesgos a que estarían expuestas?

En 1954 siendo Vicario Apostólico en Buenaventura, continuó su idea y para hacerla realidad contó con jóvenes como Sofía Toro Isaza, María Eugenia Posada, en medio de muchas dificultades, como la oposición de miembros de la jerarquía, y la misma oposición de las familias, como fue el caso de María Eugenia, quien estando en Buenaventura, sus padres le exigen a Monseñor “devolverla”. Sus padres la enviaron a Estados Unidos a estudiar Psicología. En medio de este ambiente a través de los distintos obstáculos socioculturales y religiosos como mujeres, particularmente enfrentando aquellos prejuicios de una sociedad y religión conservadora como la de Medellín, Monseñor realiza la fundación de UFEMI, Unión Femenina Misionera, conformada por mujeres, como su nombre lo indica.

Gerardo, así pidió le llamáramos, se había adelantado al Concilio Vaticano II (1962-1965) ya que desde la creación de Ufemi, (1954) permitió a las misioneras tener el Santísimo en las casas-misioneras, acceder al sagrario, abrirlo, exponerlo en el altar, hacer la oración de la tarde y poder comulgar. Algo no permitido a los seglares. 

Una vez terminado el Concilio y reafirmado en sus principios, UFEMI  incursiona en varias diócesis por aquellos obispos que allí conocieron y apoyaron su inédita experiencia. Esas diócesis fueron: Chiapas-México, con Mons. Samuel Ruiz, Changuinola-Bocas del Toro-Panamá, Monseñor Martín Legarra, Barquisimeto-Venezuela, Monseñor Críspulo Benítez, Santa Marta-Colombia, Monseñor Vicente Roig Villalba, Casanare-Colombia, Mons. Arturo Salazar, Vaupés-Colombia, Mons. Belarmino Correa y por supuesto Buenaventura-en su Vicariato.

En su vida no escatimó manera alguna de hacer notar su preocupación por la formación, superación y abrir presencia en la Iglesia de la mujer, nos enseñaba y daba información que le llegaba sobre aquellas mujeres valiosas que hacían historia como primeras ministras en sus países Indira Gandhi en la India y Golda Meir en Israel, nos desafiaba a estudiar y a prepararnos, nos animaba y estimulaba a seguir adelante: “ustedes pueden”.  Siempre reconoció los dones y méritos de la mujer, contrarrestando la marginación y aislamiento acentuada dentro de la institución jerárquica de la Iglesia.

En su oficina contó con la presencia de Ufemi en la secretaría. En las oficinas del CELAM y en la II Conferencia Episcopal Latinoamericana, aunque invisibilizadas la presencia y el trabajo de las misioneras Ufemi, (1) se hizo manifiesta.

Para nadie es extraño, que tanto la figura de Monseñor como su atrevida experiencia con las misioneras seglares, se quisiera asfixiar y casi desaparecer por la persecución a la Teología de la Liberación iniciada en los años 70. Historia que vivimos y conocimos y que  hoy desafiamos cuestionando aquellos roles impuestos por el status de las mujeres en la sociedad-política-religiosa del sistema patriarcal dominante.

Olga Lucía Álvarez Benjumea Ex-Usemi

Presbitera Católica Romana

ARCWP-Suramérica

Nota: Ufemi=Usemi (cambió su nombre en 1971)

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